Una ciudad atravesada por la violencia y la corrupción
| 22 de Noviembre de 2016 | 03:00

La actual Ciudad de Dios, a pocos kilómetros del Parque Olímpico de Río de Janeiro -hasta hace tres meses centro del deporte mundial-, no es muy diferente a la que hace 14 años retrató la célebre película del mismo nombre dirigida por Fernando Meirelles: pobreza, violencia desbordada y una guerra sin cuartel entre narcotraficantes. El barrio, de unos 50.000 habitantes, fue construido como un proyecto de vivienda durante la dictadura militar brasileña, luego de que el Gobierno desalojara a los residentes de las favelas de Ipanema, Leblon y Lagoa.
Durante años, el lugar creció sin control y no se benefició con los planes de mejoras para las favelas, en medio de los preparativos para los Juegos Olímpicos. La toma de Ciudad de Dios puso en evidencia los altos niveles de criminalidad que vive Río a manos de bandas armadas. Y también dejó al descubierto la grave crisis de la ciudad, sin fondos para pagar la factura de la fiesta olímpica y el costo de la corrupción y el derroche, con un ex gobernador, Sergio Cabral, preso por cobrar coimas por 66 millones de dólares en el marco de las obras para el Mundial de Fútbol 2014.
En 2008, las fuerzas de seguridad ocuparon varias favelas en poder de los narcos desde hacía 30 años y desplegaron las Unidades de Policía Pacificadoras (UPP) en 264 de esas barriadas, en las que viven más de 1,5 millones de personas, casi un cuarto de la población del estado de Río.
Al comienzo, los homicidios cayeron 75% y los robos bajaron 50%. Pero pronto llovieron las críticas por el repunte de las muertes y la cruda violencia policial que, según Amnistía Internacional, se cobró la vida de 645 personas sólo en 2015: el 77,2% era de raza negra o mestizo. Lo que ocurre en las favelas es sólo una parte de la grave situación que vive el estado de Río de Janeiro, que durante décadas nadó en la abundancia por las regalías petroleras, y que hoy está arruinado por la corrupción.
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