Segundo tiempo

Por: LIC. LEOPOLDO MANCINELLI 

El hombre separado se enfrenta con un desierto amplio y sin señales. Sabe que se ha librado de un pesado compromiso. Es libre y empieza a recibir una serie de tentaciones. Sus amigos le acercan propuestas discretas y de las otras. Ahora vuelven a aparecer antiguas relaciones, amigas con las que tuvo algún acercamiento o un noviazgo furtivo. Al principio acepta todos los convites y se embarca en dudosas aventuras. Con el correr del tiempo advierte que no hay novedades que lo entusiasmen, y al volver de los encuentros divertidos se siente más solo. Cuando en alguna salida cree haber encontrado al fin su alma gemela, teme repetir la historia y caer en el mismo lazo que lo tuvo encorsetado. Entonces se retira y arma un relato de tipo incomprendido; nunca encontrará la mujer que busca.

El hombre separado no busca nueva pareja: la encuentra. Porque al verlo desorientado y con gesto melancólico, las mujeres de su entorno se acercan a consolarlo y asistirlo. Una de ellas se llevará el trofeo; la que sepa comprenderlo, justificarlo y apoyarlo haciendo más cómodo su destierro.

El destino del separado está en cierto modo atado a las características de su grupo de amigos y a la fuerza de su vínculo con éste. Si sus amigos tienen familias estables intentarán en principio evitar la separación, por medio de consejos o reuniones ad hoc.

Cuando los amigos son solteros o divorciados tratarán de llevarlo hacia una vida despreocupada y licenciosa, limando sus sentimientos culposos con argumentos tangueros. Tanto con estos amigos como con su familia de origen, el separado tiene asegurado su baño de indulgencia. Si en algún momento se sintió responsable por la disolución de su matrimonio, ahora se considera una víctima que necesita esparcimiento y diversión.

Cuando el hombre estaba en su casa, con su mujer y sus hijos, soñaba con la libertad, con ese momento sublime en que las obligaciones, las explicaciones, los reproches y reclamos, se evaporaran con el simple expediente de un sonoro portazo. Ahora ha dado el portazo; se produjo un gran silencio; y no hay señales que indiquen cómo seguir.

Amigos
hombre
Leopoldo Mancinelli

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