Alarmante estudio de Unicef sobre el drama del Sida entre los adolescentes

No pueden menos que originar una justificada inquietud las conclusiones ofrecidas por un informe de Unicef, dado a conocer en las últimas jornadas, según el cual las muertes de adolescentes en el mundo por infección del virus del SIDA se triplicaron desde el año 2000. Tal como se informó en este diario, mientras que en los últimos quince años otros grupos de población han visto disminuir las muertes por la infección, entre los adolescentes la mortalidad no desciende. De acuerdo con el informe de Unicef, entre los jóvenes de 15 a 19 años se producen cada hora hasta 26 nuevas infecciones en el mundo, lo que convierte a esta enfermedad en su segunda mayor causa de muerte.

Los nuevos datos colectados señalaron que la mayoría de los adolescentes que muere por enfermedades relacionadas con el SIDA han contraído el virus de niños, hace 10 a 15 años, cuando un número menor de mujeres embarazadas y madres con VIH recibían medicamentos antirretrovirales para prevenir la transmisión a su hijo. Pero, además, sólo uno de cada 3 menores de 15 años que viven con el VIH reciben tratamiento en la actualidad.

Frente a a esta realidad, Unicef apoyó los esfuerzos de los gobiernos para eliminar la transmisión de madre a hijo y consideró “fundamental” que los jóvenes portadores del VIH tengan mayor acceso a tratamiento, apoyo y atención.

Se conoce que son más de 45 millones de personas en el mundo las que viven con esta enfermedad. Las cifras, aunque parezcan frías, describen un drama humanitario de inmensas proporciones. Hay, asimismo, un dato que vuelve a verificarse y que no puede ser obviado: el número de infectados ha tenido alguna merma en los países más desarrollados del hemisferio norte -aquellos en los que se destinan mayores recursos a la prevención- mientras el crecimiento global es resultado de la proliferación de casos en los estados más pobres del planeta.

Esa distinción confirma la necesidad de generar mecanismos de auxilio internacional para reforzar la prevención en las naciones más débiles. Las cifras globales dan cuenta de que 65 millones de personas han resultado infectadas desde el comienzo de la epidemia en 1981, de las cuales unos 20 millones han fallecido.

A través de diversos relevamientos se estableció, además, que a nivel mundial, menos de una de cada cinco personas que corren el riesgo de infectarse, tiene acceso a los servicios básicos de prevención; y de las personas que viven con VIH, sólo una de cada diez se ha sometido a la prueba para detectar el mal.

En la Argentina, como en el resto del mundo, la transmisión sexual del VIH/SIDA sigue asociada a las condiciones de pobreza y de marginalidad. Debe enfatizarse, entonces, en la necesidad de que los programas de prevención se lleven adelante en coordinación con programas sociales.

El dato de que, en nuestro país, se estima que cuatro de cada cinco personas que contrajeron el virus VIH, se contagiaron a través de relaciones sexuales sin protección, refuerza la necesidad de profundizar las campañas preventivas.

Los datos aquí mencionados deben servir -en definitiva- para promover, en materia de prevención integral, un fuerte compromiso tanto del sector público como de la sociedad civil. A pesar de que el mundo convive desde hace más de veinte años con esta amenaza, es evidente que aún falta mucho por hacer.

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