Fiebre de verano a la noche
Una recorrida por la movida nocturna en los principales balnearios bonaerenses. Qué usan, qué toman y qué escuchan los jóvenes en vacaciones
| 18 de Enero de 2009 | 01:00

Enviado especial, Facundo Bañez.- Magalí no tiene más de 20 años pero parece salida de algún videoclip bizarro y ochentoso: jopo enrulado hacia atrás, musculosa cuadriculada negra y rosa por lo menos dos talles más grande y unas calzas violetas que remata con botitas converse de color verde flúo. Tiene la cara pintarrajeada y se mueve como poseída al ritmo de una canción de los Fabulosos Cadillacs que completa el cuadro retro. Baila junto a unas amigas de look parecido a un costado del escenario central de By kane, un boliche del centro marplatense ubicado entre las calles Yrigoyen y Alem. No son los ochenta y, salvo por la indumentaria de varios chicos aquí, tampoco se le parecen. Es una noche del verano 2009, apenas una postal de las vacaciones juveniles en la costa atlántica que, en esta temporada, encuentra su marca registrada en la repetida venta de alcohol a menores, el reggaetón y la marcha electrónica hasta que sale el sol, alguna que otra pelea entre bandas de pibes, el descontento de los bolicheros por la breve estadía de los turistas y -lugar común en la noche de casi todos los balnearios- una cuidada preocupación por una moda que oscila entre el exhibicionismo flogger y el descuidado look "casual" de varios veinteañeros preocupados más por el espejo que por el sexo opuesto.
"Los pibes no sé si encaran más que antes -reflexiona Juan Martín, un bolichero marplatense que no para de quejarse por los números de la temporada-, pero seguro que toman mucho más. Ocurre que ya vienen al boliche súper entonados. Los chicos y las pibas, por igual. Se maman donde están alquilando y después acá terminan la noche con una cerveza y nada más. Por ahí, las minas hasta consumen más que los varones, cosa que antes no pasaba".
El grupo de Magalí es un buen ejemplo. Cantan a los gritos y se nota que cada una de ellas se tomó su largo tiempo frente al espejo para semejante producción capilar, pero ahora esos raros peinados viejos se sacuden de un lado al otro y se desarman a fuerza de tequilas y vodka con speed. Las chicas deben ir ya por la tercera o cuarta ronda de tragos y se ríen de lo que ni siquiera pueden decir. En la pista de By kane a nadie le llama la atención. La mayoría de los jóvenes está entonado por el alcohol y bailan en grupos como si fuera un rito que deben cumplir con sagrada pasión. ¿Siempre es igual? Casi, pero a medida que los balnearios cambian, cambian también algunos usos y costumbres del folklore joven. Veamos.
AMANECER EN LOS MEDANOS
Los números confirman lo que cualquiera establece con una simple recorrida por la avenida 3 después de la medianoche: casi el 25% de los visitantes de Villa Gesell tiene entre 17 y 25 años; dato que, según las cifras de los últimos veranos, equivale a algo más de 100 mil jóvenes sólo para el mes de enero.
La tradición de la noche geselina no está escrita pero todos la conocen, tanto que aquí la actividad de los pibes parece no terminarse nunca, ni siquiera cuando se apagan los parlantes de música electrónica bajo las primeras luces del sol. Lejos de replegar las velas, los chicos se lanzan al antojo trasnochado y buscan la última birra, algún pancho que mate la gula o la panadería que ayude a prolongar la ronda de mates en la playa casi vacía. Los que tuvieron suerte en su "cacería" nocturna podrán continuar los arrumacos en los médanos del parador Wendy, un lugar ya clásico para salir del paso en los furtivos romances que ofrece la noche.
Aquí, sin embargo, todo comienza ni bien acaba la cena en el lugar donde se alquila. Después de la comida, que casi siempre es pizza, fideos o arroz, los grupos de amigos tienen el recorrido obligado por la Avenida 3 -que se hace peatonal entre las calles 104 y 108 todas las noches- pero empiezan a entonarse antes con tragos y cerveza que también se organizan en el nido alquilado. "No somos histéricas -advertía Guadalupe, una chica que veranea en estas playas con cuatro amigas-, y si nos gusta un pibe lo podemos encarar tranquilamente. Acá la gente se maneja así, por ahí porque hay más gente del interior y no tanto porteño".
Según los números geselinos, en Le Brique bailan por noche unos 1.500 chicos, la mayoría de entre 17 y 24 años que pagan de 20 a 30 pesos la entrada (según la hora). El boliche que más sigue convocando aquí es, sin embargo, Pueblo Límite, con una capacidad para más de 10 mil personas y una entrada a 30 pesos. Las chicas, claro, antes de las dos y media tienen entrada gratis, y muchas se mandan al boliche directamente con unas pulseritas de plástico que hacen las veces de pase free durante toda la noche. "Nosotras no pagamos jamás -contaba Guadalupe-. Un boliche sin minas no funciona y eso los bolicheros lo saben muy bien. Es así, estamos en una sociedad feminista: los pibes tienen que pagar y tienen que bancarnos, je. Eso sí: si están buenos los encaramos nosotras".
La costumbre y los gustos etílicos también están muy claros en la noche de Gesell: cerveza de día y, ya de noche, fernet, vodka con energizante y algún que otro trago que suele salir entre la clientela femenina. "Yo cerveza todo el día", cuenta Martina, otra de las chicas del grupo de Guadalupe.
ONDAS DEL PINAR
La avenida Bunge es famosa por los boliches y los pubs, que concentran a unos 10 mil jóvenes por velada. De ellos, uno de los más concurridos este verano es Super Black, justo en el deck donde antes funcionaba Super XV aunque todavía sin el furor de su antecesor. Allí, a diferencia de lo que se observa en Gesell, el popurrí de edades nunca deja de llamar la atención. Un cuarentón puede estar tapando entradas con el pelo pero al mismo tiempo "chamuyando" a una chica de no más de veinte. Se ven pibes de estilo flogger y a grupos de treinteañeros que, por la ropa y la charla, casi seguro que alguna vez jugaron al rugby o estudiaron en colegio privado.
En Super Black el trago que más sale, además de la cerveza, es el vodka con energizante, y lo que más se escucha de dos a cuatro de la mañana es el reggaetón que ya es todo un boom en las playas del Pinar. Grupos como La factoría o la voz atimbrada y latosa de Dedee Yanqui son moneda corriente en este pub, no tan distinto a lo que se oye en el nuevo local de Super XV, una casona más amplia y más próxima a los boliches El Alma y Ku, como si esta nueva ubicación no fuera más que una estrategia para hacer la previa a los boliches de manera todavía más relajada.
Aquí las edades suben un poco y es raro ver a menores de veinte dando vueltas. Los treintañeros suelen copar el patio central del bar, mientras que los más chicos suelen acomodarse en las dos barras de adentro. A diferencia de Súper Black, se escucha un poco menos de reggaetón y más rock vernáculo, como Los Redondos, La Bersuit o lo nuevo del Indio Solari. ¿La moda? Ellas mucho flúo, calzas y peinados de jopo exagerados. Ellos un poco más freack: remeras blancas o negras de escote en V, ojotas y pantalones sueltos que, condición indiscutible, dejan mostrar siempre el elástico del boxer.
"El circuito no varía mucho -cuenta Manuel, un platense que veranea todos los años en Pinamar-; con nuestros amigos venimos siempre a Super XV a tomar algo, y por ahí después, si pinta, nos vamos a bailar a Ku o El Alma, pero depende. Muchas veces preferimos quedarnos tranquis acá".
Lo de tranqui es algo que no siempre se logra. Si bien el lugar puede ser una posta de relax entre amigos durante la semana, lo cierto es que -como ocurre en la mayoría de los boliches de aquí- la noche de los fines de semana suelen ser moviditas y mucho más ajetreadas. El último finde, por caso, un grupo de tucumanos terminó haciendo varios destrozos en ese lugar y hasta mandó al hospital a uno de los barman, un platense que terminó con el tabique roto y varios moretones en la cara.
"La gente es tranquila -insiste Manuel-, lo que pasa es que grupos de tarados que vienen a bardear siempre hay. Eso sucede acá y en cualquier lado. Son pibes que se maman y después salen a pelear de a muchos, en patota. Por lo general son rugbiers, que si se tienen que pelear siempre tienen que estar acompañados. Cuando están solos es muy difícil que se hagan los guapos".
MAR DEL PLATA, DE TODO PARA TODOS
Sin tanta moda uniforme a la vista pero con muchas más opciones para elegir, a la noche marplatense otra vez se la puede dividir en dos cuadras bien marcadas: los más chicos sobre la Alem (Mister Jones sigue siendo un clásico de La Feliz para los teen) y los que ya pasaron los veintipico sobre la Bernardo de Irigoyen, donde bares como Samsara o Pehuen suelen convocar al público más grande. Entre una calle y la otra, también está la opción de By Kane, donde, acaso por estar entre medio de las dos arterias, el público es mucho más cambiante. Nicolás, su encargado, así lo explica: "acá vienen pibes de veinte pero también gente grande. Pasa que nosotros tenemos dos pistas y eso ayuda a la variedad: una es de pachanga y la otra es de música electrónica, entonces eso siempre divide un poco las aguas".
Cualquiera que pase una noche en el boliche lo va a notar. Los más grandes suelen juntarse en la pista de electrónica mientras el piberío se amontona en la pista de rock nacional y pop latino, donde incluso un escenario permite que las noches de fin de semana toque alguna que otra banda de covers.
"La temporada pasada ya había sido mala -se queja Nicolás-, pero no tengas dudas de que ésta es todavía peor. La gente veranea por dos o tres días, y eso hace que los boliches se llenen solamente los fines de semana. Durante el resto de los días, todo es muy tranqui".
Esa es otra verdad: un lunes o un martes a la noche uno puede pasar por la pista de By Kane, el patio de Samsara o la barra de Pehuen, y lo único que va a encontrar son mesas libres y lugar de sobra para caminar sin chocarse con nadie. En eso parecen coincidir los tres balnearios: las noches fuertes únicamente son las de fines de semana. El resto, poco y nada.
Claro que Mardel no se queda sólo con la opción del bar. Boliches como La Caseta o Sobremonte ya son un clásico de cada temporada y el lugar elegido por miles de turistas para ir a bailar. Con entradas que van de los 30 a 40 pesos, y tragos que rara vez bajan de los 20, las noches en esas pistas suelen ser un poco más movidas que las de los pubs.
"Son gustos", cuenta Ernesto, un bahiense de 24 años que veranea en Mar del Plata junto a tres amigos y paran en el hotel Capri, "ir a bailar está bueno, pero si querés ir todas las noches no hay presupuesto que aguante. Lo que uno hace es ir a tomar algo a Samsara, a Mister Jones o a Roxy y, si estás acá, entonces aprovechar el finde para ir a Sobremonte o La Caseta , que para bailar son las mejores opciones".
Lo que se toma acá tampoco varía con respecto a otros balnearios: la cerveza en primer lugar y, ya destronando al clásico fernet, el vodka con energizante en un tranquilo y cómodo segundo puesto. Con la moda pasa algo parecido: el look ochentoso es lo que más se observa en estas playas, con colores bien chillones, chicas que van a bailar con botitas converse y grupos de pibes que usan anteojos de sol con marcos de colores blancos, collares de madera al estilo afro y la inamovible costumbre de revolverse el pelo como si el viento y no sus manos lo hubiesen dejado así. Modas de verano. Costumbres de la noche frente al mar.
"Los pibes no sé si encaran más que antes -reflexiona Juan Martín, un bolichero marplatense que no para de quejarse por los números de la temporada-, pero seguro que toman mucho más. Ocurre que ya vienen al boliche súper entonados. Los chicos y las pibas, por igual. Se maman donde están alquilando y después acá terminan la noche con una cerveza y nada más. Por ahí, las minas hasta consumen más que los varones, cosa que antes no pasaba".
El grupo de Magalí es un buen ejemplo. Cantan a los gritos y se nota que cada una de ellas se tomó su largo tiempo frente al espejo para semejante producción capilar, pero ahora esos raros peinados viejos se sacuden de un lado al otro y se desarman a fuerza de tequilas y vodka con speed. Las chicas deben ir ya por la tercera o cuarta ronda de tragos y se ríen de lo que ni siquiera pueden decir. En la pista de By kane a nadie le llama la atención. La mayoría de los jóvenes está entonado por el alcohol y bailan en grupos como si fuera un rito que deben cumplir con sagrada pasión. ¿Siempre es igual? Casi, pero a medida que los balnearios cambian, cambian también algunos usos y costumbres del folklore joven. Veamos.
AMANECER EN LOS MEDANOS
Los números confirman lo que cualquiera establece con una simple recorrida por la avenida 3 después de la medianoche: casi el 25% de los visitantes de Villa Gesell tiene entre 17 y 25 años; dato que, según las cifras de los últimos veranos, equivale a algo más de 100 mil jóvenes sólo para el mes de enero.
La tradición de la noche geselina no está escrita pero todos la conocen, tanto que aquí la actividad de los pibes parece no terminarse nunca, ni siquiera cuando se apagan los parlantes de música electrónica bajo las primeras luces del sol. Lejos de replegar las velas, los chicos se lanzan al antojo trasnochado y buscan la última birra, algún pancho que mate la gula o la panadería que ayude a prolongar la ronda de mates en la playa casi vacía. Los que tuvieron suerte en su "cacería" nocturna podrán continuar los arrumacos en los médanos del parador Wendy, un lugar ya clásico para salir del paso en los furtivos romances que ofrece la noche.
Aquí, sin embargo, todo comienza ni bien acaba la cena en el lugar donde se alquila. Después de la comida, que casi siempre es pizza, fideos o arroz, los grupos de amigos tienen el recorrido obligado por la Avenida 3 -que se hace peatonal entre las calles 104 y 108 todas las noches- pero empiezan a entonarse antes con tragos y cerveza que también se organizan en el nido alquilado. "No somos histéricas -advertía Guadalupe, una chica que veranea en estas playas con cuatro amigas-, y si nos gusta un pibe lo podemos encarar tranquilamente. Acá la gente se maneja así, por ahí porque hay más gente del interior y no tanto porteño".
Según los números geselinos, en Le Brique bailan por noche unos 1.500 chicos, la mayoría de entre 17 y 24 años que pagan de 20 a 30 pesos la entrada (según la hora). El boliche que más sigue convocando aquí es, sin embargo, Pueblo Límite, con una capacidad para más de 10 mil personas y una entrada a 30 pesos. Las chicas, claro, antes de las dos y media tienen entrada gratis, y muchas se mandan al boliche directamente con unas pulseritas de plástico que hacen las veces de pase free durante toda la noche. "Nosotras no pagamos jamás -contaba Guadalupe-. Un boliche sin minas no funciona y eso los bolicheros lo saben muy bien. Es así, estamos en una sociedad feminista: los pibes tienen que pagar y tienen que bancarnos, je. Eso sí: si están buenos los encaramos nosotras".
La costumbre y los gustos etílicos también están muy claros en la noche de Gesell: cerveza de día y, ya de noche, fernet, vodka con energizante y algún que otro trago que suele salir entre la clientela femenina. "Yo cerveza todo el día", cuenta Martina, otra de las chicas del grupo de Guadalupe.
ONDAS DEL PINAR
La avenida Bunge es famosa por los boliches y los pubs, que concentran a unos 10 mil jóvenes por velada. De ellos, uno de los más concurridos este verano es Super Black, justo en el deck donde antes funcionaba Super XV aunque todavía sin el furor de su antecesor. Allí, a diferencia de lo que se observa en Gesell, el popurrí de edades nunca deja de llamar la atención. Un cuarentón puede estar tapando entradas con el pelo pero al mismo tiempo "chamuyando" a una chica de no más de veinte. Se ven pibes de estilo flogger y a grupos de treinteañeros que, por la ropa y la charla, casi seguro que alguna vez jugaron al rugby o estudiaron en colegio privado.
En Super Black el trago que más sale, además de la cerveza, es el vodka con energizante, y lo que más se escucha de dos a cuatro de la mañana es el reggaetón que ya es todo un boom en las playas del Pinar. Grupos como La factoría o la voz atimbrada y latosa de Dedee Yanqui son moneda corriente en este pub, no tan distinto a lo que se oye en el nuevo local de Super XV, una casona más amplia y más próxima a los boliches El Alma y Ku, como si esta nueva ubicación no fuera más que una estrategia para hacer la previa a los boliches de manera todavía más relajada.
Aquí las edades suben un poco y es raro ver a menores de veinte dando vueltas. Los treintañeros suelen copar el patio central del bar, mientras que los más chicos suelen acomodarse en las dos barras de adentro. A diferencia de Súper Black, se escucha un poco menos de reggaetón y más rock vernáculo, como Los Redondos, La Bersuit o lo nuevo del Indio Solari. ¿La moda? Ellas mucho flúo, calzas y peinados de jopo exagerados. Ellos un poco más freack: remeras blancas o negras de escote en V, ojotas y pantalones sueltos que, condición indiscutible, dejan mostrar siempre el elástico del boxer.
"El circuito no varía mucho -cuenta Manuel, un platense que veranea todos los años en Pinamar-; con nuestros amigos venimos siempre a Super XV a tomar algo, y por ahí después, si pinta, nos vamos a bailar a Ku o El Alma, pero depende. Muchas veces preferimos quedarnos tranquis acá".
Lo de tranqui es algo que no siempre se logra. Si bien el lugar puede ser una posta de relax entre amigos durante la semana, lo cierto es que -como ocurre en la mayoría de los boliches de aquí- la noche de los fines de semana suelen ser moviditas y mucho más ajetreadas. El último finde, por caso, un grupo de tucumanos terminó haciendo varios destrozos en ese lugar y hasta mandó al hospital a uno de los barman, un platense que terminó con el tabique roto y varios moretones en la cara.
"La gente es tranquila -insiste Manuel-, lo que pasa es que grupos de tarados que vienen a bardear siempre hay. Eso sucede acá y en cualquier lado. Son pibes que se maman y después salen a pelear de a muchos, en patota. Por lo general son rugbiers, que si se tienen que pelear siempre tienen que estar acompañados. Cuando están solos es muy difícil que se hagan los guapos".
MAR DEL PLATA, DE TODO PARA TODOS
Sin tanta moda uniforme a la vista pero con muchas más opciones para elegir, a la noche marplatense otra vez se la puede dividir en dos cuadras bien marcadas: los más chicos sobre la Alem (Mister Jones sigue siendo un clásico de La Feliz para los teen) y los que ya pasaron los veintipico sobre la Bernardo de Irigoyen, donde bares como Samsara o Pehuen suelen convocar al público más grande. Entre una calle y la otra, también está la opción de By Kane, donde, acaso por estar entre medio de las dos arterias, el público es mucho más cambiante. Nicolás, su encargado, así lo explica: "acá vienen pibes de veinte pero también gente grande. Pasa que nosotros tenemos dos pistas y eso ayuda a la variedad: una es de pachanga y la otra es de música electrónica, entonces eso siempre divide un poco las aguas".
Cualquiera que pase una noche en el boliche lo va a notar. Los más grandes suelen juntarse en la pista de electrónica mientras el piberío se amontona en la pista de rock nacional y pop latino, donde incluso un escenario permite que las noches de fin de semana toque alguna que otra banda de covers.
"La temporada pasada ya había sido mala -se queja Nicolás-, pero no tengas dudas de que ésta es todavía peor. La gente veranea por dos o tres días, y eso hace que los boliches se llenen solamente los fines de semana. Durante el resto de los días, todo es muy tranqui".
Esa es otra verdad: un lunes o un martes a la noche uno puede pasar por la pista de By Kane, el patio de Samsara o la barra de Pehuen, y lo único que va a encontrar son mesas libres y lugar de sobra para caminar sin chocarse con nadie. En eso parecen coincidir los tres balnearios: las noches fuertes únicamente son las de fines de semana. El resto, poco y nada.
Claro que Mardel no se queda sólo con la opción del bar. Boliches como La Caseta o Sobremonte ya son un clásico de cada temporada y el lugar elegido por miles de turistas para ir a bailar. Con entradas que van de los 30 a 40 pesos, y tragos que rara vez bajan de los 20, las noches en esas pistas suelen ser un poco más movidas que las de los pubs.
"Son gustos", cuenta Ernesto, un bahiense de 24 años que veranea en Mar del Plata junto a tres amigos y paran en el hotel Capri, "ir a bailar está bueno, pero si querés ir todas las noches no hay presupuesto que aguante. Lo que uno hace es ir a tomar algo a Samsara, a Mister Jones o a Roxy y, si estás acá, entonces aprovechar el finde para ir a Sobremonte o La Caseta , que para bailar son las mejores opciones".
Lo que se toma acá tampoco varía con respecto a otros balnearios: la cerveza en primer lugar y, ya destronando al clásico fernet, el vodka con energizante en un tranquilo y cómodo segundo puesto. Con la moda pasa algo parecido: el look ochentoso es lo que más se observa en estas playas, con colores bien chillones, chicas que van a bailar con botitas converse y grupos de pibes que usan anteojos de sol con marcos de colores blancos, collares de madera al estilo afro y la inamovible costumbre de revolverse el pelo como si el viento y no sus manos lo hubiesen dejado así. Modas de verano. Costumbres de la noche frente al mar.
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