Fisiones y ficciones

La fisión y la desaparición de esas historias que contábamos de chicos. Las leyendas que ya no son. Los mitos muertos. Revivir el pasado. Volver a los miedosPor JOSÉ SUPERA

"Ya casi no se movía de su silla de anciano, y un día cuando el poniente teñía de púrpura el majestuoso propileo de aquel edificio engarzado entre los sombríos eucaliptos... sostenido por los indios, apareció Incayal allá arriba, en la escalera monumental: se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, hizo un ademán al sol, otro larguísimo al sur; habló palabras desconocidas y en el crepúsculo, la sombra agobiada de ese viejo Señor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un mundo".

Y cuando los medios le dieron la espalda el Hombre Gato se disolvió y murió en el ostracismo como una estrella olvidada de TV

El naturalista italiano y secretario de Francisco "Perito" Moreno, Clemente Onelli, no pudo creer lo que veían sus ojos. Ni él ni todos los que estaban allí esa tarde. Un hombre, un cacique, para ellos un indio desconocido y maldito, rezando en tehuelche en las escaleras, el sol del atardecer dorándole apenas la piel, volviéndolo leyenda, y él agradeciéndole a ese sol con un gesto para todos extraño, pero también con otro gesto de agradecimiento en dirección hacia el sur, hacia su madre tierra, porque ya se había arrancado las ropas con sus propias manos, ya no pertenecía a nadie más que al sol y a su tierra y a todos sus dioses. Y justo antes del anochecer, el cacique Incayal, se desvaneció para siempre, se volvió nada y todo a la vez. Dicen que la leyenda fue en 1888. El lugar: las escaleras del Museo de Ciencias Naturales del Bosque. El cacique Incayal era uno de los aborígenes patagónicos prisioneros en la Campaña del Desierto y "salvado" por Perito Moreno para ir a vivir debajo del Museo y trabajar en la terminación del mismo. Vivía ahí con sus mujeres e hijas pero fue el último en morir. Desde el día de su desaparición, comenzaron a ocurrir cosas extrañas en el museo. Susurros, libros que caían de estantes, puertas que se golpeaban, que se cerraban de golpe, pero por sobre todas las cosas, el alma en pena, la voz en tehuelche vagando por esos pasillos circulares, escondiéndose en los rincones, volviendo a aparecer, esa voz que no pudieron ni van a poder apagar. Flotando, viviendo.

Ahora soplemos los libros del pasado, desempolvemos leyendas y mitos. Tomemos del cáliz de la fantasía y llenemos nuestro espíritu con historias de fantasmas, de misterios sin resolver. Cuentos malditos a la luz de las velas o de las linternas o de los celulares. Los tiempos pueden cambiar pero el origen del miedo es el mismo. Entonces volvamos a las fuentes, volvamos a abrir nuestros propios libros. Carguémosle crédito a nuestro niño anterior e interior. Carguemos que hoy hay promo duplicate: Entonces niño interior y adulto presente, dos al precio de uno, y todo con el sabor del encuentro, pero consumir responsablemente y no quedarse siempre en lo pasado-pisado, ir y volver, como una autopista que nos lleva y nos trae todo el tiempo.

Y saltemos en el tiempo. De 1888 a 1920. En el mismo lugar, en el museo. Pero otra historia que también es leyenda. Pero ahora que ya le cargó saldo a su niño interior no voy a andar dando vueltas para que siga derechito por estas líneas leyendo y creyendo. Directo a los bifes voy a ir. Siéntese alrededor de esta fogata. Escuche lo que le voy a contar. Como le dije fue allá por 1920. Habían llegado al país los primeros sarcófagos con momias provenientes de Egipto. De ahí a nuestro Museo, de ahí directo y sin escalas al Bosque. El entonces director, Luis María Torres, dio orden expresa de abrir esos sarcófagos para estudiar su antigüedad. Abrieron y ahí dentro encontraron a las momias. A los pocos días se lo vio desmejorado, transpiraba todo el tiempo. Pálido y en silencio y ojeroso, seguía yendo a trabajar todos los días. "Parecía un fantasma", solían decir sus compañeros de entonces. Tuvo que renunciar al poco tiempo. La maldi..., perdón, el cargo, fue tomado entonces por el botánico Augusto C. Scala, que a las pocas semanas murió de un fulminante ataque al corazón. Los sarcófagos se habían abierto. La maldición flotaba ya invisible por el aire. Dos ayudantes apellidados Gaggero y Coñoel sufrieron extrañas enfermedades acompañadas de parálisis. Los diarios de la época confirmaron que uno de los empleados de limpieza que se encargaba especialmente de la sala donde se alojaban los sarcófagos, también fue tocado por la varita trágica y murió de formas no muy claras.

Y ya más acá, un 4 de agosto 1984, este mismo diario, tituló y destapó el sarcófago de una nueva leyenda. Pero nada de hombre cacique desapareciendo ni momias malditas. Esta vez era el Hombre Gato. Un extraño sujeto atacó a un joven en Brandsen. "Fue un martes a la noche, yo venía de la casa de mi abuela. Era tarde y vi que detrás de mí venía una persona. (...) Maulló muy fuerte, con voz gruesa. Empezó a pegarme trompadas y a rasguñarme la cara". Eso denunció un joven de 23 años en Brandsen. Y entonces empezó la locura pero también la leyenda. Los medios empezaron a hacerse eco de los maullidos. A ver: Lo que se sabía entonces era que había un hombre que aparecía por la zona de Brandsen. Que arañaba las puertas con uñas de metal o algo parecido. Que saltaba de techo en techo. Que caía desde los árboles como una sombra maldita. Que perseguía. Que arañaba. Que maullaba. Que era un enfermo mental que se había escapado de un loquero. Y culparon a un karateca de los ataques. Y el karateca salió en los diarios diciendo "Yo no soy el hombre gato". En la nota daba la cara para que lo reconozcan. Y entonces se dijeron más cosas del Hombre Gato. Que ahora había aparecido por el barrio de El Dique. Que atacaba a los vecinos saltando de los techos. Una cuadrilla de policías buscándolo. Vecinos alerta. Paranoia. Que era alto, ágil, con una destreza y fuerza sobrehumanas. Empezó a atacar en varias zonas del Gran Buenos Aires con escasas horas de diferencias. Se dijo que no era el Hombre Gato sino los Hombres Gatos que pertenecerían a una secta umbanda que había bajado de Brasil. Hasta que un día no se dijo nada más y el Hombre Gato desapareció. Era como si necesitara de la prensa para aparecer, como si su verdadero móvil fuera el estrellato, un Gato que quería salir en todos los medios. Y cuando los medios le dieron la espalda el Hombre Gato se disolvió y murió en el ostracismo como una estrella olvidada de TV.

Y cuenta la leyenda que hace poco, muy pocos días, el 1ero de enero de 2012, algo apareció en las profundidades del Lago del Paseo del Bosque de nuestra Ciudad. El agua verde brillando de sol. Algo emergiendo, una piel rugosa, de reptil. Un movimiento arqueado, primero la trompa, después el lomo, por último la cola, metiéndose otra vez en el agua, desapareciendo en el brillo. Y una joven y su madre que ahí estaban viéndolo todo, saliendo enseguida del lago, intentándoles explicar lo que vieron a la gente que no lo cree, a los que les habían alquilado el bicibote, que se les reían en la cara. Y este mismo diario tituló: Versiones sobre un reptil en el Lago del Bosque. Puede consultar la nota si lo desea. Es nueva. Por ahí hasta le consigue el recorte del diario y usted forma parte de este nueva leyenda.

Su saldo actual de niño interior es de 1.000 palabras.

Y entonces mejor ir cerrando ya porque se nos acaba la historia. Porque ya tenemos que ir volviendo otra vez a nuestra propia realidad, que nada tiene de leyenda ni de mito. A pagar nuestras cuentas, a autorizar órdenes, a trabajar todos los santos días, a escuchar ese despertador, a dejar de soñar, que ya es tarde para seguir soñando, porque ya no somos lo que éramos, ahora crecimos y aprendimos y lo sabemos todo y todo lo solucionamos, y que no nos vengan con que hay cosas que no pueden explicarse porque todo pero todo tiene una explicación científica y racional, y si no la tiene, nos lavamos las manos diciendo que es la fe, pero donde no entre ni la fe ni la razón, ahí hay un límite pequeño, un línea divisoria, como un crepúsculo que no es ni una cosa ni otra, ni el día ni la noche. Y ahí estarán ustedes viajando a otra dimensión, una dimensión no sólo visual y sonora, sino también mental. Un viaje al maravilloso mundo de la imaginación. Su próxima parada, la dimensión desconocida.

Su saldo actual de niño interior es insuficiente.

Fuente: misteriosdelaplata.blogspot.com

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