“Parte de la familia”

Ana María Arce es una de las personas que se niega a creer que El Parlamento cerró definitivamente: “mi esposo venía todas las mañanas a tomar café y leer el diario, para él esta gente era como de la familia; por eso quise comprarle un recuerdo y le llevo una silla y un pocillo que me costaron $100”.

Negándose a abandonar la esquina en la que hasta hace unas horas trabajaba como mozo, Rubén Pereyra, ahora ofrece alfajores.

“Siento mucha pena porque yo fui cliente de acá toda la vida y en el 2010 empecé a trabajar de mozo; El Parlamento fue como mi casa, pero algo tengo que hacer”, agrega.

A pocos metros, Roña, uno de los tantos perros que los mozos del lugar alimentaban a diario, deambula de un lugar a otro como buscando que la puerta del bar se abra. Una foto pegada con tapas de gaseosa sobre el árbol de esa esquina parece un tributo a la mascota, también considerada por los parroquianos como parte del histórico café.

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