Se debe garantizar un normal desarrollo de los festejos de Carnaval

El inminente comienzo en la Región de los festejos por el Carnaval -que incluirán, como es habitual, la presentación de comparsas con murgas, desfiles de carrozas y otros espectáculos- obliga a las autoridades de los tres municipios a velar a un normal desarrollo de esas celebraciones.

Como se sabe, la decisión adoptada hace algunos años de renovar las alternativas de festejo del Carnaval, en la práctica se tradujo en que las distintas administraciones debieron analizar posibles escenarios y decidir -en muchos casos, sobre la marcha- las programaciones que se desplegarían en las habituales dos jornadas que se destinan a esa fiesta.

Un informe publicado ahora en este diario detalló cuáles serán los lugares en los que se festejará el Carnaval, tanto en nuestra ciudad como en las de Berisso y Ensenada. Cabe señalar que en varios de los lugares los organizadores anunciaron que uno de los objetivos se relaciona con la intención de recaudar fondos para entidades de bien público.

A grandes rasgos, debiera señalarse que la experiencia acumulada en los últimos años obliga a las autoridades a actuar con sentido preventivo, ya que nadie ignora los incidentes, interrogantes y sospechas que empañaron en muchas ocasiones la organización de los corsos. Esos antecedentes conflictivos debieran ser ponderados con la antelación del caso, a la hora de otorgar los permisos correspondientes, fijándose requisitos que impidan la reiteración de aquellas deficiencias.

Desde luego que los carnavales fueron una de las más tradicionales fiestas populares, aunque luego decayeron, acaso por una carga creciente de agresividad que convirtió a los corsos en escenarios propicios para incidentes. Se llegó, por último, a una instancia de verdadera decadencia y abandono, a manos de las nuevas generaciones que no incorporaron el espíritu de los carnavales a su cultura.

También fue inocultable que, detrás del colorido de los corsos, se desarrollaron negocios redituables, pero abusivos. Se empezó a cobrar entradas a la gente, se instalaron kioscos de venta con costos mínimos y con precios de venta altos. Se permitió, muchas veces, el cercado de calles para la realización de estas fiestas sin consultar a los vecinos frentistas.

A su vez, la muy extensa duración de esas movidas, con música a todo volumen y el consiguiente suplicio de los ruidos molestos para los pobladores, fue uno de los problemas centrales, al que se añadieron daños colaterales como la suciedad que estas fiestas dejaban acumulada en calles, veredas y aún jardines particulares, entre otros trastornos e incidentes.

Pero también es cierto que los corsos pueden funcionar como alternativa para una ausencia notoria de fiestas populares en la Región, y por las cuales, evidentemente, un sector de la población tiene vocación. De allí la necesidad de que los tres municipios revisen sus políticas sobre estas expresiones, de manera de poder conjugar la vocación de una parte de la población por estas fiestas populares con los legítimos derechos de los vecinos afectados, y sin ceder exclusivamente a los intereses de algunos organizadores de estos espectáculos.

Berisso
Carnaval
corsos
Ensenada
fiestas
incidentes
populares
Región

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE