Matteo Renzi: mil días y nada más

Hace dos años, se hablaba de Matteo Renzi como la figura estelar de la política italiana. Se le auguraba un futuro brillante y asumía como primer ministro con todo a su favor. Esta semana perdió un plebiscito que él mismo convocó para reformar la Constitución. Buscaba nuevas herramientas que reforzaran el poder de su gobierno. Derrotado, tuvo que renunciar.

Había asumido en 2014, después de la renuncia del primer ministro Enrico Letta. Representaba a una centro-izquierda moderna, y venía -con buena fama- de ser alcalde de Florencia. Era considerado el “chico de moda” en la política italiana.

Joven, ambicioso, con muchas ganas, parecía llamado a revolucionar la escena política de su país. Sin embargo, ya en los inicios de su mandato, algunos advertían que su experiencia en el campo político era más bien limitada.

A pesar de la derrota y de su renuncia, Renzi busca conservar cuotas de poder e influencia en la nueva etapa política que se abre en Italia. Eso todavía está en duda

Tenía sólo 39 años cuando se convirtió en primer ministro. Era el líder del partido más poderoso en la escena política italiana (el Partido Democrático) y había alcanzado los más altos niveles de popularidad.

Fue, además, el político más joven en llegar a ese cargo en la historia de Italia.

Lo llamaban il rottamatore, “el peleador”, un sobrenombre que respondía a las llamadas del florentino a dar vuelta un sistema político (el italiano) que goza de una casi nula credibilidad y ha sido golpeado por escándalos de corrupción década tras década.

Algunos lo llamaban el Tony Blair italiano: un político de centro-izquierda que no se para a pensar demasiado en la ideología

El editor de asuntos europeos de la BBC, Gavin Hewitt, lo definió en su momento como un político “de estilo estadounidense, con sonrisa fácil, que transmite energía y ambición”.

Lo que atrajo de Renzi fue, precisamente, ese aire de outsider, de diferente, de jugador con sus propias reglas.

Según Hewitt, Renzi prometía romper con la vieja guardia de la política italiana, aunque nunca estuvo del todo claro es cómo podría hacerlo.

Ex boy scout y firme devoto de su equipo de fútbol local, la Fiorentina, andaba en bicicleta y vestía de manera informal, algo que contrastaba totalmente con la imagen tradicional del político italiano.

Fue en Italia el que simbolizó el cambio.

Para muchos en Italia, simbolizó algo importante: el cambio.

Casado y con tres hijos, nació en Florencia el 11 de enero de 1975. Tras completar sus estudios en la Escuela Secundaria Dante de la ciudad toscana se licenció en Derecho en 1999.

Su actividad política comenzó durante sus años de estudiante universitario, cuando se inscribió en el Partido Popular Italiano, convirtiéndose en 1999, a la edad de 24 años, en el secretario provincial más joven de esa formación.

Después de unos años ejerciendo diversas responsabilidades en la empresa CHIL, una compañía dedicada a servicios de marketing, en 2004 se convirtió en presidente de la provincia de Florencia. Cuatro años después fue el ganador de las elecciones primarias del Partido Demócrata para encabezar las listas a la alcaldía de Florencia en los comicios de junio de 2009, que desembocaron en su triunfo.

Durante su gestión al frente de la ciudad, se aprobó por primera vez en Italia un plan estructural para reactivar áreas infrautilizadas y una campaña con el objetivo de reducir el número de muertes en las carreteras.

Además en sus primeros cien días de gobierno consiguió la peatonalización total de la céntrica e histórica plaza florentina del Duomo, con el fin de preservarla del tráfico y la contaminación.

Tras su sólida y fulgurante carrera política en Florencia dio el salto a la política nacional.

Su meteórica carrera hacia el poder representó un cambio generacional que muchos vieron con buenos ojos. Gozó, además, del mayor nivel de aprobación de todos los políticos italianos.

Se propuso llevar a cabo profundas reformas: la apertura económica de Italia, facilitar la contratación y el despido de trabajadores, y alentar el crecimiento. Pero todo quedó a mitad de camino.

Tenía una debilidad de origen: había llegado al poder sin haber sido elegido por la gente. Renzi se convirtió en el tercer primer ministro elegido por el presidente y no por los votos de los italianos.

Renzi visitó la Argentina este año y había tejido un vínculo muy estrecho con Macri. Su renuncia implica la pérdida de un aliado clave para el Gobierno nacional

Según Hewitt, Renzi parecía seguir los mandatos del político italiano más famoso de los últimos siglos, Nicolás Maquiavelo, que dijo no estar “interesado en mantener el status quo, sino en derribarlo”. No pudo.

En su breve mandato, tuvo dificultades con su coalición de gobierno; chocó con los sindicatos; tuvo roces con la Iglesia y no pudo conservar los índices de confianza que había logrado.

Esta semana, con un tono emocionado y un nudo en la garganta, se despidió de su cargo. Dijo que hizo “todo lo que podía hacer en esta fase”, pero no aclaró si ésta sería la última. El descalabro de Renzi ha durado poco más de 1.000 días. “Se nos fue pronto”, dirán sus allegados. Lo cierto es que en la Italia que dijo querer transformar, sólo dos hombres -Silvio Berlusconi y Bettino Craxi- consiguieron gobernar el país durante un mayor tiempo consecutivo.