Magia platense
| 2 de Agosto de 2014 | 00:00

Por CINTIA KEMELMAJER
-Vamos a aprovechar que acá está Cintia para practicar la mujer serruchada -dice Michel, y enciende la carcajada general. Es miércoles, son las nueve de la noche y estamos en uno de los salones de muestras del Centro Cultural Islas Malvinas. Hay doce personas sentadas en círculo en sillas de plástico. Si alguien los viera desde afuera del vidrio podría pensar que se trata de un grupo de alcohólicos anónimos o de ayuda para dejar de fumar, pero no: ellos son magos, y son parte del Centro Mágico Platense, el club que Michel, que hoy tiene 56 años, integra desde hace más de treinta.
“La magia es muy secretera, pero ¿quién puede aguantar un secreto mucho tiempo? Nadie. Por eso existen los clubes de magos, para compartirla –dice Michel, y todos asienten-. La magia genera esa necesidad de contarles a los colegas. Los profesionales somos los menos, la mayoría son aficionados”.
PUERTA DE ENTRADA
El ingreso al Centro Mágico Platense -fundado en 1958, el primero del país en estar legalmente constituido- no es fácil: existe un examen teórico-práctico. Hay que hablar un buen rato sobre magia con los socios, y por supuesto, mostrar lo que uno sabe hacer. Les pregunto si hubo bochados. Rosendo, que es informático, me mira y asiente en silencio. Ahora el que habla es Gustavo Guaragna, que cuando es mago se hace llamar “Hacker”. Adivine, ¿a qué se dedica Gustavo? Sí: encabeza una empresa de informática. Llegó la semana pasada de un viaje por Nueva York adonde participó de una convención de Microsoft y hasta conoció personalmente a Satya Nadella, el actual presidente de ese giganet conglomerado, de origen hindú, pero acá eso a nadie le importa. Queremos que cuente lo jugoso: que diga qué le pareció el show de magia que fue a ver de Steve Cohen, el norteamericano promocionado como “el mago de los millonarios”.
En La Plata, como ellos, hay más de sesenta magos profesionales -que cobran por hacer shows infantiles, para adultos y empresas-. Los hay especialistas en cartas, en hipnosis, mentalistas, ilusionistas y expertos en sombras chinescas, pero los magos, en la diversidad, también tienen cosas en común. Todos son un poco nerds –son capaces de pasar horas y horas solos practicando un truco- y no sólo son estudiosos y hábiles con las manos; el condimento infalible es la chispa. No hay otra: para ser mago se necesita tener carisma. Aunque sea el mejor truco del mundo, si se hace sin gracia, el público, en cuestión de segundos, desaparecerá.
MAGO FOR EXPORT
Cuando habla, Michel gesticula mucho con toda su cara: sonríe y el rostro se le convierte en una bola de músculos que se tensan. Cuenta que empezó a hacer magia solo, cuando tenía once años, casi por intuición. Lo dice, ahora, en el despacho de la fábrica “Vernet Magic”, su empresa de magia, emplazada en pleno barrio El Mondongo. Desde allí exporta el 95 por ciento de su producción de artículos de magia a Estados Unidos y Europa.
Originariamente, Vernet era una fábrica de artículos de plástico para magos de Córdoba. En el primer congreso en el que compitió el mago Michel –en noviembre de 1973-, ganó su primer premio, en la categoría “magia de cerca” y conoció al dueño original de la fábrica, el señor Vernet, cuando éste hacía su especialidad: el número de levitación. Después, le compró un producto de los que fabricaba.
En los ´90, Michel se enteró de que Vernet iba a vender su fábrica y se asoció con Greco, un mago amigo. Se fueron en auto hasta Córdoba, cargaron las máquinas que quedaban y compraron la firma. Así comenzó el sueño.
Hoy tienen un truco que es el artículo que más venden. Pero no será dicho en esta nota por estricto pedido de Michel, que mientras hacemos esta entrevista, cortará varias veces la charla para adivinar el signo zodiacal de esta cronista -a través de su especialidad, la técnica del mentalismo-, también unirá cuatro pañuelos de un soplido y hará lo propio con un mazo de cartas.
Michel, además, estudió Ciencias Económicas. Trabaja como mago desde los 14 años. En su casa tiene una biblioteca con más de siete mil libros de magia y entre otros productos, el catálogo de su negocio, Vernet Magic, incluye dedos falsos, billeteras, cartas, bolas, dedales, manos invisibles.
EL OBRERO DE LA MAGIA
Una valija de plástico gris enorme en su mano derecha, un parlante en la izquierda. Guillermo, de 47 años, cruza la puerta de vidrio de la casita de fiestas y se saca la campera: lleva puesta una levita color champagne y corbata al tano, pantalón y zapatos negros. Enchufa un micrófono al parlante: “Buenas tardes señoras y señores -anuncia-, les pido un fuerte aplauso porque va a comenzar... ¡el show del mago Guillermo!”. En la próxima hora, hará participar a casi todos en la fiesta, se mofará de tías y abuelas, hará desaparecer y aparecer alianzas, conejos, palomas, libros con fuego, cintas y hará formas extrañas con globos. Cuando termine, se llevará a su casa 650 pesos.
Empezó por hobbie a los 18. Hizo una presentación en el cumpleaños de una tía, y desde ahí lo contrataron familiares, amigos de familiares, y no frenó más. Su padrino artístico fue un amigo de su familia: Bernardo Teruggi, el director de orquesta, que también es aficionado a la magia. Hoy Guillermo hace un promedio de seis fiestas por semana y tiene tres espectáculos distintos. “La magia no pasa de moda porque nosotros no develamos los trucos -asegura-, aunque lo veas en YouTube no te sale, porque es práctica”. Está casado y tiene dos hijos que probaron la magia, pero no fue lo suyo. “La magia es entretener, llenar un espacio de ocio creativo. Pero además necesitás experiencia actoral, saber cómo pararte en escena –asegura él, experto-. Por suerte yo desde que nací te remo hasta el Titanic”.
En La Plata, el gremio de los magos, en pleno siglo XXI, todavía no tiene representantes mujeres
BIBLIOTECA ESCONDIDA
-Vení, te voy a mostrar algo- dice Greco... Agarra un manojo de llaves y me conduce por un pasillo oscuro hasta unas escaleras privadas del complejo del Centro Cultural Islas Malvinas. Subimos. Abre una puerta y devela el misterio: adentro hay cinco bibliotecas que pertenecen al Centro Mágico Platense. Detrás de sus vitrinas hay una infinidad de libros -en castellano y en inglés- ordenados según las siguientes categorías: lectura, mentalismo, magia para niños, magia general, monotemáticas, colección Tarbell, revistas, notas y conferencias. Greco busca la llave de una de las bibliotecas y saca de ella un libro enorme: una reliquia ilustrada de Editorial Taschen que pesa ocho kilos y cuenta la historia de la magia desde 1400 a 1950.
Su historia personal, la de Greco, empezó un poco más acá en el tiempo, cuando tenía cinco años y en su pueblo en Alta Gracia, Córdoba, soñaba con ser mago. Desde allí, sacaría una dirección postal y se cartearía con uno de los dueños de una tienda de objetos de magia en Capital Federal. A los quince, su familia se mudaría a La Plata y lo que le sucedió entonces es de cuentos: la magia, literalmente, llamó a su puerta.
Un día Keller -el actual presidente del Centro Mágico Platense- fue a comprar algunas cosas a ese mismo negocio de magia y vio unas cartas que iban dirigidas a La Plata. Anotó la dirección y el nombre del destinatario en un papel, y ya de regreso en la ciudad de las diagonales, fue hasta la casa de Greco. Tocó el timbre y preguntó si allí vivía algún aficionado a la magia. La mamá, entonces, llamó al pequeño mago: “Lo llevé hasta mi cuarto y le empecé a hacer los trucos que sabía –recuerda Greco-. Él se quedó boquiabierto, y a mí me temblaban las piernas, era la primera vez que hablaba de magia con alguien en vivo y en directo”. Ese día, Keller lo invitó a las reuniones de los miércoles, a las que Greco -convertido en especialista en sombras chinescas- asiste religiosamente hasta el día de hoy.
SECRETOS COMPARTIDOS
Cuando hay una noticia que suceda en La Plata, Marcelo Clausen va a cubrirlo para el canal de noticias Crónica TV. Lo hace desde hace veinte años, pero él no dice ser sólo periodista. “Soy ´periomago´”. Porque en sus ratos libres, Marcelo se dedica a la magia. Empezó hace relativamente poco: siete años atrás, cuando en el canal de televisión lo pasaron de fulltime a trabajar con horario fijo. Entonces, no lo dudó: se anotó en clases de magia. “Era sólo para aprender, no esperaba hacer shows o participar en congresos, pero acá estoy, lo hago”, dice Marcelo en un café en el centro de La Plata. De repente corta un pedazo de servilleta, lo esconde en su puño, sopla, abre la mano y zas: la servilleta desapareció. “La magia, en realidad, me gustaba desde chico pero en mi pueblo, Saladillo, no existía forma de estudiar magia”, dirá luego.
Marcelo se especializó en trucos con cartas y hoy integra La Caja Mágica, un grupo de magos que se junta todas las semanas. Ahora están abocados a armar el próximo congreso de magia, que se hará en el Teatro Argentino el 6 y 7 de septiembre, y contará también con la presentación de un libro escrito por magos. Para entrar al grupo, Marcelo cumplió con el mismo requisito que deben reunir todos los miembros: ser amigo de alguno de los magos que la integran.
El primer show de magia que hizo fue en Saladillo en septiembre de 2010, a beneficio de cuatro instituciones solidarias. Lo hizo acompañado de dos personajes muy cercanos a su trabajo: Carozo y Narizota. Y la magia se cuela siempre en su profesión: Marcelo vuelve locos a sus colegas. En una guardia periodística siempre lleva alguno de sus trucos y los practica. “Yo uso a mis colegas, o al camarógrafo que me acompaña, para probar los trucos”, dice Marcelo, y asegura: “No queda otra. La magia es pura práctica”.
DE COMPRAS CON UN MAGO
-Bueno, este es el lugar, él es Bruno, también es mago. Preguntale lo que quieras saber- me dice Marcelo al día siguiente de encontrarnos en el café, mientras entramos a “Todo para el Mago”. Es una pieza alfombrada en rojo con paneles rojos y negros en las paredes y vitrinas llenas de cartas, monedas, cadenas, pañuelos, cubiletes, varitas, libros, DVD´s. Pero yo no sé qué preguntarle. Cómo se hacen los trucos, no. Qué truco es el que más vende, tampoco me lo dirá porque “se devela la magia”. Vamos con esta, más simple: si le gusta trabajar acá.
-Es como un sueño -dice Bruno-Imaginate… llegan productos todos los días. Yo tengo que probarlos para poder mostrárselos después a los clientes, asíque me la paso haciendo magia y practicando.
El circuito de compra en “Todo por el Mago” es atípico. Llega el mago. Ve los productos. Se decide por el que quiere. Primero lo compra, y después, recién después, Bruno le muestra cómo usarlo.
Esta tienda es la única que vende productos de magia al por menor en La Plata. Y como podrá suponer, es secreta: no da a ninguna vereda, no tiene carteles ni atiende al público; está en un local céntrico, en la planta baja de un edificio. Los magos que van a comprar ahí, van por eso: porque son magos. Tocan el timbre y Bruno va con la llave y ábrete sésamo. Aunque muchos, la gran mayoría, ni siquiera van a comprar, sino a pasar el rato. La tienda también es un lugar de encuentro: un lugar para pasarse las novedades, intercambiar trucos, y claro, hablar de magia.
Pero vamos, que si es por hablar de magia, “Todo para el mago” no es el único lugar en La Plata con ese fin. El gremio local de los magos en La Plata, como dice uno de sus representantes, “está más dividido que la CGT”: además de La Caja Mágica -grupo que integra Marcelo-, y el Centro Mágico Platense –frecuentado por Michel y Greco-, existen otros dos grupos de magos en la ciudad. Son el Pináculo Mágico y el Centro de Estudios Dedicado al Ilusionismo (Cedai). Aunque las mujeres de los magos pueden dormir tranquilas: definitivamente, ellos no lo hacen “por las minas” -parafraseando a Alejandro Dolina-, sino por entera pasión. Es así: en La Plata, el gremio de los magos, en pleno siglo XXI, todavía no tiene representantes mujeres. Creer o reventar.
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