Buenos actores desperdiciados

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

UN SUEÑO POSIBLE, de John Lee Hancock.- Película tonta y poco creíble, pese a que dice inspirarse en una historia real. Sin gracia ni encanto. Inverosímil, demagógica, sensiblera, apela a los peores recursos para contarnos de la tenacidad y las buenas intenciones de una señora republicana, de buen pasar y perfecta familia, que un día, atacada de solidaridad, decide hacerse cargo de un joven negro grandote, analfabeto y abandonado. Lo mete en su casa, le da todos los gustos y al final logra elevarlo como crack futbolero. Es tan artificial y enaltecedor todo, que este cuento de hadas convoca más la indignación que al reconocimiento. Gente buenísima (no sólo esa familia, también los profesores, el entrenador, etc.) que adopta ese negro callado con una naturalidad mayúscula. El jefe del hogar es de no creer, los hijos igual, pero nadie puede igualar el amor de esta buena señora, que es capaz de postergar hijos y marido, para consagrarse al cuidado de este grandulón tocado por la buena suerte. Tramposo y pesado, el filme tiene una sola cualidad: la presencia de Sandra Bullock, que transforma en cine hasta el plano más anodino. (** REGULAR).

SIN GRACIA

¿Y DONDE ESTAN LOS MORGAN? de Marc Lawrence.- La gente del interior es tosca, pero buena, íntegra y sabia. Los de la ciudad son inútiles, temerosos y artificiosos. Otra película que apela a este rudimentario y transitado esquema para lanzarnos una gastada moraleja sobre la segunda oportunidad en el amor. Esta vez los protagonistas son los Morgan, matrimonio a punto de derrumbarse. Como ellos, sin querer, han presenciado un crimen, pasan a ser testigos protegidos. Y son enviados, con nueva identidad, a un pueblito perdido en Wyoming. Y allí, forasteros al fin, se encontrarán con buena gente, tosca y franca, que les dará la chance de cultivar nuevas costumbres, abandonar la coquetería presuntuosa de la gran ciudad y, de paso, hacer las paces. Es uno de esos films sin sorpresas, donde todo, absolutamente todo, se ve venir. Arranca con algunos apuntes de interés pero después apela a lugares comunes. No tiene gracia ni suspenso. Encima, entre los Morgan no hay química: Sarah Parker no aporta nada de nada. Y Hugh Grant, buen comediante, luce incómodo entre tantas tonterías. (** REGULAR).

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