Antes de dar el salto, Giorgi estuvo a prueba en La Plata

En junio del año pasado, la italiana Camila Giorgi pasó de ser una gran promesa del tenis a estar en boca de muchos a partir de su destacada actuación en Wimbledon. De la mano, se popularizó la historia de su padre Sergio, nacido en La Plata y ex combatiente en Malvinas, quien se puso al frente de la carrera de su hija y la empujó hasta que desembarcó en el circuito de la WTA.

El buen desempeño por entonces de la chica, nacida el 31 de diciembre de 1991 en Macerata, sirvió de excusa para “descubrir” al padre, a partir de su condición de platense, y ahondar en las aristas más salientes de su vida, marcada puntualmente por la Guerra.

El domingo 1 de julio de 2012, este diario publicaba un mano a mano con Sergio Giorgi, titulado “De soldado en Malvinas a padre y entrenador exitoso en Wimbledon”, en el que profundizaba sobre sus años en nuestra ciudad, pasando por Malvinas, hasta que se “mudó” a Italia y formó su familia.

El apellido Giorgi, desde entonces, no pasó desapercibido cada vez que Camila se presentó en el circuito femenino mundial. Y aunque en esta temporada los resultados no la acompañaron como esperaba, su reciente actuación en el US Open, donde llegó hasta la cuarta ronda, la volvió a poner en la consideración del “mundo tenis”. Y, esta vez, sirvió de excusa para saber más de ella.

Tanto que, al buscar, salieron a la luz aquellas jornadas de entrenamiento que realizó en La Plata, cuando apenas era un proyecto de jugadora. Y recién se empezaba a hablar de las grandes condiciones que tenía.

“A fines de septiembre de 2009, Camila vino con su padre a La Plata y entrenó tanto en el Club La Vía como en Diego Rivera”, recordó el profesor de tenis Marcelo Blasco, quien estuvo en cancha frente a frente con Giorgi.

“Cuando llegó al club me llamó la atención que era muy callada y que tenía un físico imponente para ser tan chica. Contrastaba con el padre, que hablaba mucho y daba muchas indicaciones”, explicó Blasco.

Y agregó: “Pese a que fueron dos días de entrenamiento nada más, Camila mostró que tenía condiciones muy importantes. Primero, era muy obediente y hacía todo lo que se le pedía. Pero además, tenía una gran variedad de golpes y, por sobre todas las cosas, una gran potencia al momento de impactar la pelota”.

“Me acuerdo que algunas personas que vieron el primer entrenamiento se quedaron sorprendidas por lo fuerte que le pegaba a la pelota siendo tan chica. Era llamativo realmente”, continuó.

Aquellos ensayos se concretaron a fin de constatar las condiciones de Camila Giorgi, a pedido de los responsables de la destacada academia de tenis de Tandil, que tiene como cabezas a Raúl Pérez Roldán y Eduardo Infante. A través de ellos, por entonces, Sergio Giorgi volvió a su ciudad natal, se contactó con Blasco y sumó un eslabón más a la cadena que Camila había iniciado, con la intención de hacerse notar en el tenis.

De paso, ella conoció nuestra ciudad y pudo refrescar, en persona, mucho de lo que su padre le había contado de sus años aquí.

“Me sorprendió lo bien que Camila se llevaba con el castellano. Uno podía hablarle o darle cualquier indicación en la cancha y entendía perfectamente”, concluyó Blasco.

Tras superar con creces aquella prueba, Camila se llevó su tenis hasta Tandil con la intención de seguir creciendo. Años después, cada paso dado fue conformando una carrera, esa que ya tuvo algunos destellos importantes, pero que aspira a más.