El trabajo en las verdulerías de la Ciudad se volvió de riesgo

Porque muchas abren de corrido y el horario los expone, tienen una clientela abundante o porque a los ladrones les resulta fácil atacarlas, las verdulerías de la Ciudad y alrededores suelen ser los negocios más castigados por la inseguridad. No se trata sólo de una cuestión estadística sino también de episodios violentos, que en muchos casos dejaron a las víctimas con heridas importantes.

Sin ir muy lejos, el lunes a la noche fue el último de esta saga. Un verdulero terminó con una hemorragia en la cabeza después de que se la partieron de un culatazo. Tanta sangre perdía que los policías primero creyeron que le habían dado un balazo.

Ese caso sucedió en 526 y 155 de La Granja, de donde el delincuente se escapó y logró quedar prófugo a pesar de que la Policía había salido a buscarlo lo antes posible.

Muy cerca de allí, en 520 y 151, hay otra verdulería que también asaltaron hace poco. También fue uno solo el ladrón que irrumpió a principios de la semana pasada, con el único objetivo de llevarse lo que hubiera. Para hacerlo, redujo a mano armada a una mujer y a su hija.

Saturnina, la dueña, tiene un palo grueso de madera al lado de la caja. Es para defenderse de un posible robo, aunque en aquella oportunidad no pudo hacer nada. “Estábamos temblando por el miedo”, reconoció poco después del que fue el primer caso de inseguridad que le tocó padecer.

Ese mecanismo básico de defensa es apenas uno de los que utilizan los dueños de verdulerías para tener un mínimo de protección. Los ejemplos son variados y marcan una tendencia.

Rosa, que tiene su negocio en 60 entre 134 y 135, en el centro de Los Hornos, ya sufrió “un montón” de robos bajo todas las variantes: la amenazaron con armas, con cuchillos y también la redujeron a golpes. El domingo fue la última vez.

“Era una pareja que apareció a las 3 de la tarde. El hombre me tiró de los pelos pero yo pude soltarme y salí a la calle a pedir ayuda. El único policía que estaba cerca no vio nada. Mis clientes me dicen que tengo que tener algún palo o fierro para defenderme”, explicó la comerciante.

cambios de habito

Trabajar con la puerta cerrada con llave y abrirle sólo a quien conoce fue el primer método de protección que adoptó. El segundo fue empezar a cerrar más temprano: si antes esperaba hasta después de las 21 a algún comprador rezagado, ahora atiende, como tarde, hasta las 20.30.

“La propia policía nos recomienda hacerlo, porque ya más tarde se reducen los operativos”, dijeron en otro comercio ubicado sobre la Circunvalación.

El mismo cambio de horario es el que implementaron, por ejemplo, en otra verdulería de 60 y 27. Luciana, encargada de ese local, sostuvo que “para los ladrones es fácil robar en este tipo de negocios, porque te están controlando todo el tiempo y saben que hay movimiento de clientes y se creen que tenemos mucha ganancia”.

La otra alternativa, que también manejan en locales del centro, es la de repartirse entre el dueño y alguien más: mientras uno atiende, el otro vigila de afuera a que no pase nada. Son pequeños cambios de conducta orientados a poder trabajar en paz.