La recolección de residuos en la Ciudad afectada por fallas e incumplimientos

La indisciplina existente en torno al manejo que se hace de la basura, en la que comparten incumplimientos o malas gestiones muchos vecinos y la empresa a cargo de la recolección de residuos, afectando así a la convivencia y a la calidad de vida urbana, volvieron a verse evidenciados ahora en una zona de Barrio Jardín.

Tal como se destacó en la nota publicada en este diario, los pobladores aseguraron que desde hace muchas jornadas no pasa el camión recolector, a la vez que señalaron que no hay tareas de limpieza y que los pastizales ganaron espacio.

Como se ha dicho, el de Barrio Jardín es sólo un caso más de los muchos que se presentan especialmente en los barrios y en las localidades vecinas a nuestra ciudad.

El paso cotidiano del servicio de recolección de residuos deja atrás un reguero de residuos, a raíz de la aplicación de un sistema denominado “arrime” que, en la práctica, se convierte en una suerte de festín para centenares de perros.

El “arrime” es un procedimiento llevado a cabo por los recolectores, consistente en amontonar las bolsas en las esquinas para facilitar, luego, su carga en los camiones. Como transcurren varios minutos de diferencia entre varias operaciones, se sabe que los perros aprovechan para romper las bolsas y hurgar en busca de comida. El resultado es que, todos los días, en la mayoría de las calles quedan residuos esparcidos.

Este problema, así como otras deficiencias funcionales en el servicio de recolección, resultan por demás conocidos y, sin embargo, no se ha hecho nada para resolverlos. Al mismo tiempo, muchos vecinos incumplen con los horarios para colocar la basura, otros no disponen de cestos y dejan las bolsas en cualquier lugar.

Es innegable que no se ha logrado inculcar en la población principios de convivencia elemental, de modo que cada vecino conozca y valore la mejor forma de mantener y usar a los espacios que son públicos. No son pocas las personas que -diariamente y con una desaprensión realmente llamativa- arrojan residuos frente a cualquier terreno baldío y contribuyen así a que se formen basurales.

En numerosas oportunidades se ha señalado desde esta columna -no sólo a raíz de la cuestión de la basura, sino de otras relacionadas a la vida y funcionamiento de la ciudad- que no existe, seguramente por una grave y persistente omisión de tipo educativo en la que incurre el Estado, un acendrado concepto en la población acerca de lo que significa un espacio público y la mejor forma en que debe ser usado.

Está claro entonces que hace falta un mayor compromiso de la Comuna y de los vecinos para alcanzar un mejor manejo de la basura y mayores niveles de limpieza en la ciudad.

Pero, también, corresponde señalar que el camino educativo que se propone debe verse necesariamente acompañado por la aplicación de las más severas multas y demás sanciones previstas para los transgresores. En este último sentido, ha sido históricamente muy escaso el poder sancionador de la Municipalidad.

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