"Diccionario del argentino exquisito", Adolfo Bioy Casares, Emecé
| 2 de Agosto de 2008 | 00:00

Cuando Bioy lo escribió intuía ya que se trataba de una obra abierta a nuevas inclusiones, lo que equivale a decir que la palabrería hueca e inconsistente iba a ir en aumento a medida que transcurriera el tiempo. Y no se equivocó. Con una edición aumentada hace algún tiempo, este clásico de las letras argentinas sigue siendo sin embargo un texto ineludible, un manual del buen gusto y de la ironía. Hoy, años después, Bioy sin duda añadiría neologismos y expresiones tan esperpénticas como "sojizar" o "gobernabilidad", tomadas del acervo político. "No son muchos los errores que se cometen -dice en el prólogo-, a lo mejor son cinco o seis que se repiten a lo largo de distintas épocas". Uno de estos errores, el más consecuente, es sin duda forzar el estilo. A la hora de escribir, el sobrio estilista que es Bioy desaconseja por supuesto el uso de diccionarios, la búsqueda de sinónimos caídos en desuso o la elegancia forzada en la expresión. Emplear lluvia por "precipitación", ir directamente a la palabra más sencilla, huir de toda retórica. El diccionario se abre con "absolutizar", verbo inocuo si los hay, y prosigue con una retahíla de términos que, entre la burla y sus delicadas acepciones, Bioy demuele sin miramientos. A estas expresiones, Italo Calvino, otro gran narrador, las ubicaba dentro de lo que él llamaba el anti-lenguaje. No llegó el autor de las "Cosmicómicas" y "El barón rampante" a elaborar su diccionario. Mucho más atrás, un manual de zonceras criollas circuló entre nosotros señalándonos conductas, usos, costumbres. El lenguaje, para emplear una expresión muy de Jauretche, también exhibe sus tilinguerías. Impunemente las exhibe. Acaso por ello, de vez en cuando es aleccionador volver a ciertos libros. Nos indican, con la humildad de la palabra escrita, dónde estamos, hacia dónde vamos.
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