La ciudad del candombe
13 de Diciembre de 2009 | 00:00
Cuentan que el paso del tiempo nunca pudo apagar el sonido del tambor de origen afro. Dicen incluso que aquella vieja historia de que el candombe que se practicaba en la ciudad de Buenos Aires se extinguió con la fiebre amarilla de 1870 y con la guerra del Paraguay que terminó ese mismo año, es falsa. Dicen que el tambor siguió tocando, retirado de las calles de la ciudad pero sonando en los livings de los descendientes de aquellos esclavos de la colonia. Primero fue en los barrios de Flores, Floresta, San Telmo y Monserrat, y después, mucho después y empujados con las sucesivas crisis del país, en distintas localidades del conurbano bonaerense.
Hoy, con varios años bajo el puente, La Plata es uno de esos tantos lugares donde el candombe tiene un espacio propio para seguir creciendo.
Respetando la antigua tradición, pero mirando al futuro como si acaso en su ritmo estuviesen las claves de una historia que repica y mira siempre para adelante.
“Hay un surgir del candombe en La Plata, eso es innegable”, asegura Santiago Larcamon, alias “El Goma”, uno de los fundadores de la movida local e integrantes del grupo platense “La Cuerda”, un espacio donde todos los domingos unas 50 personas se juntan en la zona de 48 y 115, cerca de las facultades, para despuntar con sus tambores el vicio de una colorida y antiquísima pasión llamada candombe.
Como tantos, ellos comenzaron su historia a fines del 2001, cuando la crisis del país pedía a gritos lugares de contención para aquellos que se quedaban sin trabajo y sin esperanzas. “La Cuerda fue un espacio para todas aquellas personas que quedaron destrozadas por la crisis -cuenta-. Comenzó siendo un lugar de apoyo, de encuentro, y hoy es más o menos lo mismo pero con mucha más gente. No sólo nos juntamos
a ensayar los domingos. También tocamos en eventos, en desfiles. Somos parte de una movida que viene en pleno crecimiento. Y no sólo en la ciudad, sino en todo el país”.
Patrimonio de todos
El candombe, ritmo de origen africano que llegó a América del Sur de la mano del comercio de esclavos, entre mediados del siglo XVIII y comienzos del XIX, y que en Uruguay se desarrolló y evolucionó hacia nuevas formas, fue declarado el 29 de septiembre pasado Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanida por un comité de la Unesco reunido en Abu Dhabi, el mismo lugar donde en los próximos días Estudiantes jugará el Mundial de Clubes.
La inclusión del candombe en la “lista representativa” de la que, también desde el 29 de septiembre, forma parte el tango, respondió a una propuesta de Uruguay, en la que se destacó su “valor como “espacio sociocultural” y por ser una “práctica comunitaria”. Caracterizado por
su ritmo de tambores y tamboriles, el género tiene su epicentro rioplatense en Montevideo, aunque su influencia se reconoce en no pocas expresiones musicales que tienen su origen en Buenos Aires.
La historia de Santiago con el candombe comenzó a principios de la década pasada, cuando su amor por la percusión lo llevó hasta
Montevideo para presenciar las tradicionales llamadas. “Ahí me enamoré completamente del ritmo”, confiesa quien ahora es un referente
del candombe local y uno de los grandes maestros en la fabricación de tambores artesanales.
La historia del candombe, que en nuestra ciudad cuenta con una media docena de grupos y moviliza a cientos de personas, tiene sus personajes bien marcados y definidos.
Está la mama vieja, que con su blusa y pollera de volados representa a la ama de llaves de las residencias del Montevideo colonial.
También está el gramillero, que simboliza al curandero que curaba con hierbas o gramillas en los viejos tiempos. Otro personaje infaltable en una comparsa de candombe es el escobero, que con su escoba realiza verdaderos malabares según lo marque el ritmo de los tambores.
“Esos personajes son más visibles en las comparsas de Montevideo y no tanto en las de acá”, apunta Santiago, quien igual aclara que su grupo La Cuerda conserva el cuerpo de baile y las llamadas fantasías, que no son más que el porta estandarte con estrellas, medias lunas y el agite de banderas.
A diferencia del fastuoso Carnaval de Río, donde abundan las cámaras y los flashes de las fotos, el carnaval montevideano no está concebido para la exportación mediática o la explotación turística.
Es masivo pero sin querer serlo, y, naturalmente hostil al poder, invita a la transgresión y la sátira conservando siempre el encanto de lo auténticamente popular.
Originado a partir de influencias de ritmos africanos, el género se fue desarrollando en el Río de la Plata debido a la gran afluencia de negros
esclavos durante la época colonial. Con el correr del siglo XX el candombe fue dejando paulatinamente de ser una característica exclusiva de
los afrouruguayos para pasar a ser un rasgo de identidad de la cultura rioplatense.
Si bien su ritmo es original de la actual Angola, de donde fue llevado a Sudamérica durante los siglos XVII y XVIII por personas que habían sido
vendidas como esclavos en los reinos de Kongo, Anziqua, Nyongo, Luango y otros, a tratantes de esclavos principalmente portugueses, el candombe como tal es bien rioplatense y adquirió su actual fisonomía en Barrio Sur y Palermo de Montevideo durante los siglos XIX y XX.
Los mismos portadores culturales del candombe colonizaron Brasil (sobre todo en la zona de Salvador de Bahía) y Cuba, pero las distintas historias que siguieron estas dos regiones separaron el tronco común originario y le dieron origen a diversos ritmos hermanados en la distancia. Fue en las grandes barriadas negras de Montevideo donde esta música se mantuvo viva.
“En Montevideo se lo vive de una manera muy especial, y culturalmente su práctica está mucho más avanzada que la nuestra -explica Santiago-, pero de todas maneras de a poco vamos entendiendo el sentir del ritmo y cada vez son más los grupos locales que representan esa idiosincrasia e identidad que es propia de los candomberos”.
Esa idiosincrasia, como explica Santiago, es saber compatibilizar los toques y darle forma a lo que es particular del candombe rioplatense, su formación de tres tambores: el chico, el repique y el piano.
Así, durante los fines de semana cada vez es más común ver las cuerdas de tambores agrupadas en clubes de barrio, plazas públicas y esquinas de la Ciudad. Los candomberos suelen compartir esos espacios con los murguistas, que aunque no sean lo mismo luchan junto a ellos por forjar una identidad de ritmo y colores propios.
Tanto unos como otros, en definitiva, representan el sentir de una pasión. La misma pasión que, a principios del siglo pasado y del otro lado del Río de la Plata, sintieron las comparsas de negros que se dejaron subyugar por la danza y el sonar de los tambores.
Los personajes de un ritual
La comparsa del candombe reviste un carácter de ritual y entraña un simbolismo religioso muy profundo, ya que proviene de las ceremonias
que se celebraban en la época colonial. La comparsa, en realidad, es la agrupación que congrega a los personajes típicos del candombe como lo son La Mama Vieja, El Gramillero y El escobero y un numeroso cuerpo de baile representado por bailarines de ambos sexos.
Cada uno tiene una función y una vestimenta que representa su carácter dentro de la comparsa. La mama vieja, por ejemplo, representa a la
ama de llaves de las residencias del Montevideo Colonial. Viste blusa y pollera amplia que por lo general es de color banco, con muchos volados y se acompaña con abanico y sombrilla.
El gramillero, por su parte, representa al brujo o curandero que curaba con hierbas o gramillas. Está representado por un viejo de barba blanca, usa frac (tradicionalmente de color negro), galera, bastón y porta un maletín con hierbas medicinales.
Este personaje incluye en su danza temblequeos y contorsiones que simbolizan la incorporación de espíritus - alegoría de carácter religioso-. Esta representación es esencialmente pantomímica.
El escobero representa al “bastonero” de la tribu africana. Realiza malabarismos con una pequeña escoba, viste con delantales de cuero y lleva colgados cascabeles y espejitos.
El cuerpo de baile, en tanto, está integrado por hombres y mujeres. Por su belleza y simpatía algunas jóvenes bailarinas se convierten en verdaderas vedettes, presentándose con lujosas vestimentas con plumas, gasas y piedras de colores. A los personajes típicos y bailarines que vibran al compás de las Cuerda de Tambores, se les unen otros que portan símbolos infaltables y de gran colorido como el porta estandarte con estrellas, medias lunas y el agite de banderas.
Celebrar y reclamar
Ritmo, trajes de colores, baile y percusión. Las murgas independientes hace tiempo que salen a la calle para reclamar que se vuelva a instaurar el lunes y martes de carnaval como feriado nacional.
Hasta 1976, hay que decir, los lunes y martes de carnaval eran feriados en todo el país. Tres meses después de haber asumido, en junio de 1976, la Junta Militar impuso la ley 21.329, que eliminó los feriados de carnaval del calendario.
La época de gloria de las murgas se puede ubicar en las décadas del 50 y del 60. En ese momento nacieron y se consolidaron algunas de las más famosas y reconocidas, que incluso hoy, muchos años después, todavía se encuentran en actividad, como “Los Pegotes de Florida”, murgueros desde 1925. A mediados de los años 90 las murgas volvieron a la actividad, y, con ellas, los desfiles de carnaval por las calles y avenidas tanto de la capital federal como de nuestra ciudad.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE a esta promo especial
Para comentar suscribite haciendo click aquí