Nocivo y descontrolado auge de las parrillas clandestinas en la Ciudad

La creciente presencia de parrillas clandestinas en la vía pública de la Ciudad constituye un problema que las autoridades responsables deberían combatir, dados los altos riesgos sanitarios que ello implica. Esta verdadera proliferación de puestos de venta informales se suma, lamentablemente, a las evidencias reunidas en los últimos años referidas a un debilitamiento ostensible de los controles bromatológicos que se realizan en nuestra zona, así como también en las revisiones sanitarias sobre los comercios que los expenden, esto es en todo lo que atañe a la producción, manipulación, conservación, elaboración y distribución de esos productos de consumo.

En cuanto a las parrillas ilegales -se habla, básicamente, de los llamados puestos de choripán- se llegó al extremo de haber detectado recientemente la presencia de uno de ellos en la esquina de 6 y 51, es decir, a metros de la Casa de Gobierno. La densa humareda podía advertirse desde lejos y daba testimonio del descontrol existente, ya que ese tipo de puestos clandestinos puede encontrarse en muchos sitios, a lo largo de las principales avenidas o en distintos sectores del paseo del Bosque y de otros espacios verdes.

El fenómeno, conocido desde hace años, se extiende hacia casi todo los focos donde haya concentración de personas, ya sea en las inmediaciones del Estadio Único cuando hay partidos o recitales, en las puertas de clubes, de entidades gremiales o en la zona de Circunvalación próxima a la Estación Provincial. Cuando ocurre cualquier acto político o de otra índole, es común ver la instalación de una o más parrillas.

Tal como se informó en este diario, funcionarios municipales del área de Control Urbano dijeron que el tema les preocupa y que desarrollan en forma continua operativos para retirar esos puestos, aunque en muchas ocasiones deben recabar el apoyo de la policía ya que los responsables de los puestos se niegan a retirarse.

Está demás señalar que a los graves riesgos sanitarios que amenazan a la población, por la falta de higiene general y la carencia de controles bromatológicos sobre la calidad de los productos que consumen, se suman en este caso los deshechos que quedan sobre la vía pública y las densas humaredas que, en las zonas céntricas, ingresan a los hogares cercanos.

Lo aquí expuesto debiera servir para tomar conciencia acerca de lo mucho que puede y debe hacerse para ajustar los controles sanitarios sobre los alimentos que consume la población y sobre todos aquellos lugares en donde son manipulados. Al mismo tiempo, las autoridades debieran también realizar campañas apropiadas sobre las precauciones que la gente debe adoptar en materia de consumo alimenticio.

Si bien no se conocen estadísticas oficiales actualizadas, se calcula que en la Argentina ocurren unos dos millones de incidentes alimentarios por año, derivados de la mala calidad de los alimentos puestos a la venta en lugares en los que no se respetan mínimas pautas higiénicas y con mercaderías que, en la mayoría de los casos, no cuentan con la verificación bromatológica que exigen las normas. El de las parrillas clandestinas forma parte, claro está, del problema de la venta ambulante. Un problema que es social y que el Estado debe resolver con políticas serias, sin apelar a la muy cuestionable estrategia de la permisividad o del dejar hacer, porque están en juego nada menos que la vida y la salud de la población.

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