Que los números cierren

     En el siglo XXI, la identidad no es el color de una camiseta. Puede ser blanca con una franja azul marino al pecho, verde flúo, anaranjada o plateada con vivos fucsias. Importa ganar y que los números cierren.
     A esta altura del partido, hay cosas más importantes que decidir donde se juega un partido de fútbol. Todas las canchas son iguales, miden más o menos 103 por 68. Ya está hablado. Hay que ganar, pero lo importante es que los números cierren.
     Y como solo importa que los números cierren para que el club sea solamente once hombres con colores extraños jugando en cualquier lado (pero hay que ganar), tal vez un buen camino sea desprenderse de bienes ociosos donde solamente crece el pasto o vender un inmueble en una ubicación estratégica. Total, hay que ganar. Aunque un 4 suplente cueste en un año lo mismo que un monoambiente.
     Ya que estamos, para que invertir en la cantera, si los jugadores se consiguen ya hechos en el mercado. Entonces, ¿para que gastar tiempo y esfuerzo en formar pibes? Los pibes que crezcan en otro lado, hay que comprar. Así, se siguen achicando costos. Lo importante es que los números cierren...
     ¿Y por qué no apuntar a otros mercados, a otro "target"? El marketing apunta al éxito. Ser un abc1, lo que todos soñamos. Con esa gente diferente/Yo me codeo ... que tipo inteligente...Tal vez haya que cambiar el perfil, cambiar el humo de los choris por un fashion tercer tiempo. ¿Será una locura fusionarse algún día con otro club, más de gente como uno? Y...si los números cierran...
     
     Tranquilos. Es una ficción. Un delirio de enero en las inquietas teclas de una Samsung. Jamás va a suceder. Pero...sin colores, sin cancha, sin club...
     ¿Qué nos une?, se preguntaría el hincha.


     "Cada vez más lejos de nuestras tierras, cada vez menos parecidos a nosotros mismos. Si hasta el color de las camisetas se había borrado con el tiempo, señor, con las lavadas, con la tierra de los potreros inmundos donde teníamos que ir a jugar, señor, nosotros, que habíamos sabido del césped verde y el olor del césped verde recién cortado, señor..."(Roberto Fontanarrosa, "Los últimos salileros")