Tomás, ejemplo de esfuerzo e integración: el primer egresado ciego del Colegio Nacional

Carlos Altavista

Jueves 29 de diciembre, poco antes del mediodía. En una casa media de una tranquila calle de Ringuelet vive Tomás Francisco Falco. Es él quien sale a abrir la puerta de la verja. Baja cuatro o cinco escalones e invita a pasar a un fresco ambiente que ayuda a combatir el calor reinante. Convida gaseosa. Va a la cocina y la trae en una bandeja. Es atento, respetuoso, y de firmes convicciones. Con la sonrisa que lo caracteriza y esa seguridad con que se mueve, el pasado viernes 16 subió al escenario montado en el patio del Colegio Nacional para recibir su diploma de bachiller. No fue un diploma más. Marcó un antes y un después. Es que el joven de 17 años se convirtió en el primer egresado ciego en los 129 años de historia de la emblemática institución educativa.

Tomy -como lo llaman sus amigos- sale del living con el fotógrafo. Su mamá, Susana, se prepara para ir al jardín de infantes donde trabaja. Recuerda que “a poco de nacer Tomás, la neuróloga nos dijo que no podíamos esperar absolutamente nada. Que era ciego y estaba en estado vegetativo”.

Diecisiete años después, el joven hincha de Estudiantes y jugador de fútbol para ciegos en ATE, cuenta “su” historia y alienta a los demás a perder temores.

“Me llevo las juntadas en el patio, el grupo de compañeros y amigos, los asados con ellos, el viaje a Bariloche, y un colegio que es parte de este egreso”

“Hasta los dos años recibí lo que se llama estimulación temprana en la Escuela 515 para ciegos en Gonnet. A los tres ingresé a la primera sala del jardín de la Anexa, por el cupo para discapacitados. Luego la primaria. Y la secundaria en el Nacional, además de cursar a contraturno en la 515. Aunque en el nivel medio ya sólo iba a pedir algún material o a buscar hojas para escribir en Braille”, resume.

Ser el primer egresado ciego de un colegio tradicional si los hay en La Plata, para Tomás es “un buen paso para mi y para que otros puedan salir de sus miedos. Primero el de completar la secundaria y luego el de ir a la facultad”, dice con firmeza, para contar que el año que está a la vuelta de la esquina lo verá en las aulas de Informática, donde estudiará “programación”.

“Conozco a muchos que se cierran a la integración. Se perjudican a si mismos, porque no aprenden el trato con gente vidente, no hacen amigos videntes y eso te aísla de la sociedad. Hay que hacerse amigo de la sociedad. En eso, el colegio fue fundamental. El Nacional fue parte de este egreso”, afirma.

Su madre Susana hace más hincapié en aquellos primeros pasos que llenaban de temor a la familia. “Mi esposo Angel me decía: ¿Y si los chicos lo tratan mal en el jardín? Fue todo lo contrario. Los compañeros, sus familias, las maestras, los profesores, todos lo han tratado como a uno más. Faltan palabras para agradecer a ambos colegios”, realza, emocionada.

Es más, sus mejores compañeros y amigos, Santiago Rubio y Agustín Choque, aseguran que “ayudando a moldear las clases, Tomy nos apoyó más a nosotros que nosotros a él”. Lo definen como “habilidoso con la computadora (combinó el lenguaje Braille con un programa que verbaliza lo que escribe o lee en la PC), con una memoria que roza la perfección, excelente persona y sobresaliente amigo, e independiente en todos los sentidos”. De hecho, desde los 14 años se manejó solo, en colectivo. Desde ya, Tomás menciona especialmente a su maestra integradora, María Plaza.

“Entendemos que ‘igualdad de oportunidades educativas, inclusión y calidad’ alude a un derecho. La igualdad es pensar desde el lugar de iguales; todos deben tener las mismas oportunidades educativas y la escuela debe ofrecer la mejor enseñanza”, puntualizó la rectora del Nacional, Ana García Munitis, quien recordó que la integración de alumnos con necesidades educativas especiales se viene implementando desde 2004 con “una visión que promueve la integración plena”.

Con 8 de promedio, Tomy, hermano menor de Lucas y Micaela Falco, se lleva consigo de 1 y 49 “las juntadas en los patios, el viaje a Bariloche donde no me privé de ninguna actividad, compañeros y amigos que me incorporaron desde el principio como uno más del grupo, y un colegio muy abierto a los cambios”.