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Información General |Dilemas de la edad

El miedo a envejecer

La expectativa de vida en Argentina crece cada año. Las personas viven más tiempo pero, lejos de celebrarlo, se llenan de temores ante este regalo que nos ofrece la medicina: el miedo a las arrugas, al deterioro, a la muerte

5 de Marzo de 2016 | 03:10

Ezequiel Franzino

La semana que viene, Alicia, mi mamá, cumplirá 60 años. Yo, que no podré estar presente, deseaba que su cumpleaños fuese una verdadera fiesta: salón decorado, mariachis, y a las cinco de la mañana – después del carnaval carioca- una buena pata de ternera flameada para todos. Me hubiese gustado que ella –que es un canto a la vida- quisiera compartir con sus seres queridos esta etapa de madurez y sabiduría. Pero no: no habrá mariachis, ni torta, ni invitados. Para mi mamá no hay nada que festejar. El cambio de década la acerca a la vejez y eso le genera pánico.

La palabra jubilación viene de júbilo. Sin embargo, lejos del gozo o alegría muy intensa que sugiere el concepto, ingresar en este tramo de la vida conlleva un mar de dudas: ¿Llegaré bien? ¿Tendré salud? ¿Dependeré de alguien? ¿Quedaré solo?

De haber nacido en otra época estas preguntas ni siquiera se las habrían formulado. De hecho, su ciclo ya se hubiese cumplido. Para 1915 la expectativa de vida en Argentina era de 48 años, hoy es de 76. Y para las próximas generaciones, los números son aún más alentadores: según datos del Banco Mundial, en nuestro país, la población adulta mayor pasará del 10,4% al 19,3% en 2050 y al 24,7% en 2100. Pero a ellos las estadísticas no le sirven de consuelo. Asocian la vejez con el acercamiento a la muerte, y esto, para todo ser humano, es imposible de simbolizar y de digerir.

El poder de la mente

Pese a que tome sol, haga dietas para sentirse en forma y camine religiosamente una hora por día, el temor de mi mamá nada tiene que ver con el detrimento de su figura. A ella le genera pánico la posibilidad de padecer algún deterioro cognitivo. Claro, sus agudos problemas de memoria que antes eran graciosos, como aquella vez en que fue en auto a trabajar pero regresó en micro, ahora los vive como una señal de alarma.

“Ezequiel, no quiero ni hablar del tema”, dijo al ser consultada para esta nota.

Al parecer, este temor es de muchos. El Doctor Diego Sara Sola, especialista en neuropsiquiatría y Director médico del Instituto de Neurociencias Alexander Luria, asegura recibir consultas permanentes de personas que temen padecer Alzhéimer: “Si la persona fue distraída u olvidadiza toda su vida, no tiene por qué preocuparse si a esta edad le sigue pasando lo mismo”, dice el doctor Sara Sola y agrega: “Tiene que preocuparse si no recuerda lo que hizo el día el anterior, o cuestiones trascendentales. Además, padecimientos de este tipo, suelen aparecer después de los 70 años”.

Esto no quita que al cerebro haya que cuidarlo. Existe una creencia popular de que el Sudoku o los crucigramas resultan ser una panacea para la salud mental. No es tan así. El Doctor Diego Sara Sola dice que al cerebro hay que cuidarlo -por lo menos a partir de los 45 años- de la misma forma que al corazón: “una hora de caminata diaria, no ingerir alcohol, dieta variada, socializar y reducir el estrés son los mejores remedios para prevenir cualquier deterioro”, dice el especialista en neuropsiquiatría.

Libertad divino tesoro

Si hay algo de lo que puede estar tranquila Beatriz Cangelosi, 62 años, es de su lucha contra la “jubilación intelectual”. Desde que llegó a La Plata, en 2006, hizo de todo para ejercitar el cerebro: locución, teatro, telar y pintura, entre tantas otras cosas. Ella, que además hace pilates, vive con naturalidad el paso de los años: “me siento bien con mi cuerpo”, dice Bety “eso sí: sé que no puedo pretender tener la misma figura que a los 30”.

Para Gloria Blanco, asesora de imagen y personal shopper, el truco para asimilar el paso de la edad está en reconocerse “no es fácil aceptar el paso de los años y el cambio de nuestro cuerpo. Se suele caer en el error de querer parecer más jóvenes, desplegando toda clase de artilugios para lograrlo y exagerando la forma de vestir y de lookearse dice la asesora de imagen. En relación al cuidado del cuerpo, Gloria Blanco asegura que “siempre y cuando no se convierta en una obsesión, está perfecto”, y agrega “ni tampoco en una competencia con sus hijas, tratando de lucir como adolescentes”.

El persistente, anormal e injustificado miedo a la vejez tiene un nombre: Gerascofobia. Las personas afectadas por este padecimiento por lo general no han podido desarrollarse, encontrar su vocación, ni cumplir los objetivos que se habían propuesto para sus vidas. Entonces, intentan detener el paso del tiempo a cualquier precio: suelen exponerse a infinidad de cirugías estéticas y a caer en actitudes desacordes con su edad.

Beatriz Cangelosi no viste jeans ajustados, escotes pronunciados ni tampoco invierte en tratamientos estéticos porque los considera invasivos. Esto no quita que gaste unos cuántos pesos en cremas y en otros productos de cosmetología: “Hay gente a la que le salen canas y se las deja, a mí me gusta estar arreglada”, dice Bety exhibiendo su nuevo corte de pelo. Ella, que siempre tiene proyectos que la mantienen vital -el mes que viene se va a Europa en un crucero- siente que ya se desarrolló como mujer, sobre todo a partir de la crianza de sus hijos: “Ver que son buenas personas y muy queridos, me genera una felicidad plena”, concluye. Pero no crean que la tiene tan clara, el miedo es universal.

Al ser una mujer independiente y que vive sola, le genera pánico la posibilidad de perder su autonomía. Hoy disfruta en abundancia la libertad que tiene para hacer lo que quiera y cuando quiera. Por eso, lo único que pretende para cuando le llegue la vejez, es no tener que depender de ninguno de sus hijos por padecer limitaciones físicas o alguna enfermedad: “No me gustaría volverme una carga para mis seres queridos”, confiesa Bety. Para eso también se prepara: “Aunque me sienta bien, cada seis meses me hago todo tipo de chequeos médicos”, agrega.

El médico que le teme a sus colegas

A Gustavo Gil, médico platense radicado en Neuquén, también le pegaron mal los sesenta. Después de festejar su cumpleaños en París –él sí los festejó a lo grande- se puso a sacar cuentas: “Advertí que a lo sumo me quedan 20 años de vida”, dice este ginecólogo especialista en mastología “y la verdad es que un poco me amargué”.

El doctor vive sensaciones encontradas. Por un lado se siente pleno: viste jovial, sale de tragos con amigos, toca la guitarra y se ve bien físicamente. Pero a la vez le duelen los huesos, las articulaciones y advierte los achaques propios de la edad. Cualquiera en su lugar visitaría a un médico para sanar los dolores. Cualquiera menos él: le genera terror que algún colega pueda darle la peor noticia. “Me persigue el fantasma de una enfermedad hereditaria”, dice Gustavo “además no tengo ganas de que me suspendan hábitos ni que me digan que puedo llegar a morirme”, agrega.

La Psicóloga Pía Grazioso dice que “en la actualidad una persona mayor se desenvuelve con gran potencial en todas las esferas: social, familiar, e incluso en el ejercicio de su sexualidad”, y agrega “esto supone que ya no se hable de la tercera edad, si no de sujetos con gran recorrido evolutivo, cuya vida es rica en experiencias y en sabiduría”.

Gustavo Gil todavía está en pleno ejercicio profesional. Hacerse la idea de que aún le restan cinco años de esfuerzo, no lo exime de fantasear con la etapa que vendrá en un futuro no muy lejano: “Imagino que será algo nuevo”, dice “me veo viajando mucho, tocando la guitarra y abriendo un centro cultural con un amigo”.

Para que la vejez no nos encuentre deprimidos, la Psicóloga Pía Grazioso considera trascendental la idea de mantener siempre un proyecto de vida: “todo aquel que tenga un proyecto, cualquiera sea, se irá identificando con alguien que sigue persiguiendo objetivos y esto puede aplicar a cualquier actividad: estudiar de grande, aprender a nadar o desarrollar una nueva habilidad. Sentirse activo y productivo da lugar a un sujeto que se dedica, de algún modo, a seguir creciendo, posición que dista de ser alguien que simplemente “llegó a viejo””.

Como verás, darle una connotación negativa al paso de los años es apenas una cuestión de interpretación: desde otra óptica podríamos creer que el deterioro o la muerte puede alcanzarnos en cualquier momento de la vida y que la llegada a la vejez no es otra cosa que una gran victoria. Pero andá a hacérselo a entender a ellos.

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