Por los temporales en la Región, es récord demanda de techistas
| 16 de Febrero de 2014 | 00:00

Para los techos platenses, el cambio climático que se expresa cada vez con mayor frecuencia y brutalidad en vientos huracanados y diluvios intempestivos, representa un desafío inédito. Así lo confirman los especialistas locales en el rubro, quienes enfrentan por estos días un pico de demanda de sus servicios que se traduce en esperas de semanas, e incluso meses, para los sufridos vecinos.
Los recurrentes temporales aceleran la fatiga de los materiales, empujan hacia la obsolescencia estrategias constructivas de tiempos no tan lejanos y obligan a reformular cálculos acostumbrados: cargas, clavaderas, canaletas, están siendo reforzadas y ampliadas para recoger y encauzar cantidades de agua de las que no se registran antecedentes.
“En realidad, para que una cubierta tenga vida útil prolongada lo mejor es hacer las cosas bien, de acuerdo con las normas de construcción vigentes y con los materiales adecuados” aclara Jorge Padulo, quien construye y coloca techos en la Ciudad desde hace más de tres décadas: “pero desde hace unos diez años, más o menos, se observó cierto abaratamiento en la calidad de las terminaciones y una relajación en algunos recaudos básicos, porque total no pasaba nada y se zafaba. Ahora, eso no es suficiente”.
EL EFECTO DEL CLIMA
Padulo señala que “un techo con buen arte constructivo puede durar 50 años, y las chapas unos veinte”, pero observa que “eso no va a pasar si están apenas amuradas, apoyadas en los ladrillos o metidas un par de centímetros en las paredes; además, las cargas de ladrillo hueco suelen ser más vulnerables, y con lluvias persistentes y cambios de temperatura bruscos se abren grietas y fisuras”.
El experto considera que es recomendable instalar canaletas de mayor capacidad de conducción, “con más boquetas recolectoras”, y remitirse a algunas prácticas de antaño para “aggiornarlas” con los nuevos materiales disponibles. Según recordó, “los tirantes se ataban con un alambre galvanizado atado a alguno de los fierros del encadenado, lo que brindaba mayor estabilidad a los techos”.
“La demanda es importante; desde hace un año recibimos llamados y consultas todo el tiempo” admite Juan Leglise, un techista con treinta años en la actividad: “los turnos dependen del apuro del cliente y nuestras posibilidades; algunos se pueden acomodar, pero para un trabajo grande quizás tenga que esperarlos más de un mes”.
“La gente pide sobre todo reparaciones” agrega Leglise: “hay techos que nunca se llovían y no pudieron resistir las ultimas tormentas, y eso arranca un efecto dominó que paulatinamente termina generando humedad y fisuras por todas partes. Las chapas rajan las cargas, los vientos cruzados aflojan las clavaderas y hacen que el agua alcance todos los ángulos... es cada vez más complicado”.
“La vida útil de una superficie de membrana asfáltica, que se calculaba vigente por diez años, puede reducirse a la mitad si cae piedra o se expone a tormentas violentas” indica el especialista: “las canaletas que eran de diez por quince, pasan a ser de quince por veinte”.
El material más difundido en nuestro medio para la construcción de techos es la chapa de zinc acanalada y galvanizada, montada con clavos sobre tirantería de madera o metálica. Le siguen las tejas cerámicas. En el primero de los casos, la mayoría de las filtraciones está relacionada con los orificios que dejan las clavaderas.
Si bien la cabeza de cada clavo cuenta con un revestimiento de goma impermeable, las inclemencias del tiempo pueden removerla o desintegrarla lentamente. Por allí comienzan a ingresar las gotas de lluvia que escurren por el techo, horadando la madera y terminando por manchar y deshacer los cielorrasos.
En este sentido, la primera recomendación cuando se observan manchas de humedad en los techos es examinar cuidadosamente los clavos de fijación y reemplazar los que se hallen en mal estado; si el orificio preexistente se agrandó producto de la erosión, se puede rellenar con sellador siliconado antes de volver a colocarlos.
Además, se deben revisar periódicamente las canaletas, retirando el exceso de hojarasca y barro para que no se saturen y arrojen el agua nuevamente contra las paredes. Si las filtraciones se evidencian en las uniones de las chapas con el muro, una solución transitoria es sellar las grietas con los productos específicos que se comercializan a tal fin en las ferreterías y casas de materiales para construcción.
CAMBIAR MODALIDADES
“Hay más trabajo y requiere mayor responsabilidad; el cambio de clima te obliga a adaptarte, estudiar y cambiar la forma de trabajar” precisa Rafael Igoa, segunda generación de una familia de techistas con medio siglo de permanencia en La Plata que tiene la agenda cubierta al menos hasta dentro de un mes: “la dilatación de los materiales y el pico de agua de las tormentas modificó todos los cálculos”.
Igoa cree que “tiene que cambiar la forma de construir; hay chapas de once metros de largo cuando antes el máximo eran tres, están hechas con nuevas aleaciones y leen al instante los cambios bruscos de temperatura; estás parado sobre un techo en un día soleado y basta con que pase una nube para que empiecen a crujir. Por eso ya no se meten más en la pared, y conviene montarlas con selladores de poliuretano -mejores que los de silicona- que permitan la contracción y expansión sin dejar fisuras”.
A la hora de “emparchar”, el profesional opina que “si estamos ante un techo desgastado y no alcanza la plata para una renovación a fondo, la membrana es viable. Pero tiene que colocarla alguien que sepa algo del tema, cosas básicas como que no se usa un soplete convencional. Y si se cambian canaletas, se deben calcular las bajadas con el doble de diámetro del que tenían”.
Es la cantidad de años que puede durar “un techo con buen arte constructivo, y las chapas unos 20”, explican los especialistas. Sin embargo, advierten que en los últimos diez años se observa un “abaratamiento” en la calidad de las terminaciones y una “relajación” de recaudos básicos
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