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Ya no hay excusas. Ni siquiera con Messi alcanzó para levantar un nivel preocupante. El equipo sigue afuera de Rusia 2018
Por NICOLAS NARDINI
ANALISIS
La Selección Nacional, después de un papelón mayúsculo ante Brasil, sigue fuera de la zona de clasificación a la Copa del Mundo de 2018 y, lo que es peor, no se ven respuestas que inviten a soñar con que este contexto pueda mejorar. Con Bauza perdido y sin reflejos, ni siquiera la presencia del mejor jugador del mundo ayudó al crecimiento de un equipo que, tras un andar penoso, fue goleado por Brasil y permanece sexto en la clasificación.
Edgardo Bauza había dejado una sugestiva frase en la conferencia de prensa previa al partido: “la idea es dominar el partidos de tres cuartos (de cancha) a tres cuartos” . Lo preocupante es que el juego del equipo nacional fue apenas aceptable entre esas coordenadas, pero falló en las zonas del campo donde se marcan las diferencias, es decir, en los primeros metros y en los últimos.
El elenco de Bauza intentó ahogar al local con una presión en la zona medular, pero jamás encontró el juego entre líneas en la faz ofensiva. Sin pase profundo del medio hacia adelante, sin asociación y con los futbolistas diseminados por el terreno de manera inconexa, la Argentina pasó una primera etapa sin elaboración. Sólo inquietó con un par de tiros de media distancia, jamás pudo combinar para quebrar el bloque defensivo verdeamarelo.
El otro lado de la historia también dejó elementos para la preocupación. Al no decidirse entre ir a presionar bien arriba para cortar la línea de pase rival y perturbar, de ese modo, su gestación de juego o quedarse más cerca de Romero (como hicieron los de Tite muy cerca de Alisson) la Selección se convirtió en un híbrido indescifrable. No hizo con convicción ni una cosa ni la otra. Y lo pagó con sendos cachetazos brasileños.
Primero sorprendió Coutinho al cambiar momentáneamente de banda y, con una diagonal, romper a todo el fondo albiceleste para poner el 1 a 0 transitorio con un disparo violento. Después, llegó la definición a placer de Neymar, que aprovechó el pésimo retroceso del conjunto del Patón y, en lo que fue el colmo de la falta de equilibrio, decretó el dos a cero de contragolpe. Vaya si dio ventajas la Argentina al permitirle a los dueños de casa explotar los espacios a la contra, picar al vacío sin oposición y con el terreno a favor.
La planificación de Argentina perdió razón de ser a los 24 minutos del primer tiempo. Porque sin con el marcador en blanco Brasil jamás dejó huecos en defensa, con el resultado transitorio a su favor elaborar acciones de riesgo sobre la valla local directamente sería una empresa inalcanzable.
En el entretiempo Bauza cambió para que nada cambie. Sacó a Enzo Pérez (uno de los pocos que, mientras estuvo en campo, se salvaba del incendio) para propiciar el ingreso de Agüero y el Kun, fiel a su historia más reciente vestido de albiceleste, no aportó absolutamente nada. Jamás se sacó una marca de encima, no se asoció con los de arriba y careció de rebeldía para torcer el rumbo de un partido que venía encaminado para el papelón. Algo que se consumó de manera inexorable.
En el primer cuarto de hora del complemento Brasil aprovechó la enésima falla defensiva argentina para ponerle ribetes de goleada al marcador. Una pelota cruzada, zagueros fuera de acción por su mala ubicación, un lateral (Mas) que se patina y Paulinho pisando el área para el 3 a 0 final.
Si ni siquiera en el 0-1 transitorio existían elementos para confiar en una remontada épica, con el 0-3 a la Argentina sólo le quedó como objetivo evitar una goleada de estrépito, algo que logró más por impericia o desinterés ajeno que por virtudes propias.
De habérselo propuesto, a no dudarlo, Brasil podría haber alcanzado una goleada histórica. Tenía todo sobre la mesa para que así fuera: jugadores propios encendidos y contrarios incendiados. Todo ello, más un contexto territorial a pedir de sus atacantes. El equipo de Bauza quedó completamente desarticulado, abierto, perdido en el terreno. Por más doloroso que resulte reconocerlo, por tratarse del rival de toda la vida en el plano futbolero, los de Tite se apiadaron de una Argentina desconocida.
El partido entró en una dinámica en la que Argentina podría haber seguir buscando por horas el gol sin jamás hallarlo, mientras Brasil se conformaba con los tres puntos y los tres goles.
El elenco nacional la sacó barata. Tocó fondo y, lo que es peor, no tiene tiempo para lamentos. Debe levantarse en pocos días, cuando llegue Colombia a territorio cuyano en un partido a cara o cruz.
Aquello que empezó como una broma se está transformando en pesadilla. No ir a Rusia ya no es un pronóstico agorero exagerado, es una realidad que se fundamenta en el penoso andar futbolístico del representativo nacional. Queda mucho terreno aún por recorrer, pero poco (o nada) tiempo a perder. El riesgo de faltar en la próxima Copa del Mundo acecha a un equipo que naufraga en aguas profundas.
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