Dio un paso atrás y desinfló el globo que lo llevaba para arriba
| 6 de Marzo de 2016 | 01:10

Por MARTIN CABRERA
COMENTARIO
La imagen del final, esa de un equipo peleando por el gol, apurando y generando riesgo no condice con la actuación de Estudiantes, que ayer perdió 1-0 con Huracán y desperdició una gran chance de seguir en la pelea. Ahora Lanús, que ganó el viernes, le sacó seis puntos, bastante diferencia teniendo en cuenta que ahora se le avecinan los partidos más complejos.
El equipo de Nelson Vivas dio un paso atrás, un preocupante paso atrás, justo en la previa del clásico. No fue convincente, le faltó peso ofensivo y por momentos hasta pareció displicente. Por eso mereció perder, más allá de no ser superado por un rival limitado que, al menos, le puso ganas a su plan de juego.
El equipo dependió en exclusividad de Gastón Fernández, que ayer tuvo un partido para el olvido. No encontró su mejor posición dentro de la cancha, demoró en los pases, trasladó sin rumbo varias veces y en el mano a mano nunca prosperó.
Su socio debió ser Juan Cavallaro. Debió, porque no lo fue, ya que el ex Unión y San Lorenzo se perdió al igual que su compañero y así las insinuaciones por la izquierda quedaron en eso.
El Pincha no tuvo Plan B. Sin la Gata ni Cavallaro no aparecieron los demás. Facundo Quintana quedó muy aislado y Augusto Solari, con sus tibios intentos por la derecha, no lastimó. Y para colmo no tuvo un certero ejecutor de la pelota parada. Este aspecto deberá resolverlo lo antes posible.
En el primer tiempo Estudiantes no tuvo una sola situación de gol, más allá de un disparo desde afuera de la Gata y un rebote que casi se le mete al arquero. Demasiado poco para un equipo que llegó con pretensiones.
Del otro lado hubo un equipo con voluntad y necesitado de ganar para salir del último lugar en la tabla de los Promedios. Con el Rolfi Montenegro y la movilidad de Romero Gamarra y Mauro Bogado, empujó y empujó. No llegó muy claro hasta el arco de Andújar, pero la sensación en la cancha era que la primera que tuviera iba a ser gol. Y así fue.
En el arranque del segundo tiempo los defensores de Estudiantes miraron cómo Gamarra le pegaba a quemarropa (asistencia involuntaria de Cavallaro) y Mariano Andújar daba un rebote, para que Ramón Abila pusiese el 1-0. Castigo para el equipo que estaba dormido y premio para el que buscaba el gol, aun con pocas ideas.
Entonces Nelson Vivas entendió que su equipo necesitaba un despertador. Adentro el Colo Gil por Cavallaro (un cambio sorprendente por la posición del ex Olimpo) y Lucas Rodríguez por Quintana. No surtió efecto, más allá de que el equipo se adelantó unos metros en la cancha, en sintonía con el retroceso de Huracán.
Recién a partir de los 15 minutos del segundo tiempo Estudiantes comenzó a mostrar lo que no había tenido antes: rebeldía. Por eso el empate estuvo cerca, casi de la misma manera que el segundo para el Globo, que se abrazó al resultado y apostó por una contra.
Lucas Rodríguez, Solari, el pibe Diarte, Ascacibar... Todos intentaron llevar para adelante al equipo, que tuvo en los pies/cabeza de Nahuel Luna el gol del empate. El pibe, que hacía un par de minutos había ingresado por Damonte, estuvo a nada de empujar una pelota que pasó de derecha a izquierda, ante la mirada del arquero suplente Matías Giordano, cuyo ingreso le aportó todas las dudas juntas a la defensa, luego de la salida de Marcos Díaz.
Estudiantes intentó llegar al empate con centros cruzados, algún desborde por las bandas y pocos pases profundos. No lo consiguió y pareció lo más justo: un castigo al equipo que debió asumir el partido con otro compromiso. Ahora se le avecina el clásico, que parece ser el gran partido para enderezar el rumbo. Pero más allá del resultado, el equipo necesita encontrar un funcionamiento
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