¿Liberar a Pelusa?

Varios grupos a nivel nacional e internacional plantean el cierre de los zoológicos y la liberación de los animales. Existen dos problemas principales: dónde llevarlos y si sobrevivirán al ambiente natural.

“Lo principal es ver si el animal está en condiciones de ser llevado a un santuario. Es un animal que tiene comportamientos anormales y está acostumbrado a estar en contacto con la gente, que la gente no represente una agresión”, explica Carla Del Borgo, y plantea que la única posibilidad sería llevarlos a un santuario: un lugar de hectáreas cercadas donde los animales son recuperados por veterinarios y el público aún tiene acceso a visitar el lugar. Pero, aclara, el animal no estaría libre en la selva.

“En Asia hay reservas, pero hay que ver si es factible sacar al elefante de acá, meterlo en una caja gigante, llevarla hasta Ezeiza, cargarlo en un avión, llevarlo al aeropuerto del lugar, de ahí a la reserva, soltarlo y que se sienta a gusto. Ella lleva 48 años acá adentro”, piensa Andrés Defeis.

Los elefantes asiáticos tienen la misma expectativa de vida que los seres humanos. Si sigue este ciclo, Pelusa vivirá al menos treinta años más. Los cuidadores seguirán cambiando, los visitantes también. Desde aquel 2 de diciembre de 1968 pasaron, entre otras cosas, dictaduras y democracias, 22 presidentes y una guerra. Y Pelusa sigue ahí: cada día a las cinco de la mañana despertando de nuevo bajo el mismo sol, en el mismo lugar. Bailando hasta morir.

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