Bailar en la calle, llorar en el taller

STEP UP: LA REVOLUCION HOY A LAS 22 POR CINECANAL

Por AMILCAR MORETTI

Previo a las fiestas de fin de año hay que elegir entre la argentina “Crisálidas”, película argentina hecha en Saladillo estrenada a mediados del 2010, y “Step up: la revolución”, norteamericana en Miami, estrenada el año pasado, la cuarta de cinco realizadas sobre una de las variantes del baile callejero vinculadas con lo gimnástico. Creo que todo es válido y no depende de la habilidad o destreza corporal sino de la libertad imaginativa para contar un conflicto (alegre o trágico) de la condición humana. Acaso este estilo de películas de bailes acrobáticos y gimnásticos callejeros deriven de “Fama”, de 1980, filmada por el inglés Alan Parker y que aquí vino bien a la última dictadura militar e impresionó en materia musical y de danza con formas no muy difundidas. La siguió “Flashdance”, de 1983, de otro británico, Adryan Lynn (”9 semanas y media”), con una actriz llamada Jennifer Beals (hoy un bastante olvidada), imitada aún en Argentina y parte del mundo por muchachas que sueñan con ser bailarinas.

Empiezo con “Step Up: la revolución”, la que va más tarde. El argumento habla de chica rica con padre magnate que quiere demoler todo el barrio de Miami donde habitan los bailanteros (clase baja, no apreciada en la realidad) para hacer uno de sus negocios inmobiliarios. Como oposición y resistencia, con la ayuda de la propia hija del inversionista, los chicos copan las calles con sus llamados “flahsmobs”, representaciones que aparecen y desaparecen a manera de guerrilla. La idealización no debe importar porque si se toma de manera adolescente pierde su disfrute la seguidillas de escenas de danza entre el balet, el circo, la acrobacia, la gimnasia y el atletismo, más la incidencia de formas callejeras como el hip-hop. Según se ve hoy no solo en Estados Unidos sino también en Grecia, España, Italia o Francia, la policía disolvería la ocupación de la calle con violencia, bastonazos, patadas, balas de goma y gases.

La cuestión son las escenas bailadas. ¿Qué dirían Astaire, Gene Kelly, Fosse o Michael Jackson no se sabe? Pero imagino que los tres primeros dirían, bueno, “está bien, es la manera de ustedes, pero no se trata solo de destreza física sino de contar un conflicto serio (alegre o doloroso) a través del movimiento”. Sin eso, no hay nada, ni siquiera en Astaire o Fosse. Con atraso cultural en talleres de danza “popular” se continúa aquí con una repetición rústica de Fosse, sin tener en cuenta que en nivel no académico son necesarios tipos como Vincent Minnelli o Stanley Donen en el cine musical, grandes talentos que expresen cosas serias a través de movimientos, colores y sonidos. Lars von Trier hizo un musical sobre la pena de muerte en Estados Unidos, “Bailarina en la oscuridad”, con la islandesa Björk, que casi nadie quiso ver, y el australiano Baz Luhrmann hizo con “Moulin Rouge” un intento de fusión de todas las formas musicales y pocos entendieron algo.

En “Step Up: la revolución” llama la atención la amplitud de las escenas musicales pero queda la sospecha de que se trata de una forma semillena de acrobacia, gimnasio y barra. Fosse debiera dejar de ser aquí una coreografía a imitar mal pero tampoco se trata de cultivar sin imaginación y drama a “Hairspray” o Footloose”.

A las 22 por Cinecanal

Cinco mujeres que no bailan

Filmada en Saladillo y con la organización espontánea y esforzada de una agrupación denominada Cine con Vecinos, en el 2009 Julio Midú y Fabio Junco presentaron “Crisálidas”, que para ese entonces completó las dos docenas de producciones económicas y vecinales hechas en digital, y de las muy pocas que llegaron al circuito comercial en una sala de Buenos Aires. Se trata de cinco mujeres de diferentes edades que trabajan en un taller y que llevan en esas condiciones y en su espacio pueblerino una serie de frustraciones y problemáticas que las mantiene dentro de la “normalidad” del lugar común social pero con una insatisfacción que parece desbordar la común “miseria neurótica” de cualquier individuo discretamente insertado.

“Crisálidas” cuenta con la participación de cinco intérpretes: Natalia Di Gruccio, Viviana Esains, Florencia Midú, Yeny Mieres y Marcela Moscatello. Lo que alcanza relieve es el registro de un interior del país (no la “Argentina profunda”) que no coincide con la imagen de mundo del habitante de las grandes ciudades. También algunos momentos emotivos o tensos, que después diluyen en rutinas en una historia de vida que parece no tuviera o no supiera cómo sacar afuera lo más grave y oscuro, casi siempre silenciado. Nos pasa a todos, y también en Buenos Aires.

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