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En medio de la visita de Obama al país, y entre las declamaciones de Trump y la nueva temporada de “House of cards”, el público argentino vuelve a interesarse por la política estadounidense. Justo en un momento donde la televisión la retrata de manera despiadada
La política estadounidense vuelve a estar en el centro de la escena de los argentinos, que discuten sobre republicanos y demócratas como si fueran partidos propios.
¿Los motivos? La llegada del presidente Obama, que despierta esa necesidad tan argentina de opinar de todo como expertos, se suma al revuelo que genera en la comunidad latina la potencial presidencia de Donald Trump, hoy en plena campaña electoral y que ha prometido construir un muro para dividir Estados Unidos de México. Hechos que coinciden con el estreno de la cuarta temporada de “House of Cards”, a esta altura tema de apasionado debate en los dispensers de agua de las oficinas, que alimenta la paranoica creencia argentina (fogoneada por acontecimientos recientes) de que la política es un juego sin compás moral o ideológico que se disputa de manera sangrienta.
Pero la serie precursora en desnudar los tejes y manejes de la Casa Blanca, el Capitolio, el Pentágono, Wall Street y demás centros de poder fue la notable “The West Wing” (“El Ala Oeste”), protagonizada por Martin Sheen, que encarna a un presidente demócrata, liberal a mitad de camino de Jimmy Carter y del propio Bill Clinton. Eodeado por su jefe de Gabinete, un notable John Spencer, y sus dos principales operadores políticos y comunicacionales Rob Lowe y Allison Janney, la tira creada por Aaron Sorkin, uno de los guionistas y productores estrella de Hollywood (autor de “Red social”, “Moneyball” y “Steve Jobs”), mostraba una realidad todavía blanca y optimista de la política, a pesar de que dejaba al descubierto el límite de las buenas intenciones y del mismo poder político en manos del lobby corporativo y la oposición.
En paralelo y dentro del género animado, “Los Simpson”, de Matt Groening también se convirtieron en epicentro de la política estadounidense al punto tal que los equipos de campaña de los candidatos presidenciales desde hace 25 temporadas se esfuerzan para que su candidato sea dibujado y aparezca en escena junto a Bart y a Homero.
Pero Groening y Albert Brooks se han encargado de mostrar una mirada muy crítica, en particular contra los sectores conservadores de la política estadounidense como el Tea Party, y han ridiculizado a viejos carcamanes de la política americana como Jesse Helms o conservadores como Ronald Reagan, Bush padre e hijo, Sarah Palin, Pat Robertson y otros.
Y mucho más ácida es la políticamente incorrectísima “South Park”, creada por Trey Parker y Matt Sttone, donde también han aparecido políticos estadounidenses y los personajes de la tira los han despellejado vivos. “South Park” criticó duramente la construcción del Muro de Arizona, a los políticos que se oponen al casamiento entre personas del mismo sexo y la despenalización del uso medicinal de la marihuana, entre otras temáticas.
También ha tenido cierta repercusión en Argentina “Scandal” (va por Sony y Netflix), donde Kerry Washington encarna a una jefa de asesores de un presidente de los Estados Unidos, con quien tiene un amorío y eso la obliga a dejar el cargo. El personaje de Washington termina creando una oficina dedicada al lobby y a tapar escándalos que puedan afectar la carrera de dirigentes políticos.
Esos entretelones son lo más atrapante del retrato despiadado que la televisión de este siglo hace de la política: las series estadounidenses dejan en evidencia el blanqueo que la sociedad estadounidense ha hecho del lobby y el poder y la incidencia de las grandes corporaciones como los bancos, los fondos de dinero, las petroleras y la industria armamentística.
Y la serie maestra en mostrar lo sanguinario de estos juegos de poder (incluso, llevandolo a un extremo casi caricaturesco, jugando entre el culebrón y la tragedia shakesperiana) ha sido “House Of Cards”: creada por Beau Willimon, devolvió a la política estadounidense a los primeros puestos del rating donde había llegado “The West Wing”, gracias a la mirada despiadada de Frank Underwood, personificado por Kevin Spacey.
El show, con referencias a escándalos recientes como el tratamiento de beneficios sociales (que sorprende a los argentinos, acostumbrados a esa conquista) o el espionaje estatal masivo, ha generado intensos y ricos debates entre los argentinos entre las redes sociales (a los que se ha sumado la propia Netflix, con contenido exclusivo para nuestro país para sumar nuevos adeptos), entre ellos la critica que despierta en parte del publico local, la mirada conservadora de la vida privada de los dirigentes que tiene la sociedad estadounidense.
Es que para el argentino, quizás sea un tema menor, absolutamente aleatorio, apenas comida para los tabloides, si un candidato o candidata presidencial le es infiel a su pareja, si tiene un amante o un hijo extramatrimonial; mientras que en Estados Unidos es un tema casi esencial y decenas de figuras han quedado afuera de la carrera presidencial por cuestiones de índole doméstica, como Gary Hart, o Mark Stanford, quien se divorció de una mujer para casarse con una argentina.
De hecho, ese es el punto de partida de “The Good Wife”, donde Julianna Margulies encarna a una atribulada abogada que decide retomar su carrera luego de que la trayectoria política de su esposo Chris Noth es destruida por escándalos de corrupción e infidelidades.
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