La 137 de 96 a 637, una calle plagada de baches

Los vecinos reclaman una obra estructural de reparación

Mientras las localidades del sudeste platense apuestan al futuro, con la expansión de sus urbanizaciones, la radicación de emprendimientos productivos y la ampliación de los servicios, sus accesos parecen intentar atarlas al pasado. Transitada cotidianamente por miles de automovilistas, la avenida 137, en el tramo que va de 80 a 637, se hunde en una decadencia que los arreglos intentados hasta el momento por las autoridades no logran detener.

La equivalencia más adecuada, una que con frecuencia usan los usuarios y vecinos del enlace vial, es la de un circuito de rally: solamente entre las calles 96 y 637, donde la avenida muere y se convierte en una calle rural, se pueden contabilizar más de cincuenta baches.

Además, cada uno de ellos crece y genera nuevas roturas sin solución de continuidad; se sabe que el deterioro del asfalto se acelera exponencialmente una vez que se genera el primer desprendimiento de materiales. Las grietas, desniveles, huellones, lomadas, serruchos, son parte del paisaje y obstáculos a tener en cuenta por quienes se aventuren por el lugar sin estar habituados.

“Vinieron a arreglar cuatro veces” relata Alberto Costa, quien viaja a diario entre parque Sicardi y el centro platense : “pero hacen parches, y con un material que en un par de lluvias desaparece; además, nadie sabe que criterio usan porque tapan algunos y otros no. Acá hace falta una obra integral, a la altura de lo que pide la zona”.

UNA VIA DE VARIAS CONEXIONES

La 137 conecta Los Hornos con Gobernador Eduardo Arana, Parque Sicardi, Villa Garibaldi y La Armonía; junto con la 7, es el único acceso a esos sectores del distrito. Por allí circulan camiones de gran porte que trasladan frutas y verduras desde las quintas del cordón hortícola, y numerosos colectivos de línea.

“Es muy común ver gente que para en las banquinas a cambiar una rueda, porque terminan pinchando de tanto golpe” confirma el horticultor Fabricio Páez.

En cualquier caso, detenerse al costado del camino no es tarea sencilla; hay que saber elegir el lugar, porque allí reinan los pastizales y los cráteres generados por el tránsito pesado que intenta esquivar los baches de la calzada.

En las horas pico, por la mañana, al mediodía y al atardecer, la avenida queda al borde del colapso por la acumulación de coches particulares, colectivos y camiones. La señalización vertical virtualmente no existe, y las luminarias brillan por su ausencia.

“Las pocas luces que existen suelen estar apagadas” subrayan los residentes en la zona: “estamos cansados de pedir la reposición pero no hay caso. Y como en el asfalto no hay demarcación, el peligro se duplica”.

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