Los viejitos piolas cambiaron la preocupación por sonrisas

Por NICOLAS NARDINI
ANALISIS

En los últimos años, el elemento distintivo del campeonato doméstico ha sido la preponderancia de lo físico por sobre lo técnico. Aquí, en el plano general aunque con excepciones, se corre mucho más de lo que se juega y se mete mucho más de lo que se piensa. Pero a la larga -aunque no siempre- los protagonistas que tienen un plus en el conocimiento del juego o aquellos que poseen condiciones técnicas por encima de la media, terminan marcando diferencias. Se tornan fundamentales para romper con la mediocridad impuesta casi culturalmente en un fútbol argentino donde la desesperación suele ganarle por goleada a la paciencia.

¡GOL DE GIMNASIA! A los 19' ST Lucas Licht puso el 1-0 ante Huracán desde el punto penal. https://t.co/KnGFyvgD9R

— TyC Sports (@TyCSports) 23 de octubre de 2016

Gimnasia llevaba cincuenta y pico de minutos sin lograr hacer dos pases seguidos. La afirmación no es figurada, es literal. En un largo tramo del partido, los de azul y blanco fueron un manojo de nervios. Pases mal dados, jugadores fuera de puesto y una escasa generación de desequilibrio -en lo individual y en lo colectivo- no le permitieron al dueño de casa encontrar los caminos al gol. Si a eso le sumamos el inexistente juego de su adversario, la resultante fue la concreción de un partido pobre por donde se lo mire.

AGUA EN EL DESIERTO

Alfaro se dio cuenta en el entretiempo que el experimento de la primera etapa no había resultado. Ramiro Carrera se sentía acorralado en el centro del campo (jugó allí en la línea de creación) e Ibáñez, ubicado a la izquierda, perdió la razón de ser de su juego, que pasa por “fajarse” entre los centrales para hacer su negocio.

Tras un buen rato en que gobernó la confusión, con jugadores imprecisos y fuera de puesto, la cordura le ganó al caos en Gimnasia. El ingreso de Romero agregó fútbol en la zona medular y la entrada de Lobos pausa, desequilibrio y talento.

Ni Chirola (por más que ahora está cosechando lo buen profesional que siempre fue) ni el “10” están entre los primeros registros del plantel en la parte física. Sin embargo, como en el fútbol hacer correr el balón y dárselo a un compañero tiene tanto o más peso que perseguir cuarenta metros a una marca rival, los dos viejitos piolas de equipo albiazul fueron factores decisivos para el repunte futbolístico tripero.

Romero se ubicó a la izquierda (y unos metros por delante) de Perdomo, mientras que Lobos actuó como volante por la izquierda. Cuando el “10” se paró allí, no fueron pocos los que se tomaron la cabeza, creyendo que el enganche ya no está para “hacer la banda”, que jugar contra la línea lo condenaría a un esfuerzo excesivo que le quedaría grande a esta altura de su carrera.

Pero se equivocaron. Porque el crack oriundo de Olmos cambió nervio por pausa y suplió la dinámica de antaño por los frenos, las pisadas y la astucia para generar varias pelotas paradas de tres cuartos de cancha en adelante. Es cierto que perdió potencia, ya no se ven aquellos arranques electrizantes, pero sigue entendiendo el juego, como Chirola, hombres a los que no les quema el balón, que quieren siempre tutear a la redonda y no tratarla de usted.

El juego tripero estuvo lejos de conmover, pero pasó de ser la nada misma a un equipo que empezó a pasarse la pelota entre los que llevaban la misma camiseta.

Así, con Ibáñez plantado donde debe jugar, cerca o dentro del área, llegó el penal y la ejecución celestial de Lucas Licht, que le dio un pase a la red para consumar el esperado desnivel. Fue victoria de Gimnasia, que obtuvo el premio por saber reacomodar las piezas y encomendarse a los que saben.