Princesa de amores imposibles

ESCENA DEL FILME “DIANA, LA PRINCESA DEL PUEBLO”

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

“DIANA, LA PRINCESA DEL PUEBLO”.- Es cierto, no cuenta todo lo que se podía contar, es parcial y simplificada, pero lo que cuenta lo cuenta bien. El filme se impuso límites: no ir más allá de la historia de un amor imposible, aunque imaginando que ese romance con el cardiocirujano paquistaní era el gran amor de una princesa sin amor. Muestra una Diana sola, enamoradiza, vulnerable, buena y voluble. Sin Carlos, sin pompa, sin la realeza, con sus hijos lejos. El personaje daba para mucho, sobre todo para poder escarbar en las tortuosas relaciones entre ella y la reina, entre Diana y su marido infiel, entre Diana y la celebridad, entre lo que era y lo que simbolizaba. El filme no retrata a fondo esta mujer tan bella, tan poderosa y tan abandonada, que no tuvo ni un amor ni una familia. Se ocupa solamente de ese romance arrebatador que floreció en los dos últimos años de Diana, cuando ya Carlos no estaba y en la residencia eran más los silencios que los sueños. Y lo hace ajustándose al tono y al formato de un melodrama triste y elegante, que no evita las frases hechas ni las escenas convencionales y que nos recuerda algo que el cine ha contado muchas veces: que el amor suele capitular ante el peso las diferencias, sociales, económicas, religiosas y culturales. Su amor es el cardiocirujano pakistaní Hasnat Kahn, que la ama pero la deja para no enfrentar a su madre y para no poner su carrera bajo los focos de un mundo de lujo y oropel tan distinto al suyo. Está Diana, sus lágrimas, sus viajes, su manejo de la prensa, sus escapadas. Y su plan final: aparecer junto al millonario Dodi Al Fayed, sólo para darle celos a este pakistaní pollerudo que sufría pero se iba en amagues. ¿Habrá sido así? Buen trabajo de Naomi Wats, comienzo prometedor, relato ágil y una pincelazos algo acaramelados pero vendedores sobre los momentos finales de esta señora que abandonó a Carlos “porque éramos un matrimonio de tres… y eso es demasiado”. Dirigió Oliver Hirschbiegel, el de “La Caída” (el final de Hitler), a esta altura, un especialista en retratar últimos días. (*** BUENA) .

ENTRAR ES FACIL, PERO…

“EL ABOGADO DEL CRIMEN”.- Un abogado que atraviesa problemas económicos se mete en el mundo del narcotráfico cuando acepta actuar como escolta de un cargamento de droga que proviene de la frontera mexicana a los Estados Unidos. Claro, cuando quiere escaparse comprende que en al mundo de la droga es fácil entrar pero difícil salir. Este es el punto de partida de este “film noir” de Ridley Scott, extravagante y discursivo. El libro es de Cormac McCarthy (No hay lugar para los débiles, “La carretera”) un escritor que no da salidas y que envuelve a sus criaturas en los pliegues de un fatalismo oscuro. Hay más palabras y sorpresas que acción, es vertiginosa, excéntrica y sus personajes no van más allá del estereotipo al borde de la caricatura. El filme es retorcido, tiene sangre, pero no pasa de ser un juego confuso y disparatado al que ni siquiera su cambios de escenario (Estados Unidos, México, Amsterdam, Londres) ni su fuerte elenco (Michael Fassbender, Brad Pitt, Cameron diaz, Javier Bardem, Penélope Cruz) consiguen darle vid a este desfile de tipos divagantes que se la pasan recitando citas y consejos y que acaban siendo más llamativos que interesantes. (** ½)

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