“Un perro ayuda a una mejor integración en la sociedad”

Después de 14 años junto a Micky, el profesor César “Tato” Díaz - licenciado en Historia y doctor en Comunicación - intenta habituarse a la vida sin él. El lazarillo que lo acompañaba en casi todas sus rutinas se murió el 21 de marzo pasado, y dice - desde el otro lado del teléfono - que todavía se le llenan los ojos de lágrimas al recordarlo. Cuenta que toda su familia lo extraña y que lo consideraban un integrante más.

“Siempre soñé con tener un perro guía y cuando salió la posibilidad de Micky accedí gustoso. Tuve que aprender a manejarlo y también el perro me tuvo que aceptar. La idea es que se forme un equipo”, desliza Díaz, y cuenta que el lazarillo lo conducía hasta su escritorio de trabajo, y que con su compañía no debía preocuparse de encontrar puertas, aberturas o el aula de su clase, que cambiaba de un año a otro. El Labrador negro se encargaba de esa tarea. “Lo extraño profundamente. Al no tener perro guía estoy tratando de retomar el uso del bastón. Con Micky cruzar la plaza era una papa y ahora se me complica porque es un espacio abierto y no tengo referencia. Es una ayuda que no se puede describir con palabras. Algunos no quieren porque dicen que genera mucha dependencia”, comenta.

A César le entusiasma que funcione una escuela de perros guías en Argentina. Sin embargo, considera importante que el Estado intervenga para que los perros se entreguen de forma totalmente gratuita (“un ciego no tiene tanto dinero”) y se lleve un seguimiento del animal. Dice que las empresas privadas también podrían colaborar. “Para un ciego significa calidad de vida. Soy docente universitario y no tengo inconvenientes de relación, pero un perro ayuda a una mejor integración en la sociedad”.

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