La 137 de 96 a 637, una calle plagada de baches
| 15 de Noviembre de 2016 | 01:42

Mientras las localidades del sudeste platense apuestan al futuro, con la expansión de sus urbanizaciones, la radicación de emprendimientos productivos y la ampliación de los servicios, sus accesos parecen intentar atarlas al pasado. Transitada cotidianamente por miles de automovilistas, la avenida 137, en el tramo que va de 80 a 637, se hunde en una decadencia que los arreglos intentados hasta el momento por las autoridades no logran detener.
La equivalencia más adecuada, una que con frecuencia usan los usuarios y vecinos del enlace vial, es la de un circuito de rally: solamente entre las calles 96 y 637, donde la avenida muere y se convierte en una calle rural, se pueden contabilizar más de cincuenta baches.
Además, cada uno de ellos crece y genera nuevas roturas sin solución de continuidad; se sabe que el deterioro del asfalto se acelera exponencialmente una vez que se genera el primer desprendimiento de materiales. Las grietas, desniveles, huellones, lomadas, serruchos, son parte del paisaje y obstáculos a tener en cuenta por quienes se aventuren por el lugar sin estar habituados.
“Vinieron a arreglar cuatro veces” relata Alberto Costa, quien viaja a diario entre parque Sicardi y el centro platense : “pero hacen parches, y con un material que en un par de lluvias desaparece; además, nadie sabe que criterio usan porque tapan algunos y otros no. Acá hace falta una obra integral, a la altura de lo que pide la zona”.
UNA VIA DE VARIAS CONEXIONES
La 137 conecta Los Hornos con Gobernador Eduardo Arana, Parque Sicardi, Villa Garibaldi y La Armonía; junto con la 7, es el único acceso a esos sectores del distrito. Por allí circulan camiones de gran porte que trasladan frutas y verduras desde las quintas del cordón hortícola, y numerosos colectivos de línea.
“Es muy común ver gente que para en las banquinas a cambiar una rueda, porque terminan pinchando de tanto golpe” confirma el horticultor Fabricio Páez.
En cualquier caso, detenerse al costado del camino no es tarea sencilla; hay que saber elegir el lugar, porque allí reinan los pastizales y los cráteres generados por el tránsito pesado que intenta esquivar los baches de la calzada.
En las horas pico, por la mañana, al mediodía y al atardecer, la avenida queda al borde del colapso por la acumulación de coches particulares, colectivos y camiones. La señalización vertical virtualmente no existe, y las luminarias brillan por su ausencia.
“Las pocas luces que existen suelen estar apagadas” subrayan los residentes en la zona: “estamos cansados de pedir la reposición pero no hay caso. Y como en el asfalto no hay demarcación, el peligro se duplica”.
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