Podría demorarse la recuperación económica

Por

Ricardo Rosales

Las esperanzas de una recuperación económica no están perdidas.

La aprobación en Diputados del acuerdo con los holdouts abre un escenario de gobernabilidad más definido.

En el Senado no habría motivos para imaginar un trámite diferente.

El obstruccionismo que prometían los K y los aliados peronistas, se ha desdibujado con rapidez.

La reacción de la economía brasileña tardará en llegar, aún ante la hipótesis de una solución política rápida que devuelva la credibilidad, quizás haya que esperar el 2017.

La contraparte de este cuadro de alineamientos políticos más favorable a la administración del presidente Macri es aún impreciso y con costos fiscales todavía no conocidos.

FINANCIAMIENTO

De todas maneras, con el frente externo normalizado, el Gobierno de Mauricio Macri tendría la posibilidad de moderar el ajuste y disponer de fondos que le permitan financiar el desbalance fiscal del año que supera los 6 puntos del PBI.

La chances de una reacción de la economía argentina, sin embargo, aparece cada vez más lejana de concretarse.

Hoy, el nivel de actividad está en retroceso.

Es probable que el primer trimestre del año cierre con una caída de al menos 2% y sin indicios de un rebote.

La caída se da en un contexto de alta inflación que ha comenzado a ceder, aunque lentamente.

Resta aún por computar el impacto de las negociaciones salarias, ajustes de tarifas, la pérdida de empleo y el curso fiscal y monetario que decida el Gobierno.

Y más importante, los remezones de la crisis brasileña y el menor crecimiento de China sobre la Argentina.

SIN CERTEZAS

La combinación de dificultades internas con los nubarrones externos arrojan un panorama menos alentador: dejar atrás la recesión este año no puede ser una certeza.

La avalancha de inversiones prometida en la campaña electoral no se ha concretado y tardará en llegar.

Las razones son la falta de negocios: la excepción son algunas pocas actividades agroindustriales.

La crisis en Brasil y la incertidumbre política por el futuro de la presidenta Dilma y su antecesor Lula, así como una eventual nueva elección presidencial, ha desplomado el mercado de ese país para las exportaciones argentinas.

La reacción de la economía brasileña tardará en llegar, aún ante la hipótesis de una solución política rápida que devuelva la credibilidad, quizás haya que esperar el 2017.

El aterrizaje de China, con tasas de crecimiento que quizás están hoy por debajo del 6% afecta a todo el mundo, y tiene impacto en los menores precios de los commodities.

La Argentina, con un volumen de cosecha superior, y con cultivos como el maíz y el trigo con márgenes de rentabilidad más altos, obtendría menos divisas que en el pasado.

El impacto global también afecta al país por otras razones: la economía global está más barata y la Argentina es aún cara en muchos aspectos.

La industria tiene escasa competitividad, tanto por los niveles de productividad en retroceso durante la administración K, como por el nivel de dólar por debajo de las paridades y ajustes de países de la región como Brasil, Chile o Uruguay.

La Argentina, con un volumen de cosecha superior, y con cultivos como el maíz y el trigo con márgenes de rentabilidad más altos, obtendría menos divisas que en el pasado.

Brasil, por distintas razones, ha encendido las luces de alerta de los industriales y empresarios locales que dependen de los mercados externos.

La competitividad argentina es limitada y con escasas posibilidades de acceder a terceros mercado. La caída de Brasil no abre automáticamente a otros países a las ventas argentinas y, en este contexto, comienza a afectar el nivel de empleo.

La administración Macri ha estado dedicada a otras urgencias en estos meses, pero las prioridades podrían cambiar, en especial si la transición hacia el ordenamiento económico tuviera un costo social adicional con el aumento del desempleo.

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