La joya más valiosa de La Plata

“El Milagro de la Virgen de Luján”, el enorme mural de Raúl Soldi que se atesora el Museo de Arte Contemporáneo Beato Angélico de nuestra ciudad. La obra sobrevivió a la inundación del 2 de abril de 2013. La capilla de Glew y la cúpula del Colón

Por MARCELO ORTALE

No mucho o, tal vez, demasiado poco sabe la mayoría de los platenses sobre la colorida y magnífica cerámica del pintor argentino Raúl Soldi, de 5,50 metros de alto por 2,24 de ancho, que se encuentra en el Museo de Arte Contemporáneo Beato Angélico, ubicado allá por el barrio de Tribunales.

Salvo los asistentes a las distintas exposiciones que se suceden en el museo –que cuenta con una rica colección-, son escasas las visitas. Muchas escuelas privadas mandan a sus alumnos para que admiren la obra artística seguramente más valiosa con que cuenta nuestra ciudad. En cambio, las escuelas públicas brillan por su ausencia.

El mural llamado “El milagro de la Virgen de Luján” tendría un valor estimado por especialistas en algo más de un millón de dólares. Desde ese punto de vista económica, la obra vendría a ser algo así como el “Guernica” de Picasso, pero cerca de nuestros ojos, en La Plata. Acaso sólo alguna escondida escultura de Lola Mora en nuestra ciudad alcance ese valor. Un cuadro de Soldi, de muy pequeñas dimensiones, fue vendido en estos días a 80 mil dólares.

Soldi (1905-1994) fue un artista plástico que logró renombre mundial. De origen humilde, había nacido en un inquilinato porteño lindero al teatro Politeama. Allí asistió de niño a los ensayos de “La Boheme” y de Tosca; allí habrá visto a barítonos vestidos con medias blancas y a sopranos con polleras largas mientras la orquesta, en la que su padre oficiaba de violoncelista, lo inundaba de lirismo.

Inició muy joven sus estudios en la Academia Nacional de Bellas Artes y viajó a Europa, perfeccionándose primero en Alemania y luego en Italia, aquí en la Academia de Brera (Milán), relacionándose con los principales pintores de la época. Volvió a la Argentina en 1933 y trabajó luego como escenógrafo en Hollywood y en casi un centenar de películas argentinas. A partir de la década del 40 se hace famoso y expone en las principales galerías de pintura. Sus temas predilectos son retratos, paisajes, asuntos relacionados al teatro o al circo y naturalezas muertas.

Desde que tenía poco más de veinte años de edad, presentó obras en el Salón Nacional de Cultura y en muchos salones provinciales. Participó de la Exposición Internacional de París de 1937, en la de Nueva York (1941) y se consolidó ya como expositor en muestras individuales.

En los 60 fue convocado para pintar un mural en la Basílica de la Anunciación de Nazareth –un templo católico ubicado al norte de Israel- y los Museos Vaticanos en Roma incorporaron dos obras suyas, una titulada “La Virgen y el Niño” y la otra “Santa Ana y la Virgen Niña”. Pero una de las obras más memorables y conocidas de Soldi es la secuencia de frescos pintados en el interior de la iglesia Santa Ana de la localidad Glew, convertida en una suerte de pequeña Sixtina bonaerense que es motivo de permanentes visitas por parte de contingentes que llegan desde todos los puntos del país.

También existen cuadros de Soldi en la Galería de arte Moderno de Milán –un autorretrato- y en el Museo del Parque de Portofino se exhibe su mosaico Camerata Bariloche.

Sin embargo, es probable que su tarea más famosa haya sido la pintura en 1965 de la cúpula del Teatro Colón. Concebida –según dice Manuel Mujica Láinez- como un “suave ballet policromo...”, la obra representa la vida teatral y así la tituló Soldi, como una “alegoría a la música, al canto y al baile”.

“Quiero que mi pintura tenga un efecto sedante para el alma; que transmita paz, tranquilidad y, sobre todo, poesía”, solía decir Soldi, a quien el mundo artístico porteño intentó confrontar con Antonio Berni, en una suerte de presunta antinomia que algunos comparaban a la de Borges-Sábato, Piazzolla-Troilo o River-Boca. En esa puja, Berni sería el figurativo social enfrentado al esteticismo de Soldi. Ambos pintores, que se estimaban entre sí, se sonreían cada vez que los ubicaban como polos enfrentados. Los dos eran talentosos.

BEATO ANGELICO

“El mural realizado por el maestro Soldi con la colaboración de la ceramista María Carmen Bruni, El milagro de la Virgen de Luján, muestra una composición sutil y delicada propia del artista”, dijo la directora del Museo Beato Angélico, María Cristina De Luca.

Por su parte, Walter Di Santo, codirector del establecimiento aseguró que “la distinción de la obra de Soldi es única, el lenguaje de las manos, las miradas y los esbeltos cuerpos nos regalan belleza”

El 2 de abril de 2013 el Museo Beato Angélico, ubicado en 47 y 16 sufrió los efectos de la devastadora inundación que anegó a media ciudad de La Plata. Ese imprevisto y espantoso océano ingresó al Museo y llevó el nivel del agua a algo más de un metro y medio de altura. El metro inferior del mural de Soldi quedó cubierto por el agua.

“La obra cerámica del maestro –recuerda Di Santo- sobrevivió indemne a esta inundación, pero el agua perjudicó al Museo. Sin embargo, que haya sobrevivido ileso el mural nos transmitió fuerzas, por su majestuosidad incólume ante la adversidad, para salir adelante”.

¿Quién es el que puede juzgar mejor a un pintor? , le preguntaron en una entrevista. Soldi contestó: “La persona que tiene la mirada virgen seguro que no se equivoca cuando elige un cuadro”.

Di Santo agregó que por la elegancia de la línea, la perfección de la composición, la paleta desaturada y por la singularidad que marca el carácter único de este mural –de este sobreviviente de la inundación- es una verdadera bendición disfrutar de él a diario”.

¿Recibió algún apoyo el Museo, alguna ayuda por la inundación? Otros integrantes del establecimiento se encargaron de responder: “Nada, no hubo ayuda oficial. La Municipalidad ofreció enviarnos una bomba de achique, una semana después de que el agua se había retirado. El Fondo Nacional de las Artes nos prometió un subsidio, pero las autoridades del Museo le pidieron que enviaran esa ayuda al Conservatorio Gilardo Gilardi, que había sufrido mucho más que nosotros”.

EL ESTILO DE SOLDI

Al cumplirse el centenario del nacimiento de Soldi, no fueron pocos los críticos que hicieron ver que el pintor hizo prevalecer en su estilo una especie de acendrado culto a la belleza, relegando supuestamente las angustias de la existencia humana y que fue, precisamente, esa tendencia la que, para algunos, opacó en los últimos años la valoración de su obra. En realidad, añadieron, el presunto academicismo de Soldi fue similar al que se registró en muchos otros colegas, formados también en la Europa de las vanguardias, como Pettoruti, Gómez Cornet, Forner y el propio Berni. Pero ya en vida del propio Soldi, intelectuales claramente combativos como Rafael Alberti se inclinaron ante su talento.

Alberti escribió este veredicto sobre su amigo el pintor: dijo que Soldi “sentenció al destierro a la tristeza y a la fealdad, para que la belleza consuele el corazón del hombre”.

Soldi escribió una vez: “Si no hay poesía, no hay arte”. En otra oportunidad comentó: “Y ni siquiera hace falta el lápiz o la carbonilla. También se puede dibujar con el pincel. Pero hay que dibujar, porque si no, no hay cuadro que resista”. ¿Quién es el que puede juzgar mejor a un pintor? , le preguntaron en una entrevista. Soldi contestó: “La persona que tiene la mirada virgen seguro que no se equivoca cuando elige un cuadro”.

Esa fue la última frase de un párrafo, en el que contestó quiénes eran sus escritores preferidos. Dijo así: “Más que a los escritores modernos, me gusta releer a Pérez Galdós, Unamuno, Lorca, Neruda, Juan Ramón Jiménez. Y Machado¡ ¿Sabe que él leía sus poemas a la cocinera, para que los aprobara o no? Y hacía bien, porque eso pasa también con la pintura; la persona que tiene la mirada virgen seguro que no se equivoca cuando elige un cuadro”.

Soldi fue un hombre sencillo, refugiado en sus afectos. Sus críticos hablan de pinceladas sin efectismo ni grandilocuencia, llena de blancos matizados, los famosos blancos de Soldi en los que la pintura veneciana dejó marca indeleble. Sus modelos fueron niñas, mujeres atareadas, vendedores ambulantes, lavanderas, costureras, músicos, partiquinas, con auras angelicales. El autor de estas formas luminosas y sensibles dejó en La Plata una de sus composiciones más sublimes.

EL POEMA DE ALBERTI

No puede dejar de mencionarse que el poeta español Rafael Alberti fue amigo de Soldi, que pintó un cuadro sobre Aitana Alberti, la hija del poeta nacida en Buenos Aires, ella también poeta con residencia en Cuba.

Aquí se transcribe el agradecimiento deslumbrado de Alberti, en un poema de difícil olvido: “Tenías que ser tú, pintor,/ de gracia liviana, música diluida,/ luz vaporosa, frágil, desasida,/quien pintase en el aire puro, el aire de Aitana./ Pensativa inocencia, pintor,/de tu pintura voladora; pálida,/encantadora adolescencia; /color que de color se decolora./ Quién diría de tu alado pincel, /de tu paleta ala de mediodía/ desnudada, bañada, tenue melancolía/ flor secreta.../ ¿Qué te daría yo para ti?/ ¿Qué te diera pintor como homenaje?/ Una paloma que al volar se fuera/ convirtiéndose en pañuelo del paisaje./Un pez ensimismado/ y un caballo de espuma más ligera,/ que un do re mi fa sol evaporado./ Tenías que ser tú, pintor,/ grácil, liviana, inasible armonía, / quien retratara un día con el aire/ en el aire puro, el aire de Aitana”.

Academia Nacional
Arte Contemporáneo Beato Angélico
Bellas Artes
Exposición Internacional
La Bohème
Lola Mora
MARCELO ORTALE
Raúl Soldi
Salón Nacional

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE