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El artista que se ve como "un obrero del canto coral"

Luis Clemente ha forjado una larga trayectoria al frente de dos coros emblemáticos de la Ciudad: el Universitario y del Teatro Argentino. Dice que a la música le falta apoyo de todo tipo, fundamentalmente del sector privadoPor MARCELO ORTALE

El artista que se ve como "un obrero del canto coral"

Luis Clemente

20 de Mayo de 2012 | 00:00

Con sus 32 años a cargo del Coro Universitario de La Plata -al que ingresó en 1968 como coreuta- y con dieciocho al frente del coro del Teatro Argentino, es el director con más larga trayectoria en ambos conjuntos. Pero no se empina: "me encanta pensar que soy un obrero del canto coral", dice Luis Clemente, para quien la función no sólo no ha terminado sino que está grávida de proyectos.

Clic para ampliar"Es verdad que el retiro siempre se aproxima, pero siento que falta mucho. Además, hay obras grandes que, por uno u otro motivo, nunca pude interpretar. Hace unos días hablábamos con el maestro Roberto Ruiz y coincidimos en que nos gustaría hacer la Misa en Mí Menor de Bach. Son obras de largo aliento que van quedando allí".

Vive sobre diagonal 80, a metros de plaza San Martín, en pleno centro platense. Es un departamento de estilo francés con mansarda, de tres pisos altos, construido en 1924, tan antiguo como decorado con distinción. "No necesito auto en este lugar, uno está cerca de todas partes. La mayor parte de estos objetos son heredados de mi familia".

El abuelo nació en Almería, España, y se vino a principios del siglo pasado a Tandil donde cultivó papa. Le fue bien y volvió a Almería donde compró un cortijo. Allí nació su padre, Francisco Clemente, y les seguía yendo bien, hasta que llegó la guerra civil.

Cuenta que su padre fue reclutado por los republicanos y que peleó hasta el final, los tres años. Volvió ya de novio con quien sería la madre de Luis, la también española Emilia Zamora, con la que tuvo dos hijos más, y volvieron a Tandil, donde aún hoy los hermanos del músico cultivan papa. Allí, entre las sierras, Luis se recibió de profesor de piano y a los 14 años ya cantaba en el coro municipal de su ciudad.

Pero como no estaba convencido de que la música fuera su profesión, Luis se vino a La Plata a estudiar arquitectura, graduándose en 1978 en la Universidad Nacional. Una amiga suya, Nora Eguía, contará después que "le llevó el título a sus padres e hizo la mejor obra que podría haber hecho como arquitecto: proyectó la casa de su madre, donde viven los suyos en Tandil".

Pero estaba ya inscripto en el Coro Universitario y como coreuta realizó giras por Italia, España, Alemania y Austria, hasta que en 1975 ingresó por concurso al coro del Teatro Argentino, para convertirse poco después en asistente de dirección y director interino. Mientras tanto, fundó el coro del club Gimnasia y Esgrima, fue profesor de música -"viajaba en el frío de las mañanas"- en escuelas de Chascomús y Berazategui y en 1980 le ofrecieron la dirección del Coro Universitario a instancias del maestro Ruiz.

Como director también participó en las giras internacionales del coro por Italia, España y Venezuela. Entre 1985 y 2001 fue director titular del coro estable del Teatro Argentino con el que participó en los principales títulos del repertorio lírico y sinfónico. Además de los múltiples premios recibidos, es miembro fundador de la Asociación Argentina de la Música Coral, coordinador de la dirección de estudios del Teatro Argentino entre 2002 y 2003, para desempeñarse actualmente como Maestro Interno del mismo teatro.

Maestro, usted vivió el incendio del Teatro. ¿Qué sintió entonces?

"Desesperación. Yo vivía en la esquina de diagonal 79 y 6. Estaba por recibirme. Vivía en un piso 16 y sentí muchas sirenas de bomberos, a media tarde. Vi la columna de humo saliendo del techo del Argentino, bajé y fui corriendo. Y llegué cuando se desplomaba el techo. Estuve retirando ropas y otros elementos, al día siguiente. Estuve en todos los actos que se hicieron por la reconstrucción. Eran tiempos bravos, estaba el gobierno militar, recibimos amenazas. Siempre digo que fue providencial que los elencos hayan encontrado el cine Rocha, porque esa transición fue la que nos permitió ingresar actuando al teatro nuevo. Si no hubiera sido así, tendríamos que haber arrancado de cero".

¿Se asimiló pronto al nuevo teatro?

Sí, yo amaba al otro, pero al nuevo lo ansiaba y me gustó de entrada. Por eso digo que debo retirarme muy despacio. Si puedo, no irme de golpe. Hay demasiado amor y demasiada vida puesta en el teatro.

¿De dónde viene en la historia humana la idea de un coro?

"Viene del teatro griego. El coro era el que comentaba acerca de la tragedia principal. Pero también supongo que estuvo la actitud gregaria de cantar juntos. Ahora bien, las primeras composiciones corales son religiosas, de la edad media, los cantos gregorianos.

En su condición de director, ¿usted recuerda haber tenido un concierto perfecto?

"Nunca tuve un concierto perfecto. Si yo dijera que sí, dejaría de ser artista. Hemos tenido, sí, alegrías compartidas al finalizar muchos conciertos. En un coro no hay actitudes solitarias, sino sentimientos compartidos. Y además el público es el que dice también si el concierto fue bueno o malo".

¿Cuándo está más nervioso, cuando dirige a su coro, como ocurre en los recitales, o cuando su coro está solo en el escenario y es dirigido por otro?

"Cuando estoy afuera y no puedo hacer casi nada. Es enorme la zozobra que se siente en bambalinas".

Usted se dará cuenta si un registro desafina, si son los tenores o las sopranos las que desafinan...

"Claro que sí. Pero un buen director sabe también individualizar a un solo coreuta, cuando este desafina".

¿Usted es de los que se enoja con los dirigidos? ¿Llega a levantarles la voz, a insultarlos como Toscanini?

"Cada vez me enojo menos. Como tengo ojos claros, puedo poner la mirada muy fija y ese es el reto. Mirar fijamente al que se equivoca. Con eso suele alcanzar".

La carrera artística es muy sacrificada...

"Sí, creo que la más dura es la de los bailarines. Y después viene el cantante solista. Ambos ponen el cuerpo".

El coro Universitario cumple su setenta aniversario este año...

"Así es. Tenemos varios encuentros corales programados. Empezaremos el 25 de mayo. Y en septiembre, que es el mes fundacional, haremos un espectáculo muy original en el Pasaje Rocha, con la intervención de los coros Universitario de Tucumán, de la Universidad Nacional del Sur, del de San Juan y el de Rosario".

¿Cuál es su opinión sobre la música?

"La música es vehículo de cultura..."

¿Es un vehículo autosuficiente?

"No, le faltan apoyos de todo tipo. Vea, las giras son importantes para un coro. Y ya no se pueden hacer, es imposible afrontar el costo. Pero antes se hacían a pulmón en buena medida. A nosotros la Universidad nos apoya, pero faltan más recursos económicos. Y no es el Estado el que debe allegarlos, es el sector privado, las empresas. Así ocurre en los países más desarrollados. La comunidad, las fuerzas vivas tienen que apoyarla".

Pero La Plata es una ciudad musical, de muchos coros. ¿no es así?

"Hay más de cien coros. Las tres ciudades más corales del país son La Plata, Córdoba y Rosario. Por lo pronto, la Legislatura la declaró hace poco como capital provincial del canto coral".

Una pregunta que es abarcativa tanto de los músicos como de los coristas. ¿ellos miran realmente al director de la orquesta o al del coro? A veces pareciera que no miran...

"Yo siempre dije que los músicos profesionales miran de reojo... parece que no miran, pero miran. En cambio los coristas, cuando parece que no miran... es porque no miran. Esto se nota más en los coros vocacionales. Algunos coristas usan la partitura como muletilla... clavan los ojos en ella y no miran al director".

**********

"El coro es un sentimiento colectivo...", dice Clemente. En su memoria y en su sensibilidad está vigente el recuerdo de los maestros que lo precedieron al frente del Coro Universitario: Rodolfo Kubic, Edberto Bozzini, Oriente Monreal, Carlos Larrumbe, Virtú Maragno, Roberto Ruiz, José Antonio Gallo y Graciela Plancic. Ellos también dirigen con él. Y allí cerca también está su entrañable Teatro Argentino, en donde vivió diferentes etapas, desde el incendio y el exilio hasta la sala moderna. Allí, el obrero artista sigue trabajando, con su bajo perfil, sin admitir que, de pleno derecho, es uno de los mayores referentes de la cultura platense.

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