Celos y doble faltas

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

Los celos siempre dan que hablar. Ni psicólogos ni románticos ni abogados se ponen de acuerdo: ¿atenuante, agravante o cómplice necesario? Los que lo sienten y los que lo padecen saben que es una pasión indomable que no entra en razones. Calcula y siempre para mal lado. A veces acierta, por supuesto, pero siempre duda, desequilibra y lastima.

Todos celan. La idea del otro como contrincante está en la base de cualquier pasión. Los celos ven provocaciones y competidores por todos lados. Porque hay amores que necesitan sentirse en riesgo para legitimarse. “Todos somos celosos porque todos nacemos con dos miedos: a la pérdida y al ataque”, ha dicho la estudiosa Mimí Pugliano.

Y los celos nunca salen de escena. Hay dos casos recientes, uno trágico y el otro, pintoresco. El fatal ocurrió en estos días, en Ceres, Santa Fe: una chica de 16 años, por celos, mató a balazos a una ex de su novio. Y fue tan brutal esa balacera rencorosa, que encima mató a una amiga de la víctima que la acompañaba.

El otro suceso tiene un contexto deportivo: Gastón Gaudio confesó que aquella terrible paliza que sufrió de manos de Roger Federer en la final del Master de Shangai en el 2005 (6-0 y 6-0), se debió a que durante la noche previa al match se la pasó discutiendo por teléfono con su novia de entonces, Marcela Kloosterboer. “El Gato” cuenta que estando en China, lo llamaron de una radio y le preguntaron si había muchas geishas por allí: ‘Sí, acá te atienden como reyes’, contestó entre risas. Y a Marcela, la broma la descolocó. Esa misma noche, atacada de celos, le hizo dejar las raquetas a un lado y sometió al jugador a un peloteo desgastante. Las geishas reales o imaginadas siempre causan problemas. Y la sobrecarga de esfuerzo melló las energías de ese gladiador que primero recibió el peloteo interminable de su novia y después fue humillado por un Federer que vapuleó sin piedad a ese galán exhausto.

Las discusiones por celos no avanzan. Se estacionan y se retuercen en un círculo agotador. Porque en el amor no hay un ojo de halcón para definir buenas y malas: se cree o no se cree. Ahora que Gastón se quedó sin Master, sin Marcela y sin geisha, evoca dolorido aquellas largas excusas por un error que no existió. Cuenta que no pudo dormir. Que al otro día entró al court somnoliento y desconcentrado. Y que del partido sólo recuerda las dudas de Marcela marcándole doble faltas y las culpas de él tirando pelotas afuera. García Márquez decía que “los celos saben más cosas que la verdad. Porque son una forma de la intuición y por eso llegan más lejos y pueden anticipar lo que todavía no ha ocurrido pero ocurrirá más tarde”. El campeonísimo Federer nunca supo que esa tarde tuvo tres aliados impensados: Marcela, los celos y las geishas.

ALEJANDRO CASTAÑEDA
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