La desconocida obra periodística de José Hernández

Por ANGEL NUÑEZ

Distintas razones, incluso políticas, hicieron que no se atendiera debidamente la obra periodística de José Hernández, que entre 1859 y 1874 escribió en forma insistente en diarios de Paraná, Corrientes, Rosario, Buenos Aires y Montevideo.

Fundó y dirigió dos diarios: El Argentino de Paraná en 1863, y El Río de la Plata de Buenos Aires en 1869; este último lo cerró para ir a combatir en las tropas de López Jordán en su revolución antiurquicista. Esto muestra, como se ve, el tipo de compromiso entre vida e ideas del gran poeta.

Dirigió otros tres diarios –era su redactor, como se decía entonces--, El Nacional Argentino de Paraná en 1860, diario oficial de la Confederación Argentina con capital en esa ciudad, El Eco de Corrientes en 1867 y 68, --hasta su cierre cuando el gobierno nacional derroca al gobernador urquicista Evaristo López--; y también La Patria de Montevideo, donde estaba exiliado, en 1874.

En el siglo XIX los periódicos difundían las ideas filosóficas y políticas de los diversos sectores, y Hernández expresaba el nacionalismo federal constitucionalista de Urquiza en su lucha contra la conducción de Mitre y Sarmiento, que serían primero jefes políticos centralistas porteños, y luego presidentes de la Nación entre 1862 y 1874.

En su pensamiento político, Hernández formulaba una anatema contra la sangre que había corrido desde 1810 (Independencia y posteriormente dictadura de Rosas), y aspiraba a una unión federal de las provincias capaces de constituir un país. De esa interacción bajo el imperio de la Constitución, donde todos pudieran expresarse y aportar su creatividad, en paz y libertad, surgiría la Nación Argentina que anhelaba. Esta trilogía, “sangre, patria, Nación” sintetizaba su visión del pasado, su lucha del presente y sus esperanzas para el porvenir.

Caseros era para Hernández el hecho sufrido y sangriento que posibilitaba la apertura a superar la guerra civil; la Constitución era la norma ordenadora del país, y el general Urquiza el Organizador (así se lo llamó) que superaría las viejas facciones de tiempos pasados, el que inauguraba una nueva época.

Pero Hernández va viviendo la progresiva derrota de sus ideales: en la modificación de la Constitución en 1860 donde se impone el criterio unitario porteño; en la masacre de los caudillos del país interior, personificando en El Chacho Peñaloza las virtudes y el martirio de las provincias. Ello lo llevó a publicar su primera obra, un folleto que recogía sus artículos periodísticos titulado Rasgos biográficos del general don ángel V. Peñaloza en 1863.

Finalmente, vio en el derrocamiento de Evaristo López en Corrientes en 1868 –gobernador con el que colaboraba como Fiscal de Estado, en una región de influencia de Urquiza--, casi la derrota final del federalismo.

A lo largo de los años va descreyendo del Urquiza entregado en Pavón, e inactivo ante el ataque a las provincias interiores, e incluso a su misma región mesopotámica. Por eso cuando se produce la muerte del gran jefe entrerriano, se niega a denominarla “asesinato” como hace el presidente Sarmiento, y la caracteriza como resultado de un enfrentamiento político militar cuando el Caudillo se niega a ser apresado por los revolucionarios jordanistas.

Su siguiente actividad de escritos políticos es un análisis crítico de la actuación de Mitre como gobernador y presidente, y gestor de la guerra del Paraguay (Vida de Mitre. Rasgos biográficos de su vida política, 1874).

La edición de la Editorial Docencia de Buenos Aires del periodismo hernandiano en cinco volúmenes –además de su Obra Parlamentaria y otros escritos--, permitirá a los estudiosos analizar sus ideas filosóficas y políticas, aquí muy someramente bocetadas, para ubicarlas en el lugar que merecen en la historia del pensamiento argentino, junto a Alberdi y Gutiérrez, entre otros.

Porque no fue solamente el poeta del Martín Fierro, con toda la gloria que ello merece, sino también un periodista, un político y un soldado al servicio de sus ideales de patria.

Y para mayor elogio, Hernández fue el que bautizó con su nombre a la ciudad de La Plata.

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