Un rito de las fiestas de boda queda bajo la lupa
Lo ocurrido en Tandil pone en tela de juicio un hábito común de cada casamiento
| 29 de Abril de 2007 | 00:00

Algunos lo llaman "el revoleo". Otros siempre lo conocieron como "la colchoneta humana". Y hay quienes sencillamente lo llaman el vuelo de bautismo matrimonial. Se llame de una manera o de todas a la vez, lo cierto es que, ante el casamiento que casi termina en tragedia en Tandil, el tradicional rito de tomar al novio de los pies y de los brazos y tirarlo por los aires varias veces es una modalidad que ya no todos miran con ojos de simpatía. O al menos que pensarán dos veces antes de llevarla a cabo. Todo fue desconcierto y temor, y lo que antes era un festejo de casamiento como cualquier otro, se convirtió en ese momento en una suerte de pesadilla bizarra y grotesca
¿Un peligro latente cada vez que se festeja la unión de dos personas? ¿Una irresponsabilidad ayudada por el alcohol? Tal vez algo de esto haya existido en la fiesta de Hugo Quatrocchi y Lourdes Arhex: como ocurre en cada casamiento cuando "el carnaval carioca" se vive a pleno y el alcohol ya corre con fluidez por las venas de los invitados, los amigos del novio decidieron tomar a Hugo y practicarle "el revoleo" o simple vuelo de bautismo. Lo lanzaron al aire una vez, dos, tres. Pero hubo una en que la contención falló y, tras golpear la cabeza contra el piso, el recién casado terminó en terapia intensiva con un fuerte traumatismo de cráneo. Inesperado. Y peligroso.
Una boda que pudo haber terminado en tragedia. Tal vez una anécdota que el matrimonio Quatrocchi o cualquiera de los invitados a esa fiesta podrá contar el día de mañana. Pero hoy, lejos de la anécdota risueña, el festejo entre Hugo y Lourdes -realizado el sábado pasado en el salón de la Cámara Empresaria de Tandil- se vive en esa ciudad con cierto susto pudoroso que, aún por estas horas, cuesta desvanecerse.
El testimonio de los invitados acaso explique por qué el temor insiste en quedarse entre quienes participaron de la fiesta: cuando ya eran cerca de las 5 de la mañana del domingo, el novio de 32 años dio un trompo en el aire -algunos dicen que dio una vuelta entera sobre su cuerpo- y, al caer, no fue atajado por nadie.
El impacto fue instantáneo. El pánico, también. Hugo quedó tendido sin moverse en el suelo y la música tardó apenas unos minutos en apagarse. Todo fue desconcierto y temor, y lo que antes era un festejo de casamiento como cualquier otro, se convirtió en ese momento en una suerte de pesadilla bizarra y grotesca de la que ya nadie podía despertar.
"Llamen a una ambulancia que no responde", cuentan que alguien dijo, luego de intentar una y otra vez reanimaciones inútiles. Así lo hicieron y el novio malherido fue llevado de urgencia a uno de los principales sanatorios de Tandil. Allí, sin embargo, no fue mucho lo que pudo hacerse en un primer momento: Hugo Cuatrocchi tenía tanto alcohol en sangre que realizarle cualquier análisis de rutina fue poco menos que imposible. Al día siguiente, su familia dispuso su traslado a un centro de capital federal y, luego de varias idas y vueltas, quedó finalmente internado en la sala de terapia intensiva del Hospital Italiano.
Si bien ayer los partes médicos indicaban que, luego de unas primeras horas en las que se temió por su vida, el recién casado ya se encontraba fuera de peligro, lo que ahora queda de todo este asunto es, como se dijo, el análisis de una conducta repetida y cada vez más generalizada en los casamientos de casi todo el país: el revoleo del novio por los aires.
Según un empresario gastronómico local que suele organizar los catering en este tipo de celebraciones, "una fiesta de casamiento sin el revoleo del novio o sin carnaval carioca no es una fiesta de casamiento". Por lo general, apuntó el empresario, quienes participan de este ritual "son los más jóvenes y amigos muy cercanos al novio. Pero a veces también los más grandes se prenden. Yo nunca vi que haya pasado nada grave, pero es común que el novio a veces salga un poco lastimado de ese festejo".
Claro que la carga de agresividad en los festejos no es un patrimonio exclusivo de los casamientos. También en las despedidas de solteros o en las recibidas de este último tiempo puede notarse una violencia acaso mayor que la que existía años atrás. Como si la idea fuera, en algún punto, dañar al agasajado. Porque está claro que una cosa es tirar al novio por el aire. Y otra muy distinta, obvio, es no atajarlo.
¿Un peligro latente cada vez que se festeja la unión de dos personas? ¿Una irresponsabilidad ayudada por el alcohol? Tal vez algo de esto haya existido en la fiesta de Hugo Quatrocchi y Lourdes Arhex: como ocurre en cada casamiento cuando "el carnaval carioca" se vive a pleno y el alcohol ya corre con fluidez por las venas de los invitados, los amigos del novio decidieron tomar a Hugo y practicarle "el revoleo" o simple vuelo de bautismo. Lo lanzaron al aire una vez, dos, tres. Pero hubo una en que la contención falló y, tras golpear la cabeza contra el piso, el recién casado terminó en terapia intensiva con un fuerte traumatismo de cráneo. Inesperado. Y peligroso.
Una boda que pudo haber terminado en tragedia. Tal vez una anécdota que el matrimonio Quatrocchi o cualquiera de los invitados a esa fiesta podrá contar el día de mañana. Pero hoy, lejos de la anécdota risueña, el festejo entre Hugo y Lourdes -realizado el sábado pasado en el salón de la Cámara Empresaria de Tandil- se vive en esa ciudad con cierto susto pudoroso que, aún por estas horas, cuesta desvanecerse.
El testimonio de los invitados acaso explique por qué el temor insiste en quedarse entre quienes participaron de la fiesta: cuando ya eran cerca de las 5 de la mañana del domingo, el novio de 32 años dio un trompo en el aire -algunos dicen que dio una vuelta entera sobre su cuerpo- y, al caer, no fue atajado por nadie.
El impacto fue instantáneo. El pánico, también. Hugo quedó tendido sin moverse en el suelo y la música tardó apenas unos minutos en apagarse. Todo fue desconcierto y temor, y lo que antes era un festejo de casamiento como cualquier otro, se convirtió en ese momento en una suerte de pesadilla bizarra y grotesca de la que ya nadie podía despertar.
"Llamen a una ambulancia que no responde", cuentan que alguien dijo, luego de intentar una y otra vez reanimaciones inútiles. Así lo hicieron y el novio malherido fue llevado de urgencia a uno de los principales sanatorios de Tandil. Allí, sin embargo, no fue mucho lo que pudo hacerse en un primer momento: Hugo Cuatrocchi tenía tanto alcohol en sangre que realizarle cualquier análisis de rutina fue poco menos que imposible. Al día siguiente, su familia dispuso su traslado a un centro de capital federal y, luego de varias idas y vueltas, quedó finalmente internado en la sala de terapia intensiva del Hospital Italiano.
Si bien ayer los partes médicos indicaban que, luego de unas primeras horas en las que se temió por su vida, el recién casado ya se encontraba fuera de peligro, lo que ahora queda de todo este asunto es, como se dijo, el análisis de una conducta repetida y cada vez más generalizada en los casamientos de casi todo el país: el revoleo del novio por los aires.
Según un empresario gastronómico local que suele organizar los catering en este tipo de celebraciones, "una fiesta de casamiento sin el revoleo del novio o sin carnaval carioca no es una fiesta de casamiento". Por lo general, apuntó el empresario, quienes participan de este ritual "son los más jóvenes y amigos muy cercanos al novio. Pero a veces también los más grandes se prenden. Yo nunca vi que haya pasado nada grave, pero es común que el novio a veces salga un poco lastimado de ese festejo".
Claro que la carga de agresividad en los festejos no es un patrimonio exclusivo de los casamientos. También en las despedidas de solteros o en las recibidas de este último tiempo puede notarse una violencia acaso mayor que la que existía años atrás. Como si la idea fuera, en algún punto, dañar al agasajado. Porque está claro que una cosa es tirar al novio por el aire. Y otra muy distinta, obvio, es no atajarlo.
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