Los tiempos cambian o son difíciles

Por AMILCAR MORETTI

No son tiempos fáciles. O mejor, estos son tiempos difíciles. Hay una frasecita de Borges, eterno entre la ironía, el escepticismo y la verdad, que advierte que siempre son épocas difíciles. Lo que Borges quería decir es que así como la historia (según B. Croce) es (o se escribe) siempre desde el presente, el ser humano considera siempre que el tiempo que le ha tocado vivir es el más dificultoso. Me permito situar las cosas desde lo histórico y lo político-cultural. Lo que quiero decir es que hay momentos en que el hombre percibe los acontecimientos como más conflictivos, confusos, dolorosos e incomprensibles, y otros en los que le parece que prevalece lo seguro, lo claro, dócil y comprensible. En el presente ambas percepciones están condicionadas por las visiones mediáticas, las versiones de la realidad dadas por los medios. Sin embargo, así como el hombre no es sólo siempre un objeto pasivo que "ve" por los ojos de la televisión y los restantes instrumentos de comunicación, hay medios que parecen dar otro registro -o tal vez sólo otra opinión- de lo real. El cine, por ejemplo, para no referirnos a internet.

Hoy la representación dominante indica que la inseguridad -en sus diferentes formas, no sólo la urbana delictiva- es nuestro mayor problema en el planeta. En realidad el asunto tiene que ver con el miedo y la sensación de amenaza. Es un temor por causa real, imaginada o inducida. El asunto es que se observa como algo mundial. Desde aquí la fantasía para muchos es que en otros lugares la vida es plácida, previsible y segura. El mejor cine actual no corrobora tal ilusión. Nadie aparece seguro, ni en Nueva York, ni Madrid, París, Río de Janeiro o Tel Aviv. Ni siquiera las historias románticas presentan sucesos exentos de incertidumbre: allí están como ejemplos las no tan lejanas "Perdidos en Tokio" y "Antes del atardecer", eso sin tener en cuenta "Flores rotas". Por lo observado hace un tiempo en "El regreso", los rusos tienen una sensación de imprevisibilidad superior a la padecida si hubieran amanecido en otra galaxia. Ni hablar de la apocalíptica (¿británica?) "Niños del hombre", donde la cuestión es todos contra todos; la palestina "El paraíso ahora"; la rumana "La noche del señor Lazarescu" o hasta la "optimista" norteamericana "La conquista del honor". Los franceses de "Vida en pareja", "Los tiempos cambian", "Bajo la arena", "El adversario", "La piscina" o "Nathalie X" parecen dudar hasta de lo que ven sus ojos y escuchan sus oídos. Mirada compartida por el japonés en Francia Nabuhiro Suwa de "Una pareja perfecta". Ni hablar del japonés en Japón Hirokazu Kore-eda en "Nadie sabe", los italianos de clase media en "Libero", los españoles de "Ficción" y "Los lunes al sol" o el tranquilo y aburrido asesino serial de "Las horas del día". Los dinamarqueses de "Corazones abiertos" y "Reconstrucción de un amor" y las que vinieron después parecen no saber sobre qué están parados. A los chinos de "El agujero" la realidad les llueve como desolación por todos lados, sin parar. Los sajones de "El viaje de Morvern" se disuelven entre lo itinerante y el sopor de las drogas no aprobadas por autoridad sanitaria. Y a los norteamericanos de la trilogía de Bourne, o las menos industriales "Elefante", "Río místico", "Enlace mortal" o "Confesiones de una mente peligrosa" -por citar pocas y diferentes películas más o menos recientes-, cualquier orden al que se hayan aferrado les ha estallado en las manos y cabezas. Hasta los mejicanos, en "Batalla en el cielo", parecen contagiados.

Pese a "Fuerza Aérea S.A.", puede decirse que para la argentinidad de "El otro", "La novia errante" o la sobrevalorada "XXY" y varias de las mejores anteriores, como "Buena Vida Delivery", "Los guantes mágicos", "La niña santa" o "Familia rodante", las cosas en comparación pueden presentarse serias, y aún graves, pero no en estado terminal. Cierto que "El cielito" se recuerda sombría, pero tiene la esperanza de la denuncia. Y si se piensa en la no tan lejana "El perro" habría que hablar casi de optimismo. Tal vez todo esto sea también un espejismo. No creo en el destino. Me inclino más por la voluntad y el azar. También tengo la impresión de que algo no termina de salir de su estado de preparación y, tal vez, se consolide. No necesariamente tiene que ser placentero, ni muchos menos como uno quiere. Pero, ya se sabe, la historia es flujo y reflujo.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE