El clavel del aire, una plaga forestal que avanza

Ataca los árboles platenses y provocan su decrepitud

Tan tradicionales como admirados por su aporte estético, los crespones son definitorios del paisaje en varios sectores del casco urbano platense. En cuestión de semanas, su exuberante floración blanca, lila o rosada deslumbrará a los peatones, vecinos y automovilistas. Sin embargo, decenas de ellos se encuentran en terapia intensiva -o peor, ya que no parece haber médico que los asista-; el ataque feroz de los claveles del aire acelera un deterioro que en muchos casos aparece como terminal.

En estos días que anticipan la inminente primavera, quienes transitan por la calle 17, en la zona de Meridiano V -entre 60 y 71- son testigos de la decadencia irreversible de la belleza que encarnan desde hace décadas los árboles del lugar.

Es un panorama que preocupa a los vecinos. “Están muy enfermos y a pesar de los reclamos al municipio nada se ha hecho” señala Liliana González: “todos, algunos más y otros menos, están infestados por claveles del aire y es imprescindible que los fumiguen o los poden para que recobren fuerza, antes de que sea demasiado tarde”.

De hecho, para numerosas ramas y secciones enteras de esos crespones, ya es tarde. Secas y cubiertas por claveles de diferentes tamaños, se quiebran con un leve contacto. En el barrio, descontrolada, la plaga se abraza a cables y crece en antenas, varios metros por sobre los techos.

Conocidas por su nombre vulgar de “clavel del aire”, las plantas del género Tillandsia constituyen una amenaza cuyo impacto sobre los hospedantes varía según el grado de colonización; cuanto mayor es, mayor el daño provocado, que se manifiesta con la decrepitud y muerte de los sectores invadidos y a posteriori, del ejemplar.

DAÑO

A pesar de no ser parasitarias sino epífitas, porque no viven a expensas del huésped -por ejemplo, alimentándose con su savia-, provocan daño segregando sustancias que interfieren el tránsito de los nutrientes por las ramas, compitiendo por la luz o facilitando el desembarco de otros organismos indeseables.

Algunas de las maneras de evitar o retrasar su dispersión son retirar a mano los manojos o individuos adheridos a las ramas, y luego cepillar las más gruesas; removerlos antes de la floración, para evitar esparcir semillas; y aplicar en las partes afectadas agua a alta presión o sulfato de cobre diluido.

Los crespones o árboles de Júpiter, con su porte mediano, corteza lisa y follaje más bien ralo, están entre las especies más susceptibles a padecer invasiones. Pero también las sufren los cipreses, pinos, ginkgos, robles, liquidámbares, cítricos, fresnos, arces, olmos, ligustros, tipas, jacarandás y lapachos.

A medida que van envejeciendo, las ramas de los árboles se tornan más porosas; se cubren de hollín, oleosidad y líquenes, generando superficies aptas para que las semillas de los claveles queden adheridas, principalmente en la parte superior de las que son paralelas al suelo.

En árboles que no gozan de perfecta salud, y sometidos a stress -por corte de raíces, sequías, malas podas, contaminación-, este anclaje inicia un círculo vicioso de decrepitud que lleva a la muerte.

La Comuna comenzó con un tratamiento fitosanitario, incluyendo fumigaciones y extracción manual de claveles del aire.

Dos
Son las variedades de clavel del aire más comunes en la Ciudad: “Tillandsia aerantos” y “Tillandsia recurvada”, la más virulenta. Los expertos aseguran que la incubación de plagas en los árboles es lenta, pero en general cuando se manifiesta a simple vista ya es irreversible

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