La libertad y sus vampiros
| 21 de Octubre de 2016 | 03:07
Por FRANCISCO LAGOMARSINO
Andando con decisión, solvencia sonora y destellos de elegancia por tierras que supieron recorrer al galope -a veces desbocado-, los platenses de La Valvular descubren nuevos parajes y facturan con el flamante “Caballo blanco” una de las cimas de su discografía.
Asentado sobre canciones de travesía urbana, cowboys perdedores en noches poco amigables, baladas folk y sólo un par de rocanroles, con las guitarras siempre bien al frente remitiendo a clásicos como Richards, Parsons, Allmann y Mc Guinn, el álbum marca el punto de equilibrio entre adrenalina callejera y aplomo para la banda liderada por el cantante Bricio Bruno.
Junto a sus coequipiers (Claudio Birene y Marcelo Mazzacane en guitarras, David Voct en bajo y Pablo Coscarelli en batería -un papel que actualmente desempeña Federico Raninqueo-), más invitados como Flor Logulo -coros-, Daniel Gorgoglione y Pablo Merino -órgano hammond y piano-, Bruno expone sus convicciones y dudas, sus sueños de libertad y los fantasmas que los acechan, a lo largo de poco más de cuarenta minutos.
“Estamos muy contentos con el disco, nos parece que suena y es consistente”
Grabado en los estudios Del Abasto al Pasto (Luján) y Vintage (La Plata), con la producción artística de Alvaro Villagra -quien también realizó la masterización- y el trío Bruno/Birene/Mazzacane, el álbum incluye once canciones: “Caballo blanco”, “Solitario”, “El amanecer”, “Las noches”, “Brújula”, “Voy por la ruta”, “Chau disfraz”, “Victoria”, “El tiempo dirá”, “Rock and roll valvular” y “Hojas en el viento”.
Editado por los sellos Vintage Discos y Monsterland, y distribuido por Sony Music, Bruno aclara que “la banda siempre se manejó de manera independiente, hasta 2010 cuando firmamos por tres discos con Popart-Sony; pero nunca dejamos de ser independientes respecto del trabajo para seguir creciendo. La compañía facilita un poco algunas cuestiones, pero no tanto... acompaña, como lo dice la palabra; si la banda hace mucho, acompaña mucho, y si hace poco, se pone a tono”.
Nacida en el barrio de La Loma a fines de los ‘90, La Valvular atravesó incontables mutaciones. “Éramos un grupo de amigos de entre 17 y 21 años, que con el correr del tiempo fuimos puliéndonos muy de a poco en lo musical, tanto en vivo como en estudio” recuerda el cantante: “como banda de rock ‘pre-Cromañón’, transitamos por un sendero de innumerables experiencias buenas, malas, dolorosas y también exitosas, desde giras de verano ‘odiseicas’ a cambios de integrantes, amigos y mujeres, interminables grabaciones, pérdidas familiares, pero siempre con espíritu de lucha contra la adversidad”.
En esa vorágine se fueron intercalando los discos: “Respirando rock and roll” (2004), “Sangre valvular” (2005), “Garage” I y II (2007), “La casa del rock” (2011), “Feria americana” (2013) y el reciente “Caballo blanco” con su visión del estado de las cosas “a través de los cristales del amor, la soledad, los recuerdos y la esperanza”, al decir de los músicos.
“Hacemos todo lo que podemos; como gente de clase media, que tiene la necesidad de laburar en otro lado además de tener la banda, se hace todo más difícil” admite Bruno: “no se trata sólo de querer, tampoco en el arte; depende en parte de en qué cuna naciste. Y eso que por ser de clase media tenemos la suerte de que nos dé un poquito de bola un sello. Pero para bien o para mal, la diferencia entre muchas bandas que llenan estadios y otras que la peleamos en la ‘B’ está en cuánta guita pudiste poner en tu etapa de desarrollo”.
“Estamos muy contentos con el disco, nos parece que suena y es consistente” sintetiza el vocalista: “frente a eso, en qué categoría estés del under es secundario. Tal vez en nuestro mejor momento, como mucho, podemos llegar pelear un ascenso, pero en la ‘B’ también se juega y se disfruta. Si hay que meter se mete, si te sacan la roja qué más da... la vida también pasa por otros lados, y no está mal que así sea”.
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