Cuando el amor queda marcado en la piel

Olvidar a un gran amor es una de las tareas más titánicas con que se encomendó al corazón humano. Los recordatorios de los tiempos felices aparecen incluso donde no están: canciones, películas, amistades recuerdan al objeto amado tanto como texturas y olores imaginarios, productos de mentes al borde de la obsesión. Y esta ardua labor de cortar el cordón es mucho peor si el recuerdo está, literalmente, tatuado en la piel.

Los tatuajes del ser amado son hoy moneda corriente, tanto como son los tatuajes que se realizan para tapar nombres y rostros que ya no son parte de nuestras vidas. Cuenta una leyenda urbana, por ejemplo, que un joven que se había tatuado el nombre de su pareja dentro de un corazón, se enteró que el ser amado le era infiel sistemáticamente y, quizás peor, que nunca había planeado formar familia con él, sino que, simplemente, no sabía como dejarlo. El hombre visitó a un tatuador pero, en lugar de realizar algún diseño creativo alrededor del corazón, se lo pintó tapando el nombre de la ex amada y dejando, en su lugar, un corazón pintado de negro.

Lo cierto es que esta es la situación que atraviesa hoy Angelina Jolie. La diva de Hollywood acaba de separarse de su pareja, Brad Pitt, tras una década de amor de la cual lleva las marcas en el cuerpo. Al parecer, la actriz no deja ningún resquicio para la reconciliación y ya tomó la determinación de borrar, literalmente, a Brad de su corazón, tomando un camino mucho más maduro que el del propio Pitt que, afirman, todavía llama por teléfono a Angie en busca de “algo”.

“Ninguna marca en el cuerpo que me recuerde al monstruo”, fue la demoledora frase con que Jolie anunció a sus amigos su plan de borrarse los tatuajes relacionados con Brad. Su cuerpo muestra dos marcas del amor que ya no es. En el muslo del lado del corazón hay un dibujo secreto sobre el amor que ella imaginaba sería para siempre; mientras que en el brazo izquierdo tiene pintadas las coordenadas del lugar de nacimiento del actor y futuro ex marido.

Lo curioso de ese segundo tatuaje es que Jolie se lo realizó para borrar un tattoo anterior que se había hecho... para honrar a su ex marido Billy Bob Thorton. Pero, a pesar de tener experiencia, la morocha todavía no se decide entre borrarse el tatuaje mediante un extenso tratamiento, o reconvertirlo en un nuevo dibujo, significativo de una nueva etapa de su vida que comienza ahora.

Y es apenas uno de los pasos que la actriz está dando camino a dejar su vida con “el monstruo” en el pasado: Jolie está yendo al psicólogo en busca de la salud que ha perdido en los últimos años (desde el divorcio está flaquísima: bajó seis kilos a pesar de que ya la rodeaban rumores de anorexia nerviosa) y ya se mudó definitivamente a su mansión de Malibu, Hawaii, lejos del actor y de su vida en California, y también lejos de las distracciones nocturnas y concentrada en ganar la custodia de sus hijos: la madre de Maddox, Pax, Zahara, Shiloh y los mellizos Vivienne y Knox sólo piensa en los chicos a pesar de que, afirman desde su entorno, ofertas no le faltan para el consuelo nocturno, porque tiene la misión de alejar a los Jolie-Pitt de su padre, quien se encuentra todavía investigado por maltrato contra los chicos.

Al parecer, Brad, inmerso en una crisis existencial, habría comenzado en los últimos tiempos a abusar del alcohol y, en ese marco, fue visto por empleados de un aeropuerto maltratando a uno de sus hijos, una de las situaciones que habría llevado a Jolie a tomar una decisión que meditaba hace meses.

Pitt, en tanto, continúa llorando por los rincones: lejos de borrarse de la piel las marcas de su ex (lleva la inicial de Angie en el brazo izquierdo) el actor llama a su madre cada día, desconsolado por el final de su romance y la situación límite que atraviesa su familia.