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Séptimo Día |LITERARIAS

Michel Houellebecq: el extranjero maldito

El célebre escritor francés estuvo en el país y desarmó la figura del provocador que acompaña su imagen mediática desde hace años. Mujeres, violencia y amor recorrieron los temas de sus charlas. Un repaso por algunas de sus reflexiones

Michel  Houellebecq: el extranjero maldito

Michel Houellebecq: el extranjero maldito

20 de Noviembre de 2016 | 00:12

De traje sport, perfectamente peinado y con un cigarro electrónico que pitaba pausadamente, Michel Houellebecq brindó tres charlas en el país y desarmó esa estampa de escritor maldito que desde hace años lo acompaña. En sus apariciones -esperadas como si se tratase de una estrella de rock- fue repasando su carrera literaria, cargó contra Francia y su burocracia, insistió con que su país es “el peor del mundo” y reiteró que “Sumisión”, novela que fantasea con el ascenso de un líder musulmán al Ejecutivo francés y que fue publicada el mismo día del atentado terrorista a la revista Charlie Hebdo, “no es contra los musulmanes”.

Ya se sabe: desde “Ampliación de campo de batalla” sus novelas narran el derrumbe del orden establecido en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial. “El derrumbe no sólo aparece desde el punto de vista político -dice el autor-: describo destinos individuales y el amor es mucho más importante en ellos. La gente no habla de lo que considera importante sino de lo que puede: hablar de política atrae más polémica y reacciones. Hablar de amor es más complicado, el verdadero derrumbe de mis libros está en las relaciones íntimas”.

Para Houellebecq, “si bien el amor está, en la vida contemporánea no dejan que se exprese porque hay una definición antinómica que lo plantea como algo que nos vuelve dependientes y la idea es que los seres humanos son libres, pero no hay amor sin dependencia. El amor es una sujeción y su aceptación se volvió más complicada. Yo me sentí libre muchas veces. Por ejemplo cuando dejé el curso de ecología en medio de un examen: Me levanté y me fui sin haber pensado ese gesto. Eso mismo hice en ‘Las partículas elementales’ cuando Annabelle no vuelve a tocar el timbre de Michelle: la libertad no es hacer lo que decidimos, sino hacer algo que no teníamos previsto”.

En este sentido, el autor de novelas como “Plataforma” o “La posibilidad de una isla”, describe sus textos como “largos túneles de determinismo con algunas salidas, verdaderos momentos de libertad que marcan las bifurcaciones que construyen la novela, eso que pasa cuando lo previsible no transcurre porque la vida es imprevisible. Me gusta mucho la velocidad, me entusiasma estar al límite del accidente”.

Acusado muchas veces de machista y misógino, quien carga desde hace años con el mote de autor maldito se limitó a sonreír y en una de sus conferencias lanzó: Me acusaron de misoginia y de interesarme demasiado el físico de las mujeres, pero tengo la sensación de que no necesariamente uno se casa para tener conversaciones interesantes ¿El casamiento puede depender de bases más serias? Creo que sí. La bondad es un valor que sigo respetando. Capaz que soy un poco machista y misógino, no me importa, en realidad me gustaría que encontremos un sistema que funcione y el patriarcado aún no fue sustituido por un sistema que funcione. Debo confesar algo: Me gustan las cosas que funcionan”.

En la actualidad, ironiza, “el varón se queda callado porque si habla se arriesga a no gustarle a las mujeres, disimula su pensamiento y la mujeres piensan tontamente que es porque cambió. Creo que las feministas deberían leerme por eso, para informarse sobre el punto de vista de los varones. Es otro argumento de venta”.

Con respecto a capacidad de narrar escenas de alto contenido emocional a partir de textos casi teóricos defiende escribir “todo lo que a uno le venga a la cabeza. Mis párrafos teóricos son parte de eso, los pongo por más que corten la narración, no solamente porque soy de naturaleza anárquica y no me gusta restringirme, también porque antes que escritor soy lector y me gusta generar esa especie de choques eléctricos, momentos de paso a otras dimensiones”.

Houellebecq -quien visitó Argentina en 2007 cuando era casi desconocido y ahora cuenta con millones de libros vendidos en el mundo-, vuelve sobre “Sumisión” y repite que “esa novela no es contra los musulmanes, sino sobre tipos políticos con ambiciones políticas y la idea de utilizar el islam para alcanzarlas”. Es una metáfora, dice, “sobre el cansancio de buscarse a uno mismo, sobre la fatiga del individualismo occidental, que es engañosa porque no propone una posibilidad de aventura permanente, esto de que ‘todo puede suceder en la vida y sobre todo nada’, una de mis frases preferidas del libro”.

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