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Sarmiento sigue su pelea

Los pilares de la escuela pública: gratuidad, laicidad y obligatoriedad. Opiniones de Luis Alberto Romero y de otros especialistas. El caso de Corea del Sur. Relanzan en el área educativa de la Provincia una revista fundada por el polémico sanjuanino en 1858. “Todos los problemas son problemas de educación”

MARCELO ORTALE

11 de Diciembre de 2016 | 00:32

“No es fácil explicar hoy a los estudiantes del siglo XXI cuáles son los valores de Sarmiento. Hay una arraigada tradición de desprestigio, denostación y burla que, aunque lo ignoran muchos de quienes hoy la retoman, fueron el producto del profundo rechazo que en los sectores reaccionarios y clericales produjo lo que Sarmiento pensó, proyectó y construyó: los combates que dio en vida y que siguen vigentes hoy”, escribió hace pocas semanas el investigador e historiador Luis Alberto Romero.

Actual miembro de la Academia Nacional de la Historia, Romero agrega que Sarmiento “además tuvo una capacidad, de raíz romántica, para percibir la realidad profunda. En Facundo expuso “la noche de ignorancia” del país, el atraso, la barbarie del país viejo que debían ser superados con la palanca de la razón iluminadora”.

Sarmiento “perteneció a una generación de proyectistas que se propusieron construir un país nuevo, y lo hicieron. En 1852, cuando les tocó gobernar el país, casi todo estaba por hacerse. Ni siquiera existía el Estado. La tarea inicial fue consolidar su soberanía, doblegando para ello a los poderes locales y a los imperios aborígenes. Fue una tarea dura y poco grata, que Sarmiento asumió como un deber”

No es Sarmiento una figura aceptada sin retaceos. Por el contrario, a su solo nombre vuelven a replantearse controversias y cruces de acusaciones, como si él mismo estuviera en el centro de una rencilla eterna, pero no peleando para ningún bando sino enconado con todos a la vez. Tal vez gritará con esa voz cascada que los historiadores exhuman: “La ignorancia es atrevida”, uno de sus aforismos.

Pero de a poco las aguas se van serenando. Hace pocos años, el entonces ministro de Educación, Daniel Filmus, consignó en una conferencia brindada en la Universidad Católica de Buenos Aires que un grupo de educadores de Corea del Sur, luego de recorrer allá por la década del 50 los países a los que consideraban con mejor estructura educativa –y la Argentina estaba entre ellos- se deslumbraron con el esquema de la escuela pública creada por Sarmiento y lo adoptaron para su país.

Lo cierto es que en los años corridos desde entonces, la política educativa de Corea del Sur –que desbancó a la de Finlandia del primer lugar, con un avance imparable- sacó primero al país del analfabetismo que existía tras su liberación de Japón en 1945 y se colocó en el podio de las mejores educaciones a nivel mundial.

Se ha dicho que el principio fundamental del sistema educativo coreano es fomentar la formación como medio para el crecimiento económico del país, así como el sentimiento patriótico para acrecentar y participar del desarrollo del país. Su lema es: “Si eres el primero en la clase, lo serás en la vida”. Y da excelentes resultados: el 98 por ciento de los estudiantes termina la educación secundaria y casi un 60 por ciento obtiene un título universitario. Al lado de esos porcentajes, los de la Argentina exhiben hoy un raquitismo ciertamente ominoso y frustrante.

Romero es desde hace pocos días, el primer colaborador de la revista por ahora digital –ya está en imprenta- que relanza los históricos “Anales de la Educación Común” fundada por Sarmiento en 1858. En esa nota titulada “Sarmiento: la lucha por la razón”, añade el autor que el ex presidente (y primer director general de Escuelas de nuestra provincia) imprimió a su vida un matiz personal, que fue “el énfasis en la educación popular y en la necesidad de un enorme esfuerzo del Estado para promoverla.

“Trabajó en este proyecto toda su vida; maestro o presidente; en San Juan, en Buenos Aires y en el gobierno nacional. Hizo muchas cosas y proyectó otras tantas, que confluyeron, al final de su vida, en la Ley de Educación Común, gratuita, laica y obligatoria, la célebre Ley 1.420 de 1884. La ley definió un rumbo, una política del Estado, que se sostuvo casi un siglo. Con ella se construyó el sistema educativo: se formaron los maestros y profesores, se hicieron escuelas y colegios, se elaboraron los programas y se convenció a padres e hijos –la sola obligación no habría bastado– de los valores tangibles de la educación. Todo eso conformó una propuesta escolar excelente, que superó en calidad y cantidad a las otras ofertas existentes: la de la Iglesia, débil por entonces, y la de algunas colectividades, como la italiana, que sostenían sus propias escuelas. Las superó ofreciendo la mejor educación, igual para todos. Efectiva igualdad de oportunidades, para que cada uno llegara hasta donde su talento se lo permitiera”.

“Le dio al progreso argentino una dimensión integrativa, democrática y ciudadana. Fue, en un sentido amplio, la educación pública de la República. La que se perdió y la que hay que reconstruir”

Mirado en perspectiva, fue un proyecto exitoso, añade. “Le dio al progreso argentino –que se mantuvo hasta la década de 1970– una dimensión integrativa, democrática y ciudadana. Fue, en un sentido amplio, la educación pública de la República. La que se perdió y la que hay que reconstruir. Además del prócer ritualmente venerado, hay un Sarmiento vivo, que debe ser recuperado en las aulas. No en lo accidental y contingente, sino en lo medular: su propuesta de de una escuela pública”.

POSTURA OFICIAL

“Esta revista refleja todas las voces. Ese es el legado de Sarmiento, un hombre que provocaba el debate que nos hizo crecer como sociedad. La Argentina fue grande cuando las ideas se debatieron, cuando se construyó un modelo de país basado en la diversidad. Sarmiento planteó un modelo educativo que nos hizo argentinos a todos los que veníamos desde distintas procedencias del mundo. Nosotros, como Sarmiento, apostamos a la pluralidad de voces para construir ciudadanía”, dijo el director general de Cultura y Educación, Alejandro Finocchiaro.

Cabe señalar que el número 1, del año 1 de la nueva etapa digital, que ya se puede ver en el portal educativo ABC -revistaanales.gov.ar- lleva el nombre de “Sarmiento en el Bicentenario de la Declaración de la Independencia”.

Sarmiento, ex presidente (y primer director general de Escuelas de nuestra provincia) imprimió a su vida un matiz personal, que fue “el énfasis en la educación popular y en la necesidad de un enorme esfuerzo del Estado para promoverla

Además de Romero, colaboran en ella, entre otros, Roy Hora, Claudia Romero, María Catalina Nosiglia, Claudia Schmidt, Silvia Finocchio, Fabián Herrero, Pablo Scharagrodsky, Guillermina Tiramonti, Graciela Perrone, Daniel Pennac, Mariano Muracciole, Beatriz Hiriart y Konstantina Michalopoulos.

La responsable de la revista es Laura Manolakis, licenciada y magister en educación, a cargo del área de Planeamiento, quien aseguró en la presentación que la emblemática ley 1420 de educación común “se establecieron los principios rectores de la educación que aún siguen vigentes: gratuidad, laicidad y obligatoriedad. Esto significa hacer del país una escuela, que es el ideal sarmientino”

EL LUCHADOR

Con una población total del país que apenas alcanzaba a los dos millones de habitantes y con la mayor parte de su territorio virtualmente desértico, la construcción de un orden político sólido fue preocupación esencial de la era histórica inaugurada por Urquiza y Mitre, según lo señala el investigador del Conicet, Roy Hora. La utopía del progreso basado en el constitucionalismo y en la educación había sido sembrada por Alberdi y Sarmiento.

Al asumir la presidencia de un país despoblado y aún anarquizado en 1868, Sarmiento había dicho: “Para que haya paz en la república Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales. Para eso necesitamos que toda la República sea una escuela”.

En ciudades apartadas, con muy pocos habitantes, empezaron a florecer enormes edificios que parecían palacios, muchos de ellos de una manzana de extensión y de dos pisos. Pero no eran palacios, fueron y siguen siendo escuelas primarias y secundarias. Según dice María Catalina Nosiglia, el sistema educativo actual, basándose en el modelo sarmientino, reclama “una progresiva incorporación al sistema de docentes mejor formados, compenetrados con los nuevos contenidos curriculares y aptos para desempeñarse frente a alumnos de todos los sectores sociales, incluidos los grupos más vulnerables. La necesidad de mejorar las condiciones del sistema docente que incluye la remuneración, profesionalizar su trabajo y fortalecer su formación, son cuestiones señaladas por diversos especialistas”.

EL LEGADO

Autor de una obra tan copiosa como elogiada, en sus 52 tomos grávidos de obras intemporales, Sarmiento dejó frases –mejor dicho, aforismos educativos- que sintetizan en pocas palabras su legado. A continuación se transcriben algunas:

* Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela.

* Lo escrito permanece.

* Todos los problemas son problemas de educación.

* La ignorancia es atrevida.

* Los discípulos son la mejor biografía del maestro.

* Escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizar el pensamiento.

* Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización.

* Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer.

* El buen salario, la comida abundante, el buen vestir y la libertad educan a un adulto como la escuela a un niño.

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