Un drama que tiene varias caras

Las matan a trompadas, a cuchillazos, a balazos. Las estrangulan y hasta las rocían con nafta y las prenden fuego. A veces las matan a los gritos y otras en el más aterrador de los silencios. Con saña, sin pensarlo o después de haberlo planificado. No importa la forma ni el momento previo, pero hay un consenso generalizada en un aspecto claro y determinante de este drama: antes de llegar al femicidio, que es la cara más brutal y despiadada de la violencia de género, existen una variedad de formas que, aunque a veces aceptadas socialmente, forman también un camino que termina en la violencia más brutal contra las mujeres.

Antes, mucho antes de llegar al balazo, al cuchillazo o a la trompada, aparece siempre la descalificación, la burla o el menosprecio. A veces, incluso, la descalificación viene en forma de broma y, por lo tanto, socialmente rara vez es rechazada. También está la llamada violencia económica, que ocurre cuando un hombre controla todos los ingresos del hogar -independientemente de quién lo haya ganado-, manipula el dinero o se lo provee en cuentagotas a la mujer.

Los expertos en el tema y quienes analizan la problemática lo señalan siempre: desvalorizar, humillar, ignorar, chantajear emocionalmente y hasta ejercer humor sexista son también formas de violencia contra la mujer. Una violencia cuya raíz cultural acaso haga complejo y arduo desterrarla definitivamente de la sociedad. Pero mientras siga estando, se apunta, mientras siga palpitando en miles de hogares, la violencia machista lejos va a estar de desaparecer.