La muerte de Videla y la condición humana

EL EX DICTADOR JORGE RAFAEL VIDELA

Por PEPE ELIASCHEV

Twitter: @peliaschev

En sí misma, la muerte no hace peor ni mejor a nadie. Puede, en todo caso, ayudar a redimensionar una vida, pero es muy poco probable que esa existencia cambie de sentido al fallecimiento de una persona y modifique la impronta dejada a su paso por la Tierra. Esta verdad es pertinente en el caso del ex general Jorge Rafael Videla, que murió esta semana a los 87 años y fue presidente de facto de la Argentina entre 1976 y 1981, como cabeza de la Junta de Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, enjuiciadas, procesadas y condenadas por el gobierno del presidente Raúl Alfonsín.

A propósito de esta persona y su época, quiero compartir con los lectores de EL DIA una historia personal. No implica ningún mérito personal, es sencillamente un avatar más de una extensa carrera en el oficio de periodista, pero lo cierto es que tuve la oportunidad de conocer y entrevistar a Videla, cuando él era el poderoso presidente de la Argentina.

CASUALIDADES

Paradojas de la vida, yo era sólo un periodista exiliado. Videla no me conocía, ni tenía por qué a ese perfectamente anónimo cronista que se sentó junto a él en 1977. Yo era redactor de la agencia de noticias más grande del mundo, The Associated Press, cuando se produjo la firma de los Tratados del Canal de Panamá entre el presidente norteamericano Jimmy Carter y el presidente panameño Omar Torrijos, en una cumbre especial y extraordinaria en Washington, en septiembre de ese año. Pocos años más tarde, esos históricos tratados habrían de permitir que Panamá recuperara plena soberanía sobre la zona del Canal ocupada por los Estados Unidos desde la construcción de esa vía entre los océanos Atlántico y Pacífico.

Fue una semana inolvidable para mí como joven periodista radicado en Nueva York, por el nerviosismo y ansiedad que me suscitaron haber sido designado por la agencia, cuya sede mundial está en Manhattan, para cubrir la firma de los tratados Carter-Torrijos, pero ignoraba que al llegar a Washington encontraría que la Argentina participaba de esta reunión en Washington con la presencia de Videla, que ya en 1977 era claramente singularizado, por la administración Carter, como cabeza de uno de los regímenes más groseramente violadores de los derechos humanos.

En aquellos años, la todavía poderosa Unión Soviética nada decía de la represión en la Argentina, mientras que los dirigentes del Partido Comunista argentino recorrían los Estados Unidos para plantear que Videla representaba el ala democrática de la Junta Militar y que había que apoyarlo para hacer frente a los “verdaderos” fascistas, como Suárez Mason y otros tantos esbirros que participaron de aquel régimen.

Para presenciar la firma de los tratados viajaron a Washington personajes importantísimos. Por de pronto, estaba Henry Kissinger, el hombre que como secretario de Estado bajo el liderazgo del presidente Richard Nixon había preparado todos los detalles previos para que los Estados Unidos se retiraran de la zona del Canal de Panamá. Impresionante sería mi sorpresa cuando en el aeropuerto de Washington vi a Torrijos, que venía de Panamá, bajar del avión junto a un conocido escritor sudamericano ataviado con una guayabera roja. Era Gabriel García Márquez, íntimo amigo del general Torrijos. Pero en el escenario de ese enorme episodio internacional, se me presentó la oportunidad para participar de un encuentro periodístico muy especial.

ENCUENTRO

La embajada argentina en Washington, a través de Hernán Massini Escurra, agregado de prensa del embajador Jorge Aja Espil durante la dictadura militar, organizó un encuentro con Videla en las afueras de Washington DC, al que invitó sólo a las agencias internacionales de noticia. Fuimos cuatro agencias, cuatro periodistas. The Associated Press, United Press International, France Presse y ANSA.

La reunión fue en un hotel en el estado de Virginia, cerca de la capital de los Estados Unidos, y ahí Massini Ezcurra nos presentó a un hombre jovial, engominado, sonriente y vestido de civil. Era “el presidente Videla”, como se hacía llamar el general Videla. The Associated Press era y es la agencia más grande del mundo y ahí estaba yo en 1977, con 32 años, frente al hombre que encabezaba una dictadura sangrienta y feroz. Y le dije: “General Videla: en el mundo entero se están publicando noticias de feroces violaciones a los derechos humanos y de una cantidad desconocida de desaparecidos en la Argentina. ¿Qué es lo que ustedes van a hacer y qué me puede responder respecto del tema de los desaparecidos?”. Ese septiembre de 1977, la respuesta de Videla, que al día siguiente recogió prácticamente integra la primera plana del diario La Nación de Buenos Aires, fue “Estamos tratando de recuperar el control de todas las fuerzas lanzadas a la lucha”. No me olvidaré nunca de esa respuesta, la recuerdo de memoria a lo largo de las décadas. “Estamos tra-tan-do de re-cu-pe-rar el con-trol de to-das las fuerzas lanza-das a la lucha”.

DESCONTROL

Con esa frase me quedó claro que, un año y medio después de haber comenzado el régimen militar, el control se había perdido y lo que Videla llamaba “las fuerzas lanzadas a la lucha”, eran –precisamente- las organizaciones militares, policiales, paramilitares y parapoliciales que estaban sembrando la muerte, el horror, la desaparición y los secuestros en todo el territorio argentino. Ese hombre acicalado, perfumado, muy bien afeitado y engominado era el titular de ese régimen. Esta anécdota tiene varias y variadas consecuencias. En la Argentina se sabía muy poco, claro. Pero en todo mundo civilizado, en 1977, ya era mucho lo que se venía publicando sobre los horrores de aquel régimen y quienes estábamos exiliados en muchas partes del mundo (México, España, Estados Unidos, Canadá y muchos países de Europa Occidental), veníamos denunciando y publicando noticias sobre lo que sucedía en la Argentina, esa época en que la Unión Soviética no condenaba el régimen argentino y el Partido Comunista apoyaba calurosamente al gobierno de Videla.

MEDIOCRIDADES

Pero ahora que murió, ¿qué fue Videla? ¿Un ideólogo? No fue un ideólogo. No lo fue por razones muy elementales, era un hombre muy pedestre, esquemático y de muy bajo nivel cultural. ¿Fue un cobarde? Hasta cierto punto sí, y en cierto sentido no. Videla sabía lo que sucedía en el país y contaba con cierto pero muy acotado poder, pero en verdad, mucho de ese poder que creía tener, no lo tenía. La dictadura militar, instaurada con fuerte apoyo civil en 1976, fue una estructura anónima en donde se feudalizó el poder. Los señores de la guerra manejaban ciudades, regiones y zonas del país, sin que nadie tuviese, como el mismo Videla confesaba, el control efectivo desde la cima del poder. Jimmy Carter y el gobierno y Congreso de los Estados Unidos venían llevando adelante una audaz y corajuda agenda en defensa de los derechos humanos. El régimen militar argentino fue castigado duramente por los Estados Unidos por violador de esos derechos.

La mediocridad de Videla nunca fue un misterio y cuando finalmente la justicia llegó y el gobierno democrático lo detuvo, procesó, juzgó y condenó, termino refugiándose en un mar de religiosidad. Mientras escribía mi libro “Los Hombres del Juicio”, que es la historia del juicio a las juntas militares, tuve oportunidad de escuchar a todos los jueces de la Cámara Federal que juzgó a los ex comandantes y, sobre todo, al fiscal Julio Strassera, quienes aportaron el relato de lo que hacía y no hacía Videla durante las audiencias. Aquel Videla del juicio a las Juntas no contestaba ni respondía las imputaciones. Se dedicaba simplemente a leer textos religiosos. Su catolicismo fue muy pragmático porque le permitió deshacerse de responsabilidades, tal como hizo conmigo en 1977, como si el control de la represión no fuera una obligación de un presidente de la Nación

VERDADES

En ese juicio se demostró verdaderamente lo que había acontecido en la Argentina, no sólo de 1976 a 1983, sino también antes de 1976. En tal sentido, Videla no fue lo más importante, ni el más importante. Fue una triste pieza de un régimen esencialmente enfrentado con toda normativa legal, ajeno al más elemental respeto por los seres humanos. Fue parte de una Argentina que se había desbarrancado mucho antes de 1976 y que años después siguió sin acertar el camino de respeto por la ley y el orden democrático.

Videla fue un patético personaje, un hombre esencialmente menor, una anécdota pequeña en el océano de la historia, pero fue el símbolo de una época terrible de la Argentina. EL 9 de diciembre de 1985, la Cámara de Apelaciones en lo Criminal Federal (integrada por León Carlos Arslanian, Andrés D’Alessio, Ricardo Gil Lavedra, Guillermo Ledesma, Jorge Edwin Torlasco y Jorge Valerga Araoz, con Julio César Strassera como fiscal), lo condenó como “autor responsable de dieciséis homicidios agravados por alevosía, en concurso real con homicidio agravado por alevosía y por el concurso de tres personas, por lo menos, reiterado en cincuenta oportunidades; en concurso real con privación ilegal de la libertad agravada por amenazas y violencias, reiterados en trescientos seis oportunidades; en concurso real con tormentos, reiterado en noventa y tres oportunidades; en concurso real con tormentos seguidos de muerte, reiterado en cuatro oportunidades; en concurso real con robo, reiterado en veintiséis oportunidades”. ¿La pena? Reclusión perpetua, inhabilitación absoluta perpetua, accesorias legales, accesoria de destitución, y pago de las costas. Fue indultado a fines de 1990 por el presidente Carlos Menem, electo un año antes como candidato del Partido Justicialista, volvió a ser detenido en 2008, tras ser nuevamente encausado. Murió en la cárcel.

Haberlo conocido como periodista me da una visión diferente. Me permite comprobar que a menudo, la superficialidad de lo perverso es tan asombrosa que cuando se conocen de cerca a los protagonistas de ese “mal”, se toma conciencia de cuan esencialmente vulnerable y frágil es la llamada condición humana.


www.pepeeliaschev.com

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