Cada vez más hombres se someten a un test de ADN para confirmar su paternidad
| 12 de Abril de 2015 | 02:46

Acusaciones, silencios, revelaciones inesperadas y un asombro que parece danzar al ritmo del minuto a minuto del rating. Como si se tratara de un verdadero culebrón de la tarde, o acaso como otra prueba evidente de que la realidad siempre se las ingenia para superar a la ficción, la guerra desatada entre la bailarina Gisela Bernal y el productor teatral Ariel Diwan acaparó esta semana buena parte de la atención mediática y sirvió, a la vez, para volver la vista sobre un tema que no para de evolucionar y sumar nuevas historias en la sociedad de hoy: el de los hombres que recurren a un test de ADN para saber si sus hijos son en realidad sus hijos. ¿Por qué se piden cada vez más pruebas? ¿Qué se juega en la cabeza de un padre que, de golpe y porrazo, se entera o sospecha que aquel que era lo más importante en su vida no es de su misma sangre? ¿Qué pasa cuando todo esto pasa?
“A pesar de que se trata de un momento que ya viene siendo imaginado, saber que tu hijo no es tu hijo es algo muy complejo de asimilar. Es, de alguna manera, un reseteo a la personalidad construida durante años”. Quien lo dice no es un psicólogo sino un genetista. Gonzalo Legarreta, del laboratorio Bionet, convive a diario con historias donde la paternidad biológica parecería la carta de un mazo que se vuelve a barajar con incertidumbre y suspenso. “Hay gente que viene muy preparada mentalmente a recibir el resultado -cuenta-, y se retira sin ningún tipo de pregunta ni de comentario. En esas personas, posiblemente el proceso va por dentro. Pero hay otras que no. Están con ansiedad y, al momento de hablar de los resultados, se suelen quebrar. Es por estos casos que nosotros tratamos de brindar la máxima discreción y reserva”.
Si bien no existen datos oficiales, desde los distintos laboratorios de la Ciudad se coincide en que el número de consultas para averiguar por la metodología y los precios de las pruebas superan cada mes el medio centenar. Y dentro del universo de los que se analizan, entre el 25 y 30% descubre que no era el padre biológico. ¿Es mucho? ¿Es poco?
Aunque la demanda siempre está en alza desde 2010, año en que los test de ADN tuvieron su pico de popularidad, actualmente el boom pasa por las pruebas a domicilio: son varios los laboratorios en nuestro país que ofrecen kits para tomar la muestra del material genético en casa y luego mandarla personalmente o por carta para su análisis. El método mantiene el anonimato y la rapidez: en menos de una semana el interesado ya tiene el resultado en la mano.
Pese a que no existe un perfil definido de consultantes, el caso más común es el de parejas veinteañeras con bebés de uno o dos años (frutos de relaciones estables u ocasionales) con alguna historia detrás que hace sospechar al padre de su relación biológica con el bebé. “En general, las madres dicen saber quién es el padre y acceden al test solo por la tranquilidad del hombre, aunque en muchas ocasiones el resultado no es el predicho por la madre”, dicen desde ProgeniTest, un laboratorio que ofrece la posibilidad de concretar el análisis vía internet.
Aunque muchos de los que recurren a estos estudios suelen tomarse cierto tiempo antes de llegar a la consulta, una vez que lo hacen no parecen dispuestos a esperar. “La gente viene en general con una ansiedad muy grande. Cuando le explicamos que recién podemos darle el resultado del estudio en veinte días, te preguntan si no lo podés adelantar. Todos quieren conocer el resultado ya mismo”, se apunta desde Bionet, donde su genetista menciona que ésta sería una de las razones por la cual se tiende a recurrir a la consulta privada antes de intentar resolverlo por vía judicial.
Son varios los centros que ofrecen kits para tomar la muestra del material genético en casa y luego mandarla para su análisis. El método mantiene el anonimato y la rapidez: en menos de una semana el interesado ya tiene el resultado
Pese a que la mayoría de las consultas por filiación que atienden los laboratorios de análisis clínicos responden a inquietudes privadas y no a cuestiones legales, no por ello resulta menos estricto el protocolo administrativo que debe cumplirse antes del test. Así las cosas, los candidatos tienen que asistir con su documento de identidad, firmar un consentimiento informado sobre la implicancia del estudio y dejar asentada en la ficha de datos personales su huella dactilar. Algunos centros, incluso, hasta les exigen presentarse con testigos que avalen que son quiénes dicen ser, y les toman fotografías. Las exigencias no parecerían caprichosas si se tiene en cuenta que lo que está en juego es ni más ni menos que la identidad de una persona.
¿IMPUGNAR LA PATERNIDAD?
Como todo escándalo mediático, el de Diwan-Bernal se fue escribiendo por capítulos, por programas. Una vez que la bomba del ADN estalló, la que le siguió fue la que aseguraba que el nene en cuestión dejaría de tener el apellido de quien hasta entonces había sido su padre. ¿Cómo se impugna una paternidad? ¿Cómo se deja de ser padre cuando todo el tiempo lo que se construyó fue, precisamente, una paternidad?
Derivaciones psicológicas al margen, los especialistas en derecho de familia apuntan que desplazar a un padre y por tanto suprimir ante la ley todas sus obligaciones no suele ser algo rápido, sobre todo si existen controversias u opiniones encontradas. Además, hay que tener en cuenta que el proceso de impugnación no es igual para aquellas parejas que estén casadas y las que no. El nuevo Código Civil -que entrará en vigencia recién en agosto- amplía la impugnación de la paternidad e incluye quiénes pueden impugnar a un tercero y a la madre.
“Aunque no se sea el padre biológico -dice la psicóloga Susana Machado García-, romper el vínculo con ese a quien se creía un hijo es un acto casi vandálico para la psique del niño. Lo mejor, creo, es dejar pasar el tiempo y, por respeto al vínculo genuino y amoroso que se construyó, esperar que quien sea el padre de sangre pueda construir su vínculo con el nene”.
Nada sencillo. Todo sufrimiento. Desde los laboratorios platense, incluso, se asegura que, como las expectativas de las partes que se someten al estudio no siempre coinciden y en el medio puede existir una historia de sospechas, engaños y mucho dolor, lo más común es tomar el recaudo de no informar las conclusiones a las partes involucradas en la misma reunión. En general se cita a ambos el mismo día, pero en distintos horarios a fin de brindarles cierta privacidad en su reacción.
“Uno trata de ser respetuoso y discreto al momento de dar la información -explica Legarreta-, pero es inevitable no percibir el sufrimiento de saber después de muchos años que tu hijo no es tu hijo. Cuando entrego un resultado así, trato de charlar desde mi humilde lugar de genetista y que se piense siempre en el niño. Pero claro: hay que estar en el lugar de cada persona para poder saber lo difícil que es”.
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