Look super abrigado
| 25 de Julio de 2007 | 00:00

Un clima severo espera a los platenses en las próximas horas. Pero, como no se resignan a quedar arropados junto a la estufa, desafían la temperatura para llevar los chicos al cine y el teatro, invitar a los amigos a cenar en un restaurante de la ciudad y, también, recorrer los campos deportivos de los alrededores en busca de una pizca de sol y disfrutar de la adrenalina de las competencias juveniles.
Ya se trate de la vida urbana o al aire libre, las mujeres han debido hacer un rápido reacondicionamiento de sus prendas invernales y accesorios. Por citar algunos, gorras, pasamontañas, mitones, sombreros, bufandas están listas para acompañar a equipos formales y deportivos. Las más cuidadosas de la imagen prefieren una silueta oscura y fina, el talle marcado y las faldas cortas muy por arriba de las rodillas, que cubren con leggins y botas de caña alta.
Hay otros condimentos en este vestuario que asegura protección más allá de los 0 grado, que anuncian para esta semana. El negro reina absolutamente para todas las edades. Pero, también, el gris, el blanco, el rojo, el violeta y el amarillo. El oro ilumina a veces ese vestuario sombrío, desde el lugar de la bijou.
Las excepciones que confirman la regla son la explosión de colores, que mezcla los tonos fluorados, inspirados por los grafismos de grandes pintores, una versión cercana al gran Kenzo que domina los conjuntos de algodón que se visten bajo camperas que alejan al cuerpo del frío. Las más utilizadas sirven para la nieve, suelen ser dos prendas en una -campera/chaleco- con capucha desmontable e innumerables bolsillos.
La línea se ajusta al cuerpo en muchos casos, para una elegancia más bien clásica, como se ve en la remería y los suéteres largos sobre calzas o pantalones chupín. Los tapados de todos los largos se prestan para acompañar este vestuario.
En tanto, las capas vuelven a usarse, en todos los tamaños y materiales: grandes y con sombrero; de paño de lana con apliques de flores hechas al crochet, o con capucha también en finos hilados de lana.
Un cierto espíritu romántico, e incluso barroco, se observa a la hora del tomar el té en las confiterías platenses: los cuellos se adornan con chales de muselina o cintas de terciopelo, las tramas de telar se multiplican sobre poleras y remeras en singulares ponchos que repiten tramas coloridas o sobrias.
Los abrigos tejidos manualmente también cuentan en estos días de receso escolar y laboral -para algunos-, ya que en diseños de chalecos con cierre o botones, se llevan sobre camisas o un tricot básico. Boinas, guantes y un chal terminan por completar el equipo para una tarde en la plaza, junto a los hijos y nietos.
Ya se trate de la vida urbana o al aire libre, las mujeres han debido hacer un rápido reacondicionamiento de sus prendas invernales y accesorios. Por citar algunos, gorras, pasamontañas, mitones, sombreros, bufandas están listas para acompañar a equipos formales y deportivos. Las más cuidadosas de la imagen prefieren una silueta oscura y fina, el talle marcado y las faldas cortas muy por arriba de las rodillas, que cubren con leggins y botas de caña alta.
Hay otros condimentos en este vestuario que asegura protección más allá de los 0 grado, que anuncian para esta semana. El negro reina absolutamente para todas las edades. Pero, también, el gris, el blanco, el rojo, el violeta y el amarillo. El oro ilumina a veces ese vestuario sombrío, desde el lugar de la bijou.
Las excepciones que confirman la regla son la explosión de colores, que mezcla los tonos fluorados, inspirados por los grafismos de grandes pintores, una versión cercana al gran Kenzo que domina los conjuntos de algodón que se visten bajo camperas que alejan al cuerpo del frío. Las más utilizadas sirven para la nieve, suelen ser dos prendas en una -campera/chaleco- con capucha desmontable e innumerables bolsillos.
La línea se ajusta al cuerpo en muchos casos, para una elegancia más bien clásica, como se ve en la remería y los suéteres largos sobre calzas o pantalones chupín. Los tapados de todos los largos se prestan para acompañar este vestuario.
En tanto, las capas vuelven a usarse, en todos los tamaños y materiales: grandes y con sombrero; de paño de lana con apliques de flores hechas al crochet, o con capucha también en finos hilados de lana.
Un cierto espíritu romántico, e incluso barroco, se observa a la hora del tomar el té en las confiterías platenses: los cuellos se adornan con chales de muselina o cintas de terciopelo, las tramas de telar se multiplican sobre poleras y remeras en singulares ponchos que repiten tramas coloridas o sobrias.
Los abrigos tejidos manualmente también cuentan en estos días de receso escolar y laboral -para algunos-, ya que en diseños de chalecos con cierre o botones, se llevan sobre camisas o un tricot básico. Boinas, guantes y un chal terminan por completar el equipo para una tarde en la plaza, junto a los hijos y nietos.
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