Estrellas fugaces
| 16 de Octubre de 2016 | 01:31

Tiene apenas 12 años y es hoy una de las actrices más pretendidas en Hollywood: Millie Bobby Brown, Once en el último hit de Netflix, “Stranger Things”, ha sido señalada como el próximo gran talento de la industria y, por eso, los agentes de EEUU se pelean por tenerla como clienta.
Claro que para contratar los servicios de la estrella en construcción deberán desembolsar una fortuna, porque su padre, Robert Brown, exige un poco más de 100 mil dólares en adelantado a las firmas que manifiestan interés en manejar la carrera de su hija.
De manera “ingeniosa”, Brown convirtió el proceso de elegir un representante para su hija en un gran negocio, cobrando una especie de “cuota de inscripción” para representar a la niña y, claro, generando un gran revuelo en torno a la pequeña y la explotación de papá Brown. Para colmo, Brown pide el dinero en efectivo, haciendo toda la maniobra más oscura aún.
Aunque esta operación no es ilegal es poco común en la industria cinematográfica. Brown dice que el pedido es para recuperarse de los grandes sacrificios que hizo la familia para que la pequeña lograra un lugar en la actuación. En 2011, por ejemplo, se mudaron de Inglaterra a Florida, pero debieron volver a su país de origen cuando se terminó su dinero.
Y ahora Brown quiere facturar, algo que aunque está mal visto no es poco común en los padres de chicos actores. De hecho, para muchos esta explotación está en el eje del porqué tantos actores niños abandonan la actuación rápido y tienen terribles caídas en las drogas y la pobreza.
LAS PRESIONES
“Sos un chico, pero estás trabajando. Y no es nada glamoroso, es un trabajo duro, y a menudo tenés el show en tus espaldas y lo sabés: la gente está haciendo dinero con vos”, explica las presiones que sufren los niños actores Tia Mowry, quien protagonizó “Sister, sister” a los 16 con su hermana gemela Tamera.
Y para colmo, de ese dinero muchos no ven nada. Son conocidas las fábulas de hijos que, al cumplir 18, se enteraron que los millones que habían cosechado perdiéndose todas las cosas normales de una infancia en un set de filmación habían sido dilapidados por sus padres.
De hecho, existe en EE UU una ley que obliga a depositar el 15% de las ganancias del chico en una cuenta a nombre del actor, a salvo de las garras de sus avariciosos progenitores.
La ley se engendró luego de que el actor de “El chico”, Jackie Coogan, uno de los más ricos de su generación tras una carrera muy exitosa como niño, llegara a la mayoría de edad para descubrir que su madre y su padrastro habían gastado todo el dinero que, legalmente, les pertenecía.
“Cada dólar que un chico gana antes de los 21 le pertenece a sus padres, Jackie no obtendrá ni un centavo de sus ganancias”, se defendió su madre. Y similares problemas le ocurrieron, por ejemplo, a Macaulay Culkin, estrella de “Mi pobre angelito” que todavía hoy no se recupera de las presiones y los escándalos que rodearon su infancia estelar.
Curiosamente, eran sus padres los que empujaron a Coogan al lucrativo oficio, como tantas veces ocurre: una carrera artística puede significar para los padres una mejora en la calidad de vida notable.
Se trata de apenas una de las explicaciones del derrumbe constante de los niños precoces que llegan a Hollywood presionados y terminan siendo expulsados por un sistema que, muchas veces, incluso no los quiere más cuando crecen.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE