Leandro Sangiacomo

Numerosas expresiones de pesar provocó el fallecimiento, ocurrido a los 67 años, de Leandro Sangiacomo, destacado martillero con fuertes lazos en nuestra ciudad.

Descendiente de antiguos apellidos de La Plata y de General Belgrano, había nacido en esta ciudad el 12 de noviembre de 1947. Sus padres fueron el escribano Ricardo Sangiacomo, dirigente desarrollista que fue diputado y senador y que de desenvolvió también como vicepresidente del club Estudiantes, y la profesora Raquel Brocchi.

Su infancia y juventud transcurrieron entre una casona de la calle 43 habitada por una gran familia que incluyó abuelos, tíos y hermanos, y la quinta familiar de Villa Elisa.

Ambos ámbitos fueron, durante varias generaciones, centros de reunión y de acaloradas charlas en torno a la política o el fútbol.

Sangiacomo cursó la escuela primaria en la Anexa y la educación secundaria entre el Colegio Nacional “Rafael Hernández” y el Instituto “Belgrano” de City Bell y no bien egresó de los estudios se dedicó a la actividad inmobiliaria, que desarrolló, con permanentes muestras de generosidad, valores éticos y un reconocido don de gentes, hasta jubilarse.

Asimismo, durante una década, dirigió el desaparecido Tennis Ranch, donde pudo desplegar una de sus grandes pasiones: el deporte. Fue un amante de la actividad física y además de tenis, practicó equitación y fútbol, y conformó, junto a su grupo de amigos más cercanos, el equipo El Silencio.

En 1973, contrajo matrimonio con Norita Losio y construyó con ella una familia ejemplar que completó la llegada de los tres hijos: Axel, Tiziana y Franco.

Una vez casado vivió, sucesivamente, en Villa Elisa, Gonnet y City Bell. Finalmente, trasladó su hogar a la localidad de Wilde, donde se integró con un enorme cariño a la familia de su mujer. No obstante el cambio en el lugar de residencia, mantuvo siempre su apego a la Ciudad, tanto que regresaba semanalmente.

Para el descanso y el contacto con la naturaleza, ya sea en verano como en invierno y durante más de treinta años, su refugio fue la casa de Cariló.

Profundamente entregado a los suyos y a la amistad; leal, alegre y de principios; mostró una particular vehemencia en cada iniciativa que emprendió.

Diligente y comprometido, fue respetado por sus cualidades humanas y su calidez en los diversos círculos sociales a los que se vinculó y en los que cosechó numerosas amistades.

Fue, además, un hincha albirrojo y siguió con fervor la trayectoria del equipo platense.

Encontró en sus cuatro nietos, Joaquín, Paloma, Marco y Juan Martín, todo el amor que se le puede brindar a un abuelo.

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