La Chica del Sur de José Luis García


José Luis García cuenta en el comienzo de La chica del Sur que por motivo de una convención de partidos de izquierda viaja en 1989 a Corea del Norte. Allí con su VHS compacta graba algunas imágenes. Se encuentra con la historia de Im Su-kyong, una chica surcoreana que viaja al norte a proclamar la unión entre los pueblos, comunistas y capitalistas, prometiendo volver a pie por la frontera más custodiada del mundo. Luego el director afirma que no supo más nada de ella.

 Las casualidades del viaje y lo excepcional del personaje empiezan a prometer un reencuentro fascinante. Allí es cuando la película comienza a desmoronarse. El documentalista ni a través de sus herramientas, ni del lenguaje, ni de su mirada o su sensibilidad logra encontrar o crear algo nuevo o atractivo en el personaje. Se cuenta al pasar que la televisión norcoreana ya había hecho un documental sobre esta chica. Entonces nos preguntamos, ¿qué tendrá de especial este documental para que se justifique que no salgamos corriendo a ver aquel otro?

Este vacío existente en la segunda parte empieza a atribuírsele al personaje como ocurría en Cándido López, Los Campos de Batalla. Allí el director le da lecciones en cámara a un pobre borrachín del Paraguay, corrigiéndolo en una frase mal pronunciada de Francisco Solano López. Así como en aquel documental se dificultaba encontrarle sentido a la búsqueda plástica de reproducir los cuadros de Cándido López poniendo la cámara en escaleras tan altas como tontas, aquí también se pierde el sentido y no se sabe qué es lo significativo; si la política, si un posible amor, si el personaje como tal, si el director, si la tragedia personal.

En un momento dado, la voz en off nos anuncia que en esa última cena antes de regresar desde Corea se “desató la tormenta”. Y lo único que vemos es a Im Su-kyong levantándole la voz a su madre. Allí nos damos cuenta que sin dudas es un documental fallido: se fue a buscar algo, no se lo encontró, y con lo que se encontró no se pudo hacer nada, ya que ni con la voz en off se nos logra convencer de algo que jamás sucede.

Tarnation (2003), de Jonathan Caouette, es oro puro para un nuevo documentalista. Un genial archivo del director de niño en monólogos frente a cámara sobre su super problemática vida.  Cuando este crece y decide darle un cierre en ese mismo formato, falla, no le sale ser tan creativo y sincero como cuando niño. Entonces lo terrible no es, esta vez, las tragedias familiares. Sino la pérdida de la juventud, de la creatividad. Son tragedia las frustraciones y el paso del tiempo.

Un caso paradigmático es el corto Single (1970) de Alberto Yaccelini realizado en el marco de la vieja carrera de Cine de la UNLP. El director intenta hacer un documental sobre el reconocido singlista de remo Alberto Demiddi. Pero al encontrarse con una persona bastante distante termina saliendo todo mal. Lejos de culpar al personaje en cuestión el corto se transforma en un fascinante razonamiento sobre la propia práctica del documental, un filosofar entre imágenes descartables y entrevistas al equipo técnico que terminan aventurando un dictamen poético sobre el propio director.  

Porque al cine no le interesa solamente si una obra puede fallar o  no, sino que también le interesa la mirada artística sobre ese fallido. 


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