Pegados a la computadora para acompañar a sus familiares en medio del terremoto

Las familias Nishida y Nagahashi son de La Plata y sufren por sus familiares nipones

Eliana Nagahashi tiene 20 años y nació en La Plata, pero desde 2009 se fue a vivir a Japón, la tierra de sus abuelos, para estudiar administración de empresas en la Universidad de Agricultura de Tokio. En febrero viajó a nuestra ciudad para reencontrarse y pasar unas semanas con su madre, Mioko Takahashi, y ayer las dos, en la tranquilidad de su casa de Romero y frente a las imágenes terribles y casi cinematográficas que les mostraba la tele, no podían despegar las manos de la computadora para saber lo que ocurría tanto en Tokio como en Ibaraki, una ciudad del centro del país donde reside la mayoría de sus familiares.

"Gracias a Dios que esto pasó con mi hija acá -decía Mioko en su casa de 520 y 170-, sino el sufrimiento hubiese sido mucho peor, insoportable". Al lado de su madre, Eliana controlaba el celular e iba siguiendo en su pantalla táctil las imágenes que, segundo a segundo, sus compañeros de estudio allá en Tokio iban subiendo a Facebook.

"Esta todo cortado menos internet -explicaba Eliana-. Ya no tienen luz ni gas, y me cuentan que está haciendo un frío terrible. Se presumía que algo de esto podía pasar, porque antes de venirme, en la pensión donde vivo, nos dejaron para cada departamento una caja especial en caso de emergencias. La caja tenía agua, linterna y algunos elementos básicos, cosas para tener si se producía un sismo".

OTRO CASO

Otra de las platenses que ayer sufría por la suerte de sus familiares japoneses era Claudia Nishida de Yamawaki, cuya madre Hiroko llegó a estas tierras proveniente de Akita, una ciudad ubicada hacia el norte de Japón, cuando tenía apenas cuatro años. Claudia se crió y armó su familia en La Plata, pero su vínculo con los familiares japoneses -la mayoría primos- hacía que el de ayer fuese un día de angustia, incertidumbre y estupor.

"No puedo soltar la computadora -decía con perplejidad-. Estoy conectada todo el tiempo y las cosas que me cuentan mis seres queridos son terribles. No tienen luz, gas ni agua. En Nagasaki también tengo familiares pero ellos están un poco mejor. Sin ningún servicio pero todavía no debieron ser evacuados".

Claudia tuvo la oportunidad de conocer Japón hace cinco años, cuando viajó a Tokio por una beca de canto, y tanto su pasado familiar como su historia actual la unen a ese país. "El hijo de mi cuñada, Yuka Yamawaki, está ahora en Japón -relataba-, pero por suerte se comunicó y estaba bien. El está más hacia el sur, en un lugar donde se sintió el terremoto pero no con la magnitud que lo hizo en el norte".

INCERTIDUMBRE

Mientras internet se volvía el único puente de comunicación entre las familias de allá y de acá y las fotos que desde Japón se iban subiendo a las redes sociales parecían multiplicarse con el correr de los minutos, Eliana no podía salir de su asombro por lo que veía tanto en la tele como en la pequeña pantalla de su celular.

"Me enteré a las ocho de la mañana y todavía no lo puedo creer -contaba-. Me quedé helada, porque si bien podía imaginar que un sismo era algo posible, tal vez previsible, nunca pensé que iba a alcanzar esta magnitud. Creo que esto nadie se lo imaginó".

En rigor, la estadía de Eliana en nuestra ciudad tiene fecha límite en abril, época en la que, teóricamente, debe emprender el regreso a Japón para retomar sus estudios. "Mis clases comienzan el mes que viene pero ahora no se qué va a pasar", se preguntaba, todavía sorprendida por las imágenes que veía llegar del otro lado del mundo. A su lado, mucho más cerca, su madre Mioko era un cúmulo de nervios y angustia por la suerte de sus familiares pero, a la vez, un agradecimiento interminable al destino por tener a su hija en La Plata el día que, allá en Japón, la tierra se sacudió.

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