“A mí la música me agarró de las pestañas”
| 14 de Abril de 2013 | 00:00

Por MARCELO ORTALE
“A mí la música me agarró de las pestañas. Tuve la suerte de crecer con un piano en mi casa: mi padre cantaba y tocaba piano, al igual que mi hermana mayor Amalia, que era pianista. Me mandaron a estudiar canto, que es lo que yo quería, a los 9 años. Aprendí a leer música a esa edad. Antes, siendo muy chiquita, yo le pedía a Amalia -que todavía vive, tiene 92 años- que me ayudara a subir al taburete para poder llegar al teclado”.
De la voz, de los gestos, de los ojos de María Gondell sale música a raudales. Todo en ella y en su departamento de la avenida 53 es musical. Y ahora sus ojos brillan más cuando habla del Conservatorio Gilardo Gilardi -donde es profesora de canto- cuyo subsuelo quedó bajo dos metros de agua en la reciente inundación. “Hay varios pianos afectados, instrumentos de percusión, atriles, bafles, consolas, micrófonos. Están secando los pianos con secadores de pelo de mujer, con ventiladores. Están trabajando todos, empleados, profesores, me emociona completamente. Ahora llamaron a gente especializada para intentar salvar mejor ese patrimonio”.
Nació y vivió su infancia y la primera juventud en la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay. Su padre fue José Gondell (nacido en Betanzos, gallego de La Coruña pero con apellido de origen catalán). Tuvo una casa de ropa -la Casa Gondell- “pero era totalmente filántropo y la perdió”. Su madre, Rosita Garibaldi, maestra, nacida en Concepción, fundadora de la escuela pública conocida allá como “la de Bezzi”. Después cursaría el secundario también en su ciudad, pero ya con la música y el canto pidiéndole más lugar en su vida. La imagen del padre, aficionado a la música, reaparecerá en muchos de sus recuerdos.
Finalmente, cuando se recibió de maestra -”porque había que recibirse, sí o sí”- se vino a estudiar canto en la entonces Escuela Superior de Bellas Artes. Aquí estudió, entre otras grandes, con la profesora Carmela Giuliano y egresó como profesora superior. Muy pronto ganó la beca de perfeccionamiento otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Allí se especializó en repertorio francés y alemán.
Fue patrocinada por el gobierno francés para realizar estudios de perfeccionamiento de canto en París y grabó en la Radio y Televisión Francesa (ORTEF), ofreciendo conciertos de canto en la Maison de l’Allemagne en la Cité des Arts de París.
A partir de allí inició una muy rica carrera como cantante de cámara con numerosas actuaciones en los mejores escenarios de la lírica. En el Teatro Argentino de La Plata actuó en distintos roles en las óperas “ La Flauta Mágica “ de Mozart, “Carmen” de Bizet, “La serva padrona” de Pergolesi, “Le Astuzie Femminile” de Cimarosa, “Orfeo y Eurídice” de Gluck y “Orfeo” de Monteverdi, entre otras.
También actuó en los teatros Odeón, Astengo y El Círculo de Rosario y el Teatro Auditorio de Mar del Plata, invitada por el Mozarteum Argentino.
Fue dirigida por los maestros Gianni Rinaldi, Mariano Drago, Carlos Berardi, Antonio Russo, Juan Carlos Zorzi, Mario Peruso y Mario Scarabino, entre otros. Actuó en los años 1991, 1992 y 1993 en el Salón Dorado del Teatro Colón de Buenos Aires, bajo la dirección de Susana Frangi, con la Orquesta de Cámara de dicho teatro.
Fue integrante del Cuarteto Vocal de Cámara de La Plata conjuntamente con la contralto Silvia Scollo, el tenor Antonio Bugallo y su marido el barítono Lino Bugallo . Posteriormente integró el cuarteto la mezzosoprano Estela Catalá. Realizó más de 400 conciertos de cámara y oratorios en La Plata y en diversas ciudades de la Argentina. Desde 1965 y hasta el año 1976 integró como solista la Cantoría Ars Nova de La Plata, bajo la dirección del maestro Raúl Carpinetti.
Pero desde enero de 1977 y por cuatro años, actuó en los teatros de San Telmo en el espectáculo “De cuplés y cupletistas” con enorme éxito, junto a Jaime Bauzá como charlista y la pianista Susana Frangi, quien a los pocos meses debió viajar a la ciudad de Caracas y fue reemplazada por Amelia Bozzolo.
“Las salas se llenaban noche a noche. Venían figuras muy conocidas, como Mirta Legrand, Manuel Mujica Láinez, Duillo Marzo, Julia Von Grolman. Con el cuplé gané dinero y pude comprarme un departamento. Eso me hace sonreír, porque estudié y actué tantos años en la música clásica, pero fueron esas canciones madrileñas las que me dieron el gran espaldarazo”.
¿Cuándo cantó por primera vez frente a un público?
“Canté siempre en la escuela, en los actos escolares. Imitaba a Libertad Lamarque... Pero con mi padre una vez fuimos a un bar y allí cantamos, era muy chiquita. Después, en el secundario tuve un profesor uruguayo, don Luis Arambarri, que era un santo. Vino a Concepción, se enamoró de una uruguayense -porque así nos llamamos los nacidos allá- y se quedó en la ciudad para siempre. Un día me escuchó y me dijo “pero usted Gondell canta muy lindo” así que canté en las grandes veladas del Colegio Nacional de allá. Después una empresa que se llamaba El Sportsman me contrató para que cantara por la radio todos los domingos. Me pagaban 100 pesos por cada audición. Mi madre decía “pero esta chica con 15 años de edad gana más que como yo que soy maestra”.
¿Qué hizo con los primeros 100 pesos que ganó?
“Me compré una valija de cuero de cerdo, que era pesadísima. Yo sabía que cuando me recibiera de maestra vendría para La Plata a estudiar canto”.
¿Qué significó para usted el hecho de saber música desde tan joven?
“Saber música te abre las puertas para ir a jugar”.
¿Cómo la recibió la Escuela Superior de Bellas Artes?
“Vine muy jovencita. Y antes de que empezara el curso fui a visitar el edificio de 7 y 60. Entré y vi dos estatuas: el Moisés de Miguel Angel y la Venus de Milo, estaba fascinada. Caminaba y de pronto escuché un pianito sonando. Fui a esa sala, golpeé y allí había una mujer tocando el piano. “Qué quiere m’hijita”, me dijo. Era Matilde Quijano. ¿Usted sabe cantar?, me preguntó. Al día siguiente tomaban el examen de ingreso. Me hizo vocalizar. Me dio algunos consejos y al día siguiente rendí frente a un jurado que daba miedo. Tres mujeres viejas, sentadas. Empecé a cantar, había un silencio de sepulcro. ¡Y me pusieron 10!”.
¿Quién fue su modelo a imitar, a quién admiró más?
“La española Victoria de los Angeles. Tenía una voz celestial”.
¿A qué otros músicos admiró?
“A tantos... Fui alumna de Gilardo Gilardi. Era un poco serio y entonces no eran pocos los estudiantes que intentaban esquivarlo. A mi me resultó un hombre enriquecedor, con una mente muy generosa. No dejaba de enseñarte nada de lo mucho que sabía”.
¿Cómo se puede definir al cuplé?
“El cuplé no tiene explicación ni definición. En todo caso, diría que es el arte de la sugerencia. Es música madrileña. Una vez alguien me dijo: ‘María, tu cantas demasiado bien, tienes formación clásica. Te sugiero que para el cuplé no cantes demasiado bien’. Con Jaime Bauzá que disertaba entre canción y canción tuvimos un éxito arrasador. Tanto que abrimos una suerte de función simultánea -”Recuerdos Picarescos”- en la que junto a mi cantaron Silvia Scollo, Carlos Ruiz y Lino Bugallo. El charlista también era Bauzá, la pianista Amelia Bozzolo y la puesta en escena fue de Jorge Peirano. Yo no quería que el público hiciera eso, pero me regalaban mantillas, collares de plata, la gente se emocionaba mucho”.
Es profesora ahora y desde hace muchos años...
“Sí, me encanta serlo. Soy una profesora exigente, pero no soy un monstruo. Mi preocupación esencial es que los alumnos amen a la música. A veces me preocupa pensar que deberé retirarme. Y una vez le comuniqué esa preocupación a Inda Ledesma. Le dije, Inda, yo no quiero dejar de dar clases. A lo mejor me dirán que no vaya más. Entonces ella me dijo: Mirá María, vos disfrazate de otra y entrá como si tal cosa”.
¿Cuál es su opinión sobre la valoración que los gobiernos y la propia sociedad hacen de la música?
“Se la sigue considerando como un arte decorativo. Un cantante clásico dona mucha parte de su carrera, quiero decir que canta gratis en muchísimas ocasiones. Cuando tienen que pagarle un cachet -que es lo que corresponde- lo piensan mil años, buscan la forma de demorar ese pago. Claro que no se comportan así cuando se trata de cantantes extranjeros”.
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Los mejores críticos musicales no fueron avaros a la hora de elogiarla. Así, el renombrado Ernesto Schoo escribió en el diario La Opinión : “María Gondell es una cantante que a una voz espléndida suma hermosura, gracia y un sentido delirante y muy fino del humor (...) logra el milagro de transformarse física y hasta anímicamente en cada una de aquellas divettes: La Bella Otero , la Meller .y en ningún momento deja de ser ella misma: una excéntrica que puede asomarse al disparate paródico. Una comediante, una actriz dramática”. El escritor y compositor Osvaldo Sosa Cordero la incluyó en su libro “Historia de las varietés en Buenos Aires”. Y en Madrid, el diario “El País” dijo en su edición del 5 de abril de 1977: “María Gondell, de profesión tonadillera, está consiguiendo en colaboración la pianista Amelia Bozzolo y el charlista Jaime Bauzá, la irresistible ascensión del cuplé en Buenos Aires”.
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